El bar que se tragó a todos los españoles

Alfredo Sanzol crea una de sus obras más profundas y compactas para biografiar tanto a su padre, un ex cura, como a España

Foto de Luz Soria

La última obra de Alfredo Sanzol se sitúa entre las mejores y más profundas de sus creaciones, y podemos relacionarla claramente con otro de sus importantes hitos: La calma mágica, un texto que parte del padre fallecido. Lo que observamos, entonces, sobre las tablas del Teatro Valle-Inclán, bien puede tomarse como una precuela de aquel doloroso acontecimiento. Pienso que el dramaturgo ha atravesado una etapa marcada por la hipersensibilización, por el humor más amable, matizado respecto de sus esplendorosos comienzos, que le han propiciado éxito de crítica y de público, que le han deparado una serie de premios y que lo han llevado, finalmente, gracias a todas sus andanzas, a dirigir el CDN. Con La respiración, con La ternura y con La valentía, me había desencantado con un autor admirable; pero ahora con El bar que se tragó a todos los españoles percibo que se aúna su parte más punzante, su agudeza en el relato paradójico y su análisis de nuestras costumbres. Ha creado una magna obra, algo sobredimensionada, como vamos a ver, que deambula por el neorealismo con toques mágicos, con esos vaivenes de metateatralidad y de autoficción que se disponen en una aventura, que nos hace pensar en las road movies americanas; aunque termine por decirnos mucho de nosotros y de nuestro pasado. Cuando uno cuenta con una peripecia así en su familia, realmente está obligado a contarla. Resulta que al padre de Alfredo Sanzol, navarro como él, lo mandaron para el seminario con doce años para que, con el tiempo, se pudiera ordenar sacerdote, como así ocurrió. Sigue leyendo

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Mi película italiana

La dramaturga Rocío Bello firma esta historia familiar que deambula entre el sarcasmo y el tenebrismo

Foto de Sergio Parra

De por qué se llama Mi película italiana nos enteramos bien pronto; a través de ese preludio tan prometedor con Camila Viyuela, que hace de nieta, en la dulce expresión de su relato descriptivo (que después se abandone este procedimiento es de agradecer), primeramente, idealizado; luego veraz. Rocío Bello, la dramaturga gallega, se ha montado en su cabeza una de Visconti o de Rossellini o de De Sica o de Pasolini (aunque también hubiera podido ser Berlanga o de Ferreri con Azcona mediante). Crear una atmósfera macilenta y satírica, lucense y onírica, costumbrista y esperpéntica era un reto que se logra a medias. Porque en la disposición de la trama en los primeros compases, uno atisba un tono y un ritmo; a continuación, este se diluye por vericuetos más prosaicos. El centro de atención sobre el que gira el montaje es Anna (por la Magnani), una Teresa Lozano tan aviesa como repelente; tan puntillosa en el control de sus hijas que resulta mutiladora de cualquier emancipación madura. Ni por asomo me la figuré como una mamma italiana; sino como a una señora gallega (aquí no hay acentos porque estamos en clave fabulística) que más me la creo como una Carmen Sotillo algo harta de cuidar a su marido y con ganas de tener libertad ―si es que esta no es un abismo una vez llegue el momento―. Sigue leyendo

Top Girls

Una larga y extravagante función que combina la invocación de históricas mujeres luchadoras con el mundo laboral de los londinenses años ochenta

