Comedia sin título

Marta Pazos y José Manuel Mora firman una intervención performativa y caprichosa de la inacabada obra de Lorca

Comedia sin título - Foto de Luz Soria
Foto de Luz Soria

La última obra de la franquicia L.O.R.C.A. Entertainment (su crecimiento exponencial pronto estará detrás de cada una de las producciones teatrales de nuestro país) es el «comodín» Comedia sin título. En su inconclusión cabe todo. No así en la tarea que acometió Alberto Conejero cuando la completó, pues este le tuvo reverencial respeto en El sueño de la vida. No sé —puesto que estaba a mi lado— qué le pareció lo de su colega en el María Guerrero; ya que no pudo (las prisas) sumarse a los espectadores (la chavalada) alzados en pie aplaudiendo a rabiar. Max Glaenzel —quien ya escenografió El público, en la dirección de Rigola, y que forma parte del «teatro imposible» de Lorca— ha pintado la caja escénica de naranja. El naranja está de moda en el 2021, ya lo auguró la revista InStyle. También sabemos que Orange is the New Black y que «La naranja es la tristeza / del azahar profanado, /pues se torna fuego y oro / lo que antes fue puro y blanco». Yo me quedo más con la primera posibilidad, porque es un color llamativo, y en esta propuesta, lo llamativo es lo más importante. Ocurre —debería haber empezado así— que, en la anterior década, el binomio Carlota Ferrer-José Manuel Mora tuvo una intensa presencia en los escenarios españoles y, realmente, dejaron una impronta —desde mi punto de vista, fallida en la mayoría de los casos— que ahora podemos observar de manera tan palpable, como repetitiva o manierista, una vez se ha recompuesto el binomio en Pazos-Mora. No elucubremos más; pero entendamos que aquí hay una estética y una dramaturgia que viene de lejos, y que el lapso pandémico no ha servido para darle una vuelta más allá y mejorar, sino todo lo contrario. En Este no es La casa de Bernarda Alba tenemos un referente ineludible. Yo creo que José Manuel Mora tiene mentalidad de publicista y eso sí que merece la pena desenmascararse; puesto que resulta muy paradójico que Lorca en esta obra pretenda: «enseñaros esta noche un pequeño rincón de realidad», y nosotros nos topemos con tópicos, trampantojos y una colección de «acontecimientos» performativos que parecen azarosos, desestructurados, sin sentido, y carentes del más mínimo andamiaje simbólico. Y el teatro de Lorca, en la mirada surrealista que proyecta, sobre ciertas obras como la susodicha El público o Así que pasen cinco años, requiere del simbolismo para traslucir una conciencia, una experiencia, un pasado, «una angustia». Y debemos recordar que el surrealismo es una rehumanización tras las vanguardias deshumanizadas (al modo de Ortega) como el dadaísmo. Por eso —aunque cada dramaturgo puede aportar su enfoque— casa mal el automatismo azaroso con el que se llenan casi dos terceras partes del montaje, que dura dos horas; pero que podría durar cuarenta o una. En el primer movimiento, el único mínimamente solvente, asistimos a lo que dejó escrito el escritor granadino, con un introito compuesto por una coreografía eléctrica y espídica. Guillermo Weickert, en el apartado dancístico, ha realizado una labor de permanente búsqueda de la sugerencia, aunque el resultado, en varios momentos (no todos eran bailarines) se nota aún falta de exquisitez. La música electrónica de Hugo Torres remarca una altisonancia que se mantiene en exceso en otros apartados. Ya que se cargan las tintas con el caos del grupo y con interpretaciones gritonas como la de Alejandro Jato haciendo de Autor. Es un buen actor y se planta con apostura, y entiendo que el papel conlleva furia y soberbia; no obstante, la composición general lo empuja hacia la hipérbole. En cualquier caso, Comedia sin título es una obra no solo problemática porque esté inacabada —incluso hasta lo que conservamos debe tenerse por inacabado—; sino porque el primer acto recoge la cuestión del teatro dentro del teatro; pero de una manera menos elaborada y compleja que en El público. El tono es de arenga: «No voy a levantar el telón para alegrar al público con un juego de palabras…» y resulta muy impositivo en sus proclamas poéticas, cuando aprovecha para criticar Sueño de una noche de verano. Lo esperable, por supuesto, sería el despliegue dialéctico de esas temáticas que luego no se suceden. Que Lorca pretendiera realizar un «drama social» nos lleva a pensar en la función del propio teatro como arma o reflexión política frente a sus enemigos, ya sean directamente los ideologizados de los bandos extremistas o los burgueses acostumbrados a comedias sin fuste. De una manera evidente, todo huele aquí a una atmósfera colegial y sobreactuada. Puedo salvar de la quema a Camila Viyuela, porque ella está con otra compostura y con otro bagaje; a pesar de que tenga que hablar absurdamente con un acento argentino que no viene al caso. Si hace de Titania o de Lady Macbeth poco importa; puesto que, en retrospectiva, me parece la Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas. Y lo afirmo porque después María Martínez, vestida con su vestidito azul, juega al azote en las nalgas de sus compis. Lo que se abusa de la desnudez es para reflexionar aparte; aunque, indudablemente, en la suprema estetización, es un plus, como ocurre en la escena más bella en su composición: Cristina Martínez al piano con un cabezón de Lorca encima (una máscara en la máscara) y Paula Santos encima, ataviada únicamente con un sombrero negro de ala gigantesca que es como una luna nueva. Ciertamente se logran imágenes elocuentes y satisfactorias que mantendremos con independencia en la memoria; pero glosar, como se hace a partir del segundo movimiento, algunas frases del dramaturgo de una manera tan aleatoria o, incluso tópica, provoca la sensación de falta de ideas. Por ejemplo, sobreimpresionar: «Me dan ganas de dirigirme al público y, en la escena más lírica, gritarles de pronto una palabrota, la más soez», y que el elenco, de manera desaforada, lance exabruptos es tan antimetafórico como inútil dramatúrgicamente. Se pegan tiros, se rompen las paredes, se recogen los pedazos con escobas, se abren trampillas en el suelo, salen, entran y etcétera, etcétera. ¿Qué hacer con aquello? ¿Dónde están los símbolos evocadores y lorquianos? Teselitas para que, sí, de acuerdo, Luna Sánchez ofrezca su buen hacer en el baile o Chelís Quinzá, como un nuevo Alberto Velasco, nos haga el zempo kaiten ukemi, sin más. Compremos que en el largo tembleque de los catorce intérpretes casi despelotados se da una cercanía al dolor en la morgue, a la agonía; aunque se realice de una forma disciplinadamente gimnástica. Parece un espectáculo de varietés de jóvenes valores aún por explotar. En otro orden se dispone el tercer movimiento (en alguna medida me recordó a Renacimiento, de La tristura); ya que es aquí donde se perciben más claramente las artes publicitarias. Entender que el teatro dentro del teatro es hacer la Fantasía de Disney con las tramoyas, los telones y los focos en la danza de las máquinas y los objetos, con el «The Rite of Spring» de Stravinsky devenido luego en marcha semanasantera, para terminar por todo lo alto. No sé qué tiene esto que ver con el poeta o con la dramaturgia general. Pero me parece un estupendo anuncio de INAEM, quizás para agradar a los futuros maestros falleros. Y así Comedia sin título se ha convertido en el gran comodín para que los artistas se envuelvan en el manto salvífico de nuestro Federico García Lorca.

Comedia sin título

Texto: Federico García Lorca

Versión y dramaturgia: José Manuel Mora y Marta Pazos

Dirección: Marta Pazos

Reparto: Georgina Amorós, Marc Domingo, Alejandro Jato, Cristina Martínez, María Martínez, Clara Mingueza, Koldo Olabarri, Mabel Olea, Carlos Piera, María Pizarro, Chelís Quinzá, Luna Sánchez, Paula Santos y Camila Viyuela

Escenografía: Max Glaenzel

Iluminación: Nuno Meira

Vestuario: Rosa Tharrats

Coreografía y dirección de movimiento: Guillermo Weickert

Música original: Hugo Torres

Colaboración artística: Montse Triola

Documentalista: Paloma Lugilde

Ayudante de dirección: Laura Ortega

Ayudante de escenografía: Pablo Chaves Maza

Ayudante de iluminación: Leyre Escalera

Ayudante de vestuario: Mónica Teijeiro

Fotografía: Laura Ortega / Luz Soria

Tráiler: Bárbara Sánchez-Palomero

Diseño de cartel: Equipo SOPA

Producción: Centro Dramático Nacional

Teatro María Guerrero (Madrid)

Hasta el 26 de diciembre de 2021

Calificación: ♦♦

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2 comentarios en “Comedia sin título

  1. Vaya critico de …, y vaya rollo tiene vd no se da cuenta de que son menores de 30 años que esa era la condición para realizar la obra , y no la tiene en consideración. Apuntando a estos actores nobeles y pudiendo cargarse su carrera por ser crítico no sé de qué.
    Estamos hablando de una directora prestigiosa … dígaselo a ella directamente

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    1. Buenas tardes. Comprendo su enfado y sospecho, por su apellido, que algo tendrá que ver con uno de los intervinientes en este espectáculo. Sé la edad que tienen; pero no son niños. Son aspirantes a grandes profesionales y entrar en el Teatro María Guerrero, un teatro público, el Centro Dramático Nacional, son palabras mayores. Si son noveles y necesitan más preparación, desde luego la directora debería haberlos preparado mejor o haber seleccionado a otros.
      De todas formas, no se preocupe, que yo no tengo apenas (o casi ninguna) influencia. Yo, simplemente, intento hacer mi trabajo de la forma más profesional que puedo. ¿Prefiere usted que mienta? En la red puede encontrar una cantidad enorme de elogios. Esta es una profesión muy dura y muy exigente. Lo peor es mentir a los actores y a los bailarines.
      Un saludo.

      Me gusta

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