Vania x Vania

Pablo Remón somete a los muy teatristas a una experiencia sublime con el clásico de Chéjov multiplicado

Vania x Vania - Foto de Vanesa Rabade
Foto de Vanesa Rabade

¿Qué hacemos con esto? ¿Doblete o no doblete? ¿Se imbrican o las imbricamos? ¿Teatro para muy teatreros? En Madrid (y en otras grandes capitales) algunos teatristas asistimos en un día a ver dos espectáculos seguidos. Entre ellos, queramos o no, dialogan; porque uno vive siempre la experiencia estética con ansias. Sales de un Lorca y te vas otro. Lo mismo con Shakespeare. Con Chéjov. Están exprimidos. Pero también tenemos que reconocer que cualquiera que tenga una vida culturalmente rica (o abundante) establece vasos comunicantes con todo tipo de obras (películas, series, libros, cuadros, músicas,…) y, además, con la propia realidad de su tiempo. Debemos introducir el término palimpsesto textual (o cultural). Descubrimos en el teatro capas y capas de versiones que se interrelacionan y que se amasan con otras capas fenomenológicas que afluyen en la creación. Pablo Remón (como todos los dramaturgistas) tiene que decidir de qué modo, desde qué perspectiva, ataca al Tío Vania. Él dirá que en su cabeza hay decenas de posibilidades, que a lo largo de los ensayos se van sintetizando y creando microversiones, y que, incluso, si nos ponemos estrictos (y algo cursis), cada pieza implicará una sutil variación. Esto nos destina al receptor, quien debe acudir con sus rayos x a desencriptar el palimpsesto. Esto es a lo que aspira el crítico con cada montaje. ¿Qué está ahí «adentrado»? Cómo en la primera versión no voy a estar reviviendo el Vania de Rigola. Igualmente, se puede traer el espíritu de La función por hacer. Nada nuevo bajo el sol, excepto, y creo que en el fondo esto es lo importante y fundamental. El ESTILO REMÓN. Si a usted le interesa, le gusta, le fascina su humor, pues aquí se magnifica y se disfruta enormemente. De este director creo haberlo visto absolutamente todo, y pienso que su comicidad está repleta de inteligencia, de astucia y de una ironía sagaz desbordante. Esto que presenta, en cierta medida, ya lo había realizado con Barbados, etcétera y con Barbados, 2022. Formalmente más complejas; aunque en contenido, un tanto difusas.

Si vamos sobre la versión 1 (aforo reducido. Seis de la tarde. Hora y cincuenta minutos de duración. Como la próxima). Tenemos seis sillas y la iluminación de David Picazo percutiendo el espacio. Tenemos el texto del dramaturgo ruso y las intervenciones briosas y hasta graciosas del dramaturgo español. El color de su vestimenta casual resulta simbólico (acierto de Ana López). Ante todo, prima la intensidad. El despliegue actoral es soberbio. Su entrega, su pulsión. Lo que marcan ahí, nos deja la huella para la siguiente propuesta. De eso se trata, del indicio, de la muesca, del dibujo bajo la tela que se mantiene en la memoria del pintor. Cada uno de los diálogos lleva el efluvio etílico y un desgarro existencial hiperconcentrado. Las flores que se le caen a nuestro protagonista son la certeza de su derrota anunciada. Vuelven a resultar un pelín pesado el último cuarto de hora, suele ocurrir, ya que no acaba de cerrarse el asunto. Lo curioso, por el ritmo impuesto, es que luego eso no ocurrirá.

Si vamos sobre la versión 2 (aforo superior. Ocho y media de la tarde. Hora y cincuenta minutos de duración. Como la anterior). Tenemos una escenografía doble que Monica Boromello ha ideado. Una dacha en la estepa y una casa en un pueblo toledano. Repleto de detalles. Como tiempos adosados. No se exprime en exceso el jugueteo (aunque se escuche nombrar a San Petersburgo); pero sirve para requeteversionar el meollo. Israel Elejalde se queda con el médico. En la previa se pone más profundo, en esta casi gamberro, bailongo. Bastante macho alfa, intelectualizado, con sus mapas de sus bosques, como buen conservacionista, usados para impresionar. Borracho, desde luego. Visitante habitual, como tipo solitario, apesadumbrado por un niño que se le murió. Después, enfrente, Javier Cámara. Es un cachondo peculiar. Es el de 7 vidas y el de Vota Juan (y secuelas). El de Los farsantes. ¿Quién puede hablar así de Oviedo y su limpieza? ¿Quién puede, de esa manera, soñar con ganar Masterchef? (gran influencia, observo, de Sanzol) ¿Quién puede hacer de perdedor y hasta de asesino fracasado como él? Es nuestro Vania castizo. Marina Salas hace de Sonia, la hija. Pasa de la compunción grandilocuente y sensiblona de la primera visión, a la joven más madura y convincente en la segunda. Puro sufrimiento amoroso. Agonía sin igual. La más viva de todos en su bondadosa ingenuidad. Mientras que Manuela Paso vuelve con ese gracejo suyo entremezclado de displicencia para hacer de ama. Ella consigue adquirir sintonía con todos. Incluso con ese matrimonio que se les ha colado en su hacienda. Marta Nieto se encarna, por supuesto, en la bella Elena. Muestra gran soltura y altivez, mientras los varones sucumben al hechizo de su hermosura; para desbaratarse con el enamoramiento del médico. Su marido, más mayor, es un escritor que se mueve entre la pedantería insoportable de la tentativa inicial a la energía con la que defiende sus artículos sobre Azaña (nada menos). Juan Codina rearma la extravagancia de su personaje hasta encauzarlo en un individuo más corriente.

Responderé a la pregunta clave: ¿esto aporta algo? Más que contraposición, hay una línea de continuidad, una sutileza remoniana en las intensidades, en el humorismo, en ir más allá hasta alcanzar lo estrafalario sin abandonar el soporte serio de la melancolía. La vida, según Chéjov, sigue estando, con toda su densidad; pero también la retranca española, a lo Faemino y Cansado. Y, evidentemente, romanticismo. Que es nuestra salvación. A mí, en definitiva, me ha interesado más la segunda; porque es más fresca, más innovadora, más atrayente; pues ya hemos visto demasiadas veces al clásico Tío Vania. La contemplo en relación a Doña Rosita, anotada, pues el autor introduce el costumbrismo más descacharrante haciendo esperpento con la atmósfera rural.

Ahora, después de verlas seguidas. ¿Qué quieren que les diga? ¡Qué disfrute!

Vania x Vania

Texto y dirección: Pablo Remón

Reparto: Javier Cámara, Juan Codina, Israel Elejalde, Marta Nieto, Manuela Paso y Marina Salas

Diseño de espacio escénico: Monica Boromello

Ayudante de espacio escénico: María Abad

Diseño de iluminación: David Picazo

Diseño de vestuario: Ana López

Diseño de sonido: Sandra Vicente

Ayudante de sonido: Kevin Dornan

Producción ejecutiva (Teatro Kamikaze): Pablo Ramos Escola

Dirección de producción (Teatro Kamikaze): Jordi Buxó y Aitor Tejada

Ayudante de dirección: Raquel Alarcón

Asistente de dirección: Laura Garmo

Una coproducción de Teatro Español y Teatro Kamikaze

Naves del Español en Matadero (Madrid)

Hasta el 7 de abril de 2024

Calificación:

Versión 1: ♦♦♦

Versión 2: ♦♦♦♦

Doblete: ♦♦♦♦♦

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2 comentarios en “Vania x Vania

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