Foto de marcosGpunto

Que esta obra de los años ochenta pase por actual para algunos espectadores es más producto de una propaganda ciega ante la realidad, que parece negar la posición real de las mujeres en la sociedad presente. Por eso, en verdad, el texto se ha quedado viejo en su denuncia. Pero vivimos tiempos en los que todo se pretende explicar a través de un chivo expiatorio, que hace mucho que despareció: el patriarcado ―no confundir con el machismo, que de ese aún queda mucho. Seguramente se ha querido recuperar esta función de Caryl Churchill, porque el feminismo imperante en estos instantes remite a ese de los setenta y ochenta, el marxista, el que niega la biología y solo acepta la influencia social y cultural en nuestro comportamiento. Entender la complejidad del mundo contemporáneo supone tener en cuenta la tecnología, la economía, la inmigración, el ocio, la cultura del espectáculo y muchos etcéteras que nos alejan de una respuesta certera. Top Girls es una propuesta reduccionista y sesgada que, desde el supuesto socialismo de la autora, aparta por omisión la existencia no precisamente fácil de todos esos varones (la mayoría) que deben luchar afanosamente por salir adelante en una sociedad muy exigente. Al menos hay que reconocer que nos enfrentamos a un argumento extraño, puesto que su estructura viene definida por actos verdaderamente distintos. Tanto es así, que el largo primer acto (casi una hora de duración), es una perfomance abierta que podría reducirse mucho o, todo lo contrario, desbordarse hasta lograr una consistencia y una autonomía. Sigue leyendo

La respiración

A Sanzol se le ha ido la mano en esta función y se ha puesto cursi hasta la saciedad

la_respiracion_escena_18Alfredo Sanzol es un dramaturgo perfectamente asentado y reconocido en la escena española. Tras un periodo en el que la estructura basada en sketchs de sus obras era la predominante (Sí, pero no lo soy o Delicadas o En la luna) ha pasado, desde Aventura! (2012), a historias que perviven en una única trama y en un solo argumento. Siempre se ha destacado el escritor navarro por su destreza a la hora de trazar diálogos ingeniosos, sorpresivos y repletos de un humor chocante y paradójico, muy basado en lo inverosímil, sin llegar al absurdo. Diríamos que La respiración y su anterior obra, La calma mágica, forman un díptico de la sanación. En aquella, Sanzol se curaba del fallecimiento de su padre y en esta que nos presenta en el Teatro de La Abadía, de su separación. Hablamos de dolor, angustia y parálisis frente a una vida que necesita recobrar el sentido. En ambas obras recurre al mismo proceso psicoterapéutico: la fantasía como forma de huida hacia lugares inexplorados para dejar que los recuerdos torturadores tomen un acomodo más llevadero. Pero lo que en La calma mágica era un viaje iniciático a través de una seta alucinógena, con tintes surrealistas y un relato vivo y zigzagueante; en esta, en La respiración, la protagonista, el alter ego de Alfredo Sanzol, nos sobrepasa con un discurso verborreico, excesivamente expuesto y tajante en el que apenas deja hueco para el requiebro. La situación es clara: sufre tanto que no puede vivir. Su madre intenta introducirla en otros ambientes para airearla, pero no asistimos a ningún proceso mágico o ritual, sencillamente aparecen unos personajes que la acogen con deseos de amor y sexo. Uno se esperaba, conociendo la trayectoria del autor, sus habilidades y su capacidad para el asunto profundo revestido de irónico circunloquio, algo más fraguado, menos evidente, menos cursi. Desgraciadamente parece que Sanzol ha soltado la espita del artista y se ha abierto en canal y nos ha lanzado todos sus sentimientos sin apenas freno. Sigue leyendo

El viaje a ninguna parte

Primero novela, luego película y ahora una versión teatral para El viaje a ninguna parte de Fernando Fernán Gómez

el-viaje_01Campo de La Mancha: árido, pobre y deshidratante. Los cómicos marchan con paso lento, cargando sus bártulos y su desesperanza de pueblo en pueblo. El cine y el fútbol compiten desigualmente con un repertorio efectista, popular y que, a pesar del empeño de sus entregados actores, no es más que un modo de supervivencia totalmente alejado de los focos que iluminan a las estrellas en la capital. El viaje a ninguna parte marca el ocaso de una profesión, entendida desde la artesanía, la paciencia y el pundonor, aunque la recompensa no sea monetaria y, a veces, ni siquiera espiritual. Sigue leyendo