Amistad

Juan Mayorga nos entrega una comedia sin demasiada gracia sobre tres amigos que dialogan durante sus propios velatorios fingidos. Un planteamiento que inicialmente llama la atención, pero que resulta demasiado repetitivo

Amistad - Foto de Javier Naval
Foto de Javier Naval

Hace unos años echaron un programa en televisión que se llamaba El cielo puede esperar. Era un funeral fingido dedicado a una celebridad de nuestro país. El asunto tenía su gracia; pues los colegas aprovechaban la circunstancia para elaborar algún panegírico entreverado de chanza y amor. Aquí los protagonistas de Mayorga juegan a algo similar; aunque el tema solo da para esbozar alguna sonrisa.

Nuestro más laureado autor teatral vivo ha bajado mucho el pistón desde El Golem de la temporada anterior. ¿Qué falla en Amistad? Pues el planteamiento en sí, cuando la mera repetición del esquema inicial pone sobre aviso al espectador y este se aburre con anticipación. Se percibe que esos personajes no esconden demasiado, que son tan comunes que se va a caer en ese estereotipo de que los hombres no hablan de su intimidad y de que, en realidad, sus amigos están ahí solo para confirmar su propio ego. El narcisismo competitivo del macho. Esto resulta ya bastante desfasado como para atenderlo con cuidado hoy en día. Sigue leyendo

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Los nadadores diurnos

José Manuel Mora y Carlota Ferrer ofrecen en el Matadero una desparramada extensión de su éxito Los nadadores nocturnos

Los nadadores diurnos - Foto de Javier Naval
Foto de Javier Naval

Darle otra vuelta de tuerca al impacto dramatúrgico que logró hace nueve años Los nadadores nocturnos ese mismo espacio del Matadero alentaba las expectativas. No obstante, si el texto de José Manuel Mora es un collage triturante de metafísica, religión, estética y depresión, la dirección de Carlota Ferrer se ve superada por el desparrame, y no logra cohesionar mínimamente una pieza que vive de algunas escenas solventes. Si fueran unos jovenzuelos haciendo su carta de presentación, diríamos que sus ansias por epatar les han hecho descarrilar. Claro que, sobre el tapiz, se ve el lenguaje usual de este tándem, pues ya son varios los proyectos que hemos podido contemplar en los últimos años —el más apreciable El último rinoceronte blanco—. Sigue leyendo

La sumisión y el porvenir está en los huevos

Morfeo Teatro se agarra a este díptico de Ionesco, para abordar la desazón de un joven que no quiere procrear

La sumisión y el porvenir está en los huevos - Foto de Francisco Álvarez
Foto de Francisco Álvarez

Todo el humor absurdo ha sido integrado de tal manera en nuestra sociedad que, ya se habla de la postironía para definir a aquellos idealistas que creen con fuerza en su activismo, en sus proclamas; pero que se ven incapaces de cumplirlo. Véanse esas pobres gentes que sufren ecoansiedad debido a la impotencia de observar que su labor es insuficiente para salvar el planeta. Quien lleva de forma humorística este extremo son los malhadados de Homo Velamine, quienes han tenido que pagar por su osadía literalista en una sociedad que cada vez entiende peor las metáforas y, sobre todo, la ironía. Por resulta tan interesante volver a Ionesco, porque él sí que se mueve en la conjunción de la susodicha ironía y la crítica social, desde una ridiculización autoasumida de sus propios personajes. Sigue leyendo

La Florida

Víctor Sánchez Rodríguez firma una parodia del género negro con una pretendida indagación existencial de los trabajadores durante la temporada baja en el Levante

La Florida - Foto de Coral Ortiz
Foto de Coral Ortiz

En gran medida, el cine negro paródico ha triunfado en las últimas décadas infinitamente, mientras el propio género (serio) también ha asumido su parte irónica. Tenemos gansadas tipo Austin Powers, homenajes a 007 como Kingsman o propuestas más lúdicas como el éxito de Puñales por la espalda. El asesinado no nos conmueve. Incluso, en muchas ocasiones, ni aparece el muerto. Queda, en definitiva, como la excusa para que el detective en cuestión demuestre sus dotes intuitivas, para dar con una solución que a todo el mundo se le escapa. En el teatro, casi no hemos tenido oportunidad de disfrutar del género, aunque se llevara a escena hace poco La gota de sangre, de Emilia Pardo Bazán o podamos recordar la Carlota, de Mihura. Me quedo con Perdona si te mato, amor, de Carlota Pérez-Reverte; porque me parece el ejemplo más pertinente para compararla con La Florida, de Víctor Sánchez. Sigue leyendo

Elogio de la estupidez

Darío Facal firma una comedia generacional que pretende dar cuenta de cómo unos personajes llenos de ignorancia y sin desarrollo vital posible ocupan su tiempo con distintas ocurrencias

Elogio de la estupidez - Foto de Coral Ortiz
Foto de Coral de Ortiz

Afirmar que esta obra se inspira en Bouvard y Pécuchet es mucho decir. Porque sí, aquellos personajes flaubertianos se conocieron de improviso y tuvieron el enamoramiento de la amistad. Eran unos ignorantes en multitud de materias y, movidos por una fuerza sobrevenida, se pusieron a investigar con afán de dominio; pero abocados al fracaso. Querían saber. No así nuestros Agustín y Mario, que Darío Facal los ha dibujado como a otros perdedores más que se suman a la lista de nuestra España. ¿Y de Erasmo de Rotterdam y su célebre ensayo? Pues únicamente el título; puesto que la ironía que se destila en este montaje va por vía naíf y no aspira a la crítica política.

Elogio de la estupidez es como esas comedias de situación que encapsulan a sus protagonistas en una especie de mundo aparte. Véase Friends —¿cómo pudimos admirar esa serie?—. Ahora que hemos vuelto a la ingenuidad, y muchos jóvenes prefieren quedarse en casa los fines de semana y renunciar al botellón, y se encierra uno muchísimo en la red social favorita hasta quedar ahíto, la función esta, al menos, sirve como ejemplo de la nadería contemporánea. Llamarla nihilista me parecería un piropo. Esto, definitivamente, no es Beavis and Butt-Head. Sigue leyendo

True West

Tristán Ulloa y Kike Guaza se encarnan en los hermanos que protagonizan esta historia con tintes de western, escrita por el actor y dramaturgo Sam Shepard, y que dirige Montse Tixé en el Matadero

True West - Foto de Javier Naval
Foto de Javier Naval

Si Sam Shepard, en esta obra que estrenó en 1980, quería dejar patente el espíritu del «verdadero oeste» americano; entonces hemos de deducir que lo halla en la competencia violenta entre hermanos. Conquistar esa inmensidad salvaje, llegar el primero, enriquecerse como nadie y dejar que aquel espacio sin leyes definidas, si Dios lo consiente, configuran un mito que llega hasta el presente.

Uno se hace en el otro, uno invade el territorio del rival para realizarse y liberarse de sus más claras ataduras. Uno queriendo demostrar su inteligencia, su imaginación a través de la pura vivencia, para imponerse a la fantasía artificial del guionista. Mientras que, a la inversa, el apocado, el buenecito, el caritativo que ha ayudado tanto a su padre, anhela quitarse el corsé, y no solo se agarra a la botella imperiosamente; sino que se convierte en un pasota y en un ladrón. Lo interesante es que no les vale para autorrealizarse y avanzar en su vida desde una purificación esperanzadora, sino que se acaban autodestruyendo, con la aquiescencia de su madre que, de alguna forma, se lo veía venir, pues de tal palo tales astillas. A la postre, debemos pensar que Lee ha infectado a Austin, pues este último no necesita desbravarse de esa manera tan infantil. Porque sí, ambos, en gran medida, son unos inmaduros, que nos lanzan casi al slapstick propio del Chaplin en alguno de sus papeles como borrachín. Y es ahí cuando logran hacernos reír. Sigue leyendo

La voluntad de creer

Pablo Messiez ha partido de la obra La palabra (Ordet), popularizada en el cine por C. T. Dreyer, para actualizar la relación entre la fe y la verdad, en un espectáculo dotado con una inteligente ironía

La voluntad de creer - Foto de Laia Nogueras
Foto de Laia Nogueras

Pablo Messiez ha traído con soberana inteligencia el drama realista (La palabra) del danés Kaj Munk, convertido en un clásico del cine por Dreyer, a nuestro presente vaporoso desde una ironía demoledora. Y, aunque parezca increíble, ha logrado desarrollar una función altamente divertida, con tintes berlanguianos y absurdos.

Primeramente, el dramaturgo y director porteño suelta a su habitual troupe para que nos convoquen hacia el acontecimiento. Crean una atmósfera anticipatoria muy fértil, que pretende romper con la cuarta pared en un diálogo con el público que no irá únicamente por la trillada idea metateatral, sino hacia una dimensión religiosa, estética o existencial, según sea el lugar desde el que accedamos al relato. Sigue leyendo

Cada vez nos despedimos mejor

Diego Luna impone su gracia y su apostura escénica para contarnos un relato de amor algo tópico. Los distintos avatares de la reciente historia mexicana sostienen el texto de Alejandro Ricaño

Cada vez nos despedimos mejor - FotoVamos a reconocer juntos que, si esta historia se enfocara con el marchamo hollywoodiense, el tufo a película (o peor, novela) romanticona tipo El diario de Noa sería patente; porque el espinazo de este texto de Alejandro Ricaño posee algo de ñoñería. Esta se sortea habilidosamente adobando el espectáculo con una contextualización sociopolítica muy pertinente, con unos saltos en el tiempo repletos de dinamismo, con unos rasgos de humor negro más que sagaces y con una interpretación de Diego Luna tan entrañable como cautivadora. Por todo ello, es necesario asumir, más allá de la comicidad, de los trucos de ese teatro cercano con guiños al público, que escarbar en la historia de México, en sus avatares y en sus atrocidades, es disponer más que un paisaje, es una hendidura en la vida cotidiana sobre la que no se puede despreciar el amor; pues de algo hay que existir. Sigue leyendo

Malvivir

Aitana Sánchez-Gijón y Marta Poveda dan brío inconmensurable a la picaresca española a partir del texto que firma Álvaro Tato

Malvivir - Foto de David RuizMi desconfianza inicial partía de las fotos. En el mal gusto de presentar así a unas pícaras en un cartel tan anticuado. Y no es que siempre los textos del barroco tengan que ilustrarse desde el realismo más sucio; sino que aquí se nos avanza una mezcla de vestuario que parece una insensatez. Porque da la impresión de que Tatiana de Sarabia ha intentado acercar al público actual a las pícaras de entonces y las ha vestido como si fueran una especie de superheroínas con unos trajes verde esperanza bastante ajustados que las convierten en unas bufonas de alguna baraja de Fournier, y luego como detectives, como si fueran Blacksad o El gato con botas. Sigue leyendo