Patxi Telleria ha cuajado en verso un artefacto perfectamente engrasado, una comedia repleta de dilemas

Si en otras ocasiones la pretenciosidad sobresale en propuestas que hacen aguas por doquier, aquí, en Páncreas, una sencilla trama, sin más trascendencia que plantear un doble y hasta triple dilema moral que se acomoda entre la parodia de la novela negra y la comedia de enredo, encontramos un artefacto perfectamente engrasado, un juguetito dramatúrgico donde las piezas encajan coherentemente durante poco más de una hora. Posee, por lo tanto, no solo un envoltorio atractivo, sino también un procedimiento sugerente. En definitiva, cuenta con suficientes elementos como para que el público pase un buen rato y se deleite con unas actuaciones surgidas de tres actores, tan experimentados, que expelen su alegría y suficiencia en unos papeles en absoluto fáciles. La historia resume la vida de tres hombres que han llegado a ser amigos a través de una serie de peripecias vitales de las que dan cuenta en un prólogo donde ya se da comienzo al ritmo ágil y despierto que arrastra la función. Además, la obra que ha escrito Patxi Telleria posee la peculiaridad de que emplea el verso, aunque ha tenido la habilidad de utilizar endecasílabos, alejandrinos y otros metros de arte mayor que no fuerzan tanto la rima. Este hecho les permite jugar en los diálogos y favorecer el entresijo combinando estrofas entre unos y otros, además de otros recursos retóricos como la ironía, la paradoja o la preterición. El embrollo comienza, ciertamente, cuando nos enteramos de que Javilo, el personaje que interpreta Alfonso Lara con esa cadencia falsamente enfermiza y arrastrada, de que posee una grave afección en el páncreas. Ante tal desgracia, Fernando Cayo, con el papel de César, propone todo un dilema de imposible resolución kantiana. Cayo vuelve a ofrecer toda su grandiosidad y su arte generoso y versátil, tan capaz de redondear sus personajes hasta el máximo. Y lo que resulta es que Raúl, el tercer amigo, aquel que Santiago Ramos acoge con esa elocuencia tan peculiar en su modo de expresión y tan contenida para evitar el desparrame en la comedieta, había jurado que se suicidaría a los sesenta años (algo que sucedería en pocos meses). Cualquiera se puede hacer cargo de la idea para salvar al enfermo. El enredo transcurre entre idas y venidas, recorriendo todo un escenario macilento y funerario creado por José Luis Raymond, y que permite una gran movilidad a los protagonistas, además de contribuir a la propensión del enredo. Igualmente se debe resaltar el adecuado vestuario ideado por María Luisa Engel y la inmejorable iluminación de José Manuel Guerra, que nos surte de sutiles pistas antes del desenlace. A lo que se debe añadir la música de Miguel Linares y el apoyo de Federico Barrios como asesor de movimiento corporal. Es innegable que esta obra posee detalles que, