José Manuel Mora y Carlota Ferrer ofrecen en el Matadero una desparramada extensión de su éxito Los nadadores nocturnos

Darle otra vuelta de tuerca al impacto dramatúrgico que logró hace nueve años Los nadadores nocturnos ese mismo espacio del Matadero alentaba las expectativas. No obstante, si el texto de José Manuel Mora es un collage triturante de metafísica, religión, estética y depresión, la dirección de Carlota Ferrer se ve superada por el desparrame, y no logra cohesionar mínimamente una pieza que vive de algunas escenas solventes. Si fueran unos jovenzuelos haciendo su carta de presentación, diríamos que sus ansias por epatar les han hecho descarrilar. Claro que, sobre el tapiz, se ve el lenguaje usual de este tándem, pues ya son varios los proyectos que hemos podido contemplar en los últimos años —el más apreciable El último rinoceronte blanco—. Sigue leyendo