Muñeca de porcelana

La última obra del prestigioso dramaturgo David Mamet, interpretada exitosamente por José Sacristán

muecaporcelana_fotosergioparra_002La historia del ricachón, del mafioso, del macho alfa bañado en pasta gansa, del millonario caprichoso en perpetua competición con sus congéneres por la fanfarronada mayor, la hemos escuchado y visto en multitud de ocasiones. Es un tópico y uno espera que la peculiaridad le reporte algún interés; pero aquí, en Muñeca de porcelana, David Mamet, que se sabe su oficio como el ebanista que cincela un chifonier con los ojos cerrados, ha empleado sus recursos afilados de guionista y dramaturgo para construir una pieza destinada únicamente al lucimiento de aquel que se ponga en la carne de Mike Ross, ya sea Al Pacino o José Sacristán. Por debajo vislumbramos un guion medido en espacio y tiempo. Una estructura de vaivén que modula nuestras emociones para desembocar en un final que, sea el que sea, a nadie le va a extrañar, puesto que Mamet se rige por los principios de la verosimilitud, aunque nos engañe con sus trucos de cadencia. Esta es la típica obra que escriben los buenos guionistas de todas estas series de televisión que tanto éxito tienen y han tenido como Los Soprano o, en zona patria, Crematorio. La cuestión es que si aplicamos criterios artísticos, criterios del arte dramático, el espectador puede exigir más, mucho más: otros recovecos, otras miradas, otros recorridos, otros antagonismos y, sobre todo, otras formas. Porque, tanto el protagonista como su servicial ayudante, giran en torno al estereotipo desviándose muy levemente en algunos detalles. Mike Ross, el soberbio milloneti que recientemente ha adquirido un avión, símbolo de sus ansias estratosféricas y, además, de su hundimiento cuando entra en barrena, cumple con su chulería, con sus lecciones dogmáticas sobre la vida, sobre las adoraciones al Dios Dinero y sobre cómo se debe competir contra aquellos que te envidian y que desean tu aniquilación. Aunque no vemos a su chica, nos imaginamos a una jovencita rubia, de esas que estos señorones compran a precio de ganga, pero que luego, gracias a su cotización en los grandes mercados, se convierte en una preciada muñeca de porcelana que se debe cuidar con primor. Y con esto encima, José Sacristán, desde la primera palabra ─todo un disparo de salida que marca un tono fascinante para el público, que no ceja en un solo instante─ hasta la última encarna su personaje con toda su galería de tics, entonaciones, risas socarronas y desplantes repletos de elegancia. ¿Qué pega se le puede poner? Ninguna, su credibilidad encima del escenario es máxima; tal y como nos tiene acostumbrados (podemos recordar aquí su gran actuación en El loco de los balcones de Vargas Llosa). Le sigue la corriente Javier Godino, que también participaba en la obra del Nobel, aquí le toca un perfil demasiado bajo, excesivamente complaciente con las ínfulas de su jefe y, por eso, al final, le cuesta un poco remontar cuando quiere sacar el tímido carácter que demuestra poseer. Desde luego la coordinación de los dos actores con la manipulación constante de los aparatos telefónicos y de sus propias intervenciones es fantástica, y favorece al ritmo que se requiere para una función tan concentrada y fulgurante. Una de las mayores virtudes de la función es el uso del teléfono. Discutir y negociar a través de un móvil puede llegar a ser muy sugerente. Fomenta nuestra imaginación: cómo será su amante y futura esposa, cómo le hablarán los abogados que intentan hundirlo y, también, de qué pasta estará hecho El Niño, su auténtico rival, el Gobernador que ha sabido buscarle las vueltas con líos burocráticos, con una estrategia parecida a la que se usó con Al Capone cuando fue enchironado de parte de Hacienda. Otro aspecto a destacar es la escenografía de Curt Allen Wilmer (ya valoramos muy positivamente por aquí su labor en La Estrella de Sevilla) que ha ideado unos armarios que dan cuenta de la obsesión por el orden de Mike Ross (se permite tirar una corbata usada a la papelera) y que valen también como delimitador del espacio; sirviendo igual como despacho o como apartamento. Nuevamente, la mano de Juan Carlos Rubio (uno de los directores más pertinaces del teatro español; esta temporada ya hemos visto su trabajo en El príncipe y en Páncreas) mece una obra de calidad, de buena factura, pero sin el riesgo que seguimos requiriendo en lugares como en el Matadero y con actores de tanto calibre.

Muñeca de porcelana

Autor: David Mamet

Versión: Bernabé Rico

Director: Juan Carlos Rubio

Reparto: José Sacristán y Javier Godino

Ayudante de dirección: Chus Martínez

Diseño escenografía: Curt Allen Wilmer

Diseño de iluminación: José Manuel Guerra

Diseño sonido: Mariano García

Figurinista: Guadalupe Valero

Fotografía: Sergio Parra

Comunicación y RRSS: Daniel de Vicente

Producción ejecutiva: Bernabé Rico

Producción: TalyCual y Bravo Teatro

Naves del Español – Matadero (Madrid)

Hasta el 10 de abril de 2016

Calificación: ♦♦♦

Texto publicado originalmente en El Pulso.

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6 comentarios en “Muñeca de porcelana

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