Maribel y la extraña familia continúa representándose en agosto de la mano de Gerardo Vera
«El humor es verle la trampa a todo, darse cuenta de por dónde cojean las cosas; comprender que todo tiene un revés, que todas las cosas pueden ser de otra manera, sin que por ello dejen de ser tal como son», decía Mihura. Y lo podemos comprobar en la Maribel y la extraña familia que ha montado Gerardo Vera en el Infanta Isabel. Un montaje repleto de grandes detalles que agrandan la obra: los números musicales, las acertadas proyecciones de vídeo o la elección de los temas que suenan en los diferentes momentos. Pero no es el montaje lo que más resalta, sino, tratándose de Mihura, el humor. El humor de Mihura se ha recuperado en el último decenio con programas de televisión como La hora chanante o Muchachada nui comandados por Joaquín Reyes. En esos programas se ha vuelto a la extrañeza de la cotidianidad, a las conversaciones faltas de lógica y a la rareza que supone la ausencia de implicaturas, es decir, las cosas se muestran en primera instancia, tal como son, carentes de simbolismo para así desactivar el tópico o la convención. Como ocurre con Maribel la ropa o la forma de hablar, por ejemplo, no implican cierta profesión sino sencillamente modernidad, todo lo que pueda chirriar pasa por moderno, por actual y no hay que llevarse las manos a la cabeza. El problema de este humor es que a la gente más joven le ha llegado, como digo, a través de la televisión, del sketch, de la peripecia fugaz. Por lo tanto, cuando la experiencia televisiva confluye con la experiencia teatral el humor que inicialmente es muy reconocido, luego se hace algo espeso, sobre todo en el acto tercero, donde parece que la obra se trastabilla dando círculos alrededor de los temas que ya se han tocado, haciendo una especie de resumen que se hace interminable. Ciertamente, debería ser más breve y resolutivo, se enreda en exceso. Pero si uno es capaz de aparcar la velocidad a la que nos han acostumbrado la televisión y fundamentalmente internet, la obra sigue funcionando porque está llena de originalidad y porque los actores hacen que fluya de una manera portentosa. Empezando por Lucía Quintana que interpreta a Maribel y que demuestra una vez más su versatilidad y la comprensión de un personaje construido por la necesidad de adaptarse a situaciones antagónicas. Luego está la tía Paula, Alicia Hermida, que es la que de verdad infunde humor a la obra, es ella la que tiene un enfoque vital (no salir de casa en 50 años o contratar visitas) que da el contrapunto de choque. El resto acompaña con generosidad estas dos posturas con atinadas intervenciones para potenciar el humorismo y la extrañeza. En definitiva, a Maribel aún le quedan años antes de que las nuevas formas del humor la hagan envejecer.
Maribel y la extraña familia
Autor: Miguel Mihura
Dirección: Gerardo Vera
Reparto: Alicia Hermida, Abel Vitón, Chiqui Fernández, Sonsoles Benedicto, Markos Marín, Lucía Quintana, Javier Lara, Elisabet Gelabert y Macarena Sanz (con la colaboración de Carlota Gaviño como Susana)
Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Coreografía: Chevi Muraday
Videoescena: Álvaro Luna
Diseño de sonido: Ricardo Rey
Peluquería / Sastrería: Iris Dueñas
Maquillaje: Sylvie Imbert
Jefe técnico: José Luis Ramírez
Regidor: Octavio Romero
Ayudante de dirección: José Luis Arellano
Ayudante de escenografía: María Matas
Ayudante de vestuario: Carmen Mancebo
Jefe de producción: Jair Souza-Ferreira
Prensa: José Luis Collado
Fotografía cartel: Asís Ayerbe
Diseño gráfico: Ricardo Fernández
Construcción decorado: Odeon Decorados
Producción ejecutiva: Víctor Fernández Guerra
Producción: Grey Garden
Agradecimientos: Centro Dramático Nacional
Antoñita, viuda de Ruiz
Teatro Infanta Isabel (Madrid)
Hasta octubre de 2013
Calificación: ♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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