El triángulo azul se debate entre la carnavalada y el horror en un campo de concentración nazi
¿Por qué un pueblo como el alemán, con sus hitos filosóficos, sus músicos, sus escritores puede llevar a producir tal monstruosidad? Se lo pregunta Paul Ricken, encargado de fotografiar cada una de las atrocidades que ocurran en Mauthausen, mientras nos conduce durante toda la historia de los españoles llegados allí para luchar por la supervivencia. Este fotógrafo es interpretado por Paco Obregón con una tristeza que va in crescendo hasta configurar un personaje-huella de aquel infierno. Lo primero que se debe comentar de esta obra es que resulta necesaria y que Laila Ripoll y Mariano Llorente han escrito un texto capaz de zarandear a cualquier espectador. Su propuesta entre musical y catastrófica, con esas actuaciones musicales con letras macabras y alegres bailes de pasodoble, de chotis (con pareja de osamenta), configuran un cabaret angustioso, heroico, asfixiante y luchador. Y si alguna de las actuaciones puede que resulte abusiva y alargue en exceso la obra, quizás sea porque, a veces, se nos olvida que aquello fue una verdadera hecatombe y eso nos estomague. Como un auténtico manual de supervivencia, los ayudantes de Ricken, dos españolitos con su triángulo azul (de apátridas) rellenado con la S (de españoles) cosida a la chaqueta de rayas, trazan su plan para sacar ese material del campo. Les dan vida Marcos León, casi de vuelta de todo, y José Luis Patiño, que estuvo interpretando hasta hace unos meses a Tomás Moro y que, al igual que entonces, muestra una actuación sobresaliente, con un manejo de las emociones muy medido y que, además, en las actuaciones musicales se erige en verdadero showman. Otros dos españoles completan el cuarteto ofreciendo mayor contraste a un relato donde cada paso se juega en la cuerda floja. Jorge Varandela es el más joven, el inocentón que cuando se lanza al vodevil enseña todas sus dotes; y luego está Manuel Agredano, un hombre lleno de odios, capaz de vender a sus compatriotas. Por otra parte, Mariano Llorente, aparte de su labor como dramaturgo, da vida (o muerte) a Brettmeier, un sanguinario nazi que es representado con una insidia desmesurada y aterradora. Finalmente, Elisabet Altube se encarna en una gitana, prostituida, para darnos una lección de pundonor a través de un cuerpo frágil. Suena la música del violín, del clarinete y del acordeón a lo largo de dos horas, gracias a un trío que se adapta a las circunstancias, entre tiros, sogas, fotos gigantescas del infierno, el humo del crematorio, el alcohol, el miedo, las pizcas de esperanza, una caverna con un sumidero en el medio. Cantan, bailan. El sarcasmo los libera durante unos instantes de la estulticia. Una danza de la muerte con máscaras. El triángulo azul está repleta de contrastes de dolor y liberación. Un gran homenaje.
El triángulo azul
Autores: Laila Ripoll y Mariano Llorente
Dirección: Laila Ripoll
Reparto: Manuel Agredano, Elisabet Altube, Marcos León, Mariano Llorente, Paco Obregón, José Luis Patiño y Jorge Varandela
Músicos: Carlos Blázquez, Carlos Gonzalvo y David Sanz
Escenografía: Arturo Martín Burgos
Iluminación: Luis Perdiguero
Vestuario: Almudena Rodríguez
Música: Pedro Esparza
Videoescena: Álvaro Luna
Teatro Valle-Inclán (Sala Francisco Nieva) (Madrid)
Hasta el 25 de mayo de 2014
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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