Espectáculo musical sin enjundia dramatúrgica basado en los desgraciados avatares del violinista Aaron Lee
Se debe ser muy laxo para considerar que este espectáculo que acoge el Teatro Kamikaze para concluir su proyecto sea una obra teatral. Situar sobre el escenario a un virtuoso del violín (acompañado de un magnífico pianista como es Gaby Goldman) y, en paralelo, a una actriz que narra un relato, no genera por sí mismo una suma, una síntesis. Esta función carece de trabazón dramatúrgica y eso nos debe colocar en otra perspectiva si se quiere disfrutar. Si lo tomamos como un recital, entonces, qué duda cabe, posee un gran interés; sobre todo para los profanos; ya que se deambula entre lo popular y lo clásico (desde Alaska hasta Shostakovich pasando por Leonard Bernstein o John Williams) con dinamismo y pericia. En este sentido, está muy ajustado a un público general. El madrileño con antecedentes surcoreanos, Aaron Lee, sostiene su violín con vigor y con delicadeza para deleitarnos con la «Chacona» de Bach, en lo que se convierte en el momento álgido del montaje, una significativa explosión de confianza en sí mismo, cuando se vio tocando en la calle de Postas en Madrid, para ganarse el sustento diario. Apuntemos que la función es mayormente musical y que los apuntes desgraciados de la biografía de nuestro protagonista pretenden trazar un itinerario que parece más válido para una charla del BBVA sustentada por El País, que para la pulsión trágica. Sigue leyendo