Toni Acosta sufre en el escenario del Teatro Bellas Artes la marcha de su hijo en esta suave comedia de Juan Carlos Rubio
El dramaturgo Juan Carlos Rubio se ha buscado la vida para darle un marchamo cinematográfico a cada frase de este texto. Todo pensamiento, toda mirada, toda incursión por los pasillos y estancias del piso poseen su correlato, su glosa, fílmica. Estaremos de acuerdo que ahí está la ingeniosidad del montaje; pero que no deja de ser una carcasa para un argumento insignificante y endeble. Algo muy de andar por casa, que no incide en el drama de una madre sometida por el síndrome del nido vacío. No hay más que observar el espectáculo protagonizado el año pasado por Aitana Sánchez Gijón, de título La madre, para comprobar qué derivas se pueden emprender con el asunto. Sigue leyendo →
Los avatares de cómo se produjo la célebre película se convierten en una comedia repleta de ritmo con Gonzalo de Castro a la cabeza
Nada mejor que volver a devorar los entresijos del cine hollywoodiense para comprobar hasta qué punto se llevan perfilando esos productos no solo en busca de abundantes clientes, sino de votantes, de acólitos o de patriotas. Hoy, que vivimos en el paroxismo del algoritmo atomizador, aquello de cómo se pergeñó una de las películas más exitosas de la historia, nos parece pura artesanía; pero, desde luego, merece la pena auscultar las bambalinas, el atrezo y hasta los cambios azarosos. Sigue leyendo →
Laila Ripoll adapta la novela de Luisa Carnés para recuperar la memoria de aquel realismo social de los conflictivos años treinta previos a la guerra civil
Foto de marcosGpunto
Inadecuado y hasta espurio me parece encajar a la fuerza a Luisa Carnés (1905-1964) en el grupo del 27 y hasta en las Sinsombrero. No diré que su condición de mujer no influyera en su olvido; pero no estaría mal observar lo que le ocurrió a muchos escritores y escritoras de aquellos inicios del «realismo social», allá por 1928. Si observamos la nómina, acordaremos que la práctica totalidad han sido defenestrados. Contemplemos algunos ejemplos: José Díaz Fernández (autor de El blocao), César M. Arconada, Andrés Carranque de Ríos; o Matilde de la Torre y Rosa Arciniega. Si hasta María Teresa León ha caído en el abandono (tampoco intente comprar las obras completas de su ínclito marido). Sigue leyendo →
Laila Ripoll y Mariano Llorente nos trasladan al Desastre de Annual a través de un espectáculo de variedades como hilo conductor, que satiriza lo militar
El Centro Dramático Nacional está dando buena cuenta de la conmemoración del Desastre de Annual (1921) a través de dos obras de carácter humorístico. Primero fue Alfonso el Africano, y ahora toca Rif (de piojos y gas mostaza).
Laila Ripoll y Mariano Llorente vuelven a recurrir al café-cantante —como, de alguna manera, hicieron en El triángulo azul—, para edulcorar las angustias de la guerra en África y, también, para emitir una crítica socarrona sobre los consabidos vicios españoles. Este procedimiento vodevilesco arrumba en exceso la recreación histórica, pues esta queda expuesta con una serie de películas a modo de noticiarios que, a su vez, son explicados reiterativamente por parte del elenco. Sigue leyendo →
Paco Bezerra y Luis Luque firman en el Teatro Español una adaptación deshilachada del mito clásico
Volver a la figura clave del teatro sofocleo implica darle nuevos aires, ahondar en perspectivas inéditas y resignificar el símbolo esencial para demostrar que seguimos impresionados por su repercusión. Como han hecho otros tantos en los últimos tiempos, desde Sanzol hasta Sergio Blanco pasando por los portugueses Companhia do Chapitô o Gabriel Olivares con mayor o menor relevancia. Por ejemplo, debemos evaluar si el tabú del incesto sigue consternándonos de forma similar o si hasta nuestra supuesta liberalidad es capaz de quebrar un hecho tan oscuro. Paco Bezerra, quien ya intervino en otro clásico como Fedra, ha tramado un relato muy desigual en su intensidad y en su cohesión, que ha repercutido en la fallida dirección de Luis Luque. A lo mejor se buscado reconciliar a demasiados públicos con intereses diferentes. Sigue leyendo →
El Teatro Español acoge una propuesta desatinada sobre el célebre novelista, que firman Verónica Fernández e Ignacio del Moral
Foto de Esmeralda Martín
Repitamos por aquí que, si alguna razón de ser tiene celebrar los cien años de la muerte de Galdós, es para hacer revivir su obra; porque, como ocurre con toda la Literatura (sí, en mayúsculas) languidece por momentos. Hasta ahora, en el teatro, hemos podido contemplar varios proyectos de dudosa calidad y ninguna de ellos ha sido una representación o una adaptación de alguno de sus textos teatrales (salvo esas lecturas dramatizadas que dan la impresión de querer cumplir con un programa de festejos sin apostar verdaderamente por la causa). Parece que, sorpresivamente, su vida personal ha interesado más a los dramaturgos; aunque no tanto, a tenor de lo contemplado. Porque, si hace unas semanas me sentía decepcionado con el montaje Bien está que fuera tu tierra, Galdós; ahora me ocurre lo mismo con esta propuesta del Teatro Español. No se entiende bien a quién puede ir dirigido este deambular entre personajes y amantes de don Benito; puesto que no aporta gran cosa en un itinerario harto superficial. Y, lástima es afirmarlo, aburrido. Solo se puede entender este texto, si pensamos en un encargo; si elucubramos sobre unos límites impuestos (o excesivamente autoimpuestos); porque Verónica Fernández e Ignacio del Moral (recordemos que es el autor de la magnífica Espejo de víctima) firman un proyecto hecho a retazos, una fantasmagoría que no conduce ni al conocimiento del protagonista, ni a la semblanza aproximativa de su vida, ni a provocar en los espectadores unas sensaciones que los acerquen a una época. ¿Qué posibles espectadores? ¿Iletrados, turistas extranjeros, despistados que han oído hablar de uno que escribía muy bien? Sigue leyendo →
Una comedia de José Troncoso que incide en su visión fabulística, para mostrarnos a una sirvienta que anhela el brillo de la fama
El estilo que ha desarrollado José Troncoso definitivamente lo ha limitado. Su exigencia de seguir ciertos parámetros ha impedido que nos muestre nuevas obras con brío y capaces de llevarnos a vericuetos surrealistas y a situaciones auténticamente esperpénticas como ocurriera con su exitosa Las princesas del Pacífico. Y es que su fijación en algunas de sus técnicas dramatúrgicas le ha hecho olvidarse de la trama y del argumento que impulsen a sus personajes más allá de sus gestos estrafalarios. Ya se notó este abandono del relato en Lo nunca visto y más en Con lo bien que estábamos (Ferretería Esteban). Ahora, en La cresta de la ola se percibe el desgaste con claridad. Cuatro caracteres planos, como suele ser habitual en los apólogos, en las fábulas y en toda esa cuentística desde el Medievo hasta la actualidad que, esencialmente, buscan la moraleja inequívoca, el ejemplo didáctico. En esta ocasión, nos hallamos en una especie de patio palaciego, kitsch, como si fuera un templo oriental que ha diseñado Alessio Meloni con gran detallismo y coherencia. Allí trabajan una pareja de sirvientes, un matrimonio que, imaginamos, cumple afanosamente con su tarea en la retahíla cotidiana de los días iguales. Alicia Rodríguez hace de Victoria, una criada de cofia, una mujer que roza el patetismo y que habla de la muerte como el momento cumbre de su vida, y de su funeral ideal como el único instante de su existencia en el que podrá «sentirse» importante, ser protagonista. Sigue leyendo →
Una historia algo simplona para montar un cabaret con la brillante actuación de Jorge Usón y Carmen Barrantes
La compañía aragonesa Nueve de Nueve ha elegido para su nuevo proyecto a José Troncoso como dramaturgo y director. Se comprenden perfectamente los gustos de este grupo, pues continúa la línea estética que presentaron hace unas temporadas con La extinta poética. En aquella ocasión, fueron Eusebio Calonge y Paco de La Zaranda quienes estuvieron al frente del encargo. Si observamos los trabajos previos de Troncoso (Las princesas del Pacífico o Lo nunca visto), es fácil asumir la línea de continuidad. Por lo tanto, nos encontramos esta vez con las mismas influencias que se vienen reconociendo desde entonces. También con algunos vicios que forman parte de su estilo. Y es que nuevamente se nos estimula con guiños estrafalarios, esperpénticos, fantasiosos, grotescos, caricaturescos e irónicamente estereotípicos, que se recrean sin fin apartándose de un posible argumento y reduciendo la trama a un motivo esencial. Con lo bien que estábamos (Ferretería Esteban) es una obra con un solo concepto que pretende abundar en otras derivas; aunque no terminan de desarrollarse profundamente. Es, pienso, una función un tanto reiterativa en su relato y corta en su dimensión. Y todo ello por varios motivos. Seguramente el fundamental sea que sus personajes parten de una guiñolización excesiva. Son seres demasiado simples, autómatas que se engarzan en el engranaje de la cotidianidad, de la costumbre inapelable. Sigue leyendo →
Natalia Menéndez dirige la famosa obra de Miguel Mihura con un montaje con una factura magnífica
Foto de marcosGpunto
Seguramente el mayor problema que tiene esta obra de Miguel Mihura sea la pérdida del contexto para exprimir con mayor tino su crítica y su sátira sutil a una época. Ya, claro, no nos puede decir tanto como antaño, porque, por un lado, el matrimonio ya no es lo que era y; por otra, los personajes carpetovetónicos ahora son más pop y hedonistas de lo que ellos quisieran. Lo que realmente mantiene vigencia es el humor, tan genuino y chocante que hoy tiene una reverberación sin igual en la figura del humorista Joaquín Reyes (y su troupe). Es un humor basado en el ingenio, en buscar el recoveco de la palabra para lograr el chiste inverosímil, que se apoya en lo absurdo tanto como en la sagacidad, en la búsqueda de discursos alternativos, a veces, más sensatos que los reales. Es un humor, además, que requiere un oído atento para desentrañar el hallazgo extraño que llega de improviso y sin que se nos deje recuperar el aliento. Escuchamos a Groucho Marx, a Jardiel Poncela, a Tip y Coll, a los Monty Python y a esa lista de mentes privilegiadas capaces de establecer una nueva lógica a nuestra manera de pensar. Con Tres sombreros de copa ―a diferencia de otras comedias suyas (véase Maribel y la extraña familia)―, el ritmo no decae y el arco dramático que se establece en el inicio culmina muy proporcionalmente al final. Sigue leyendo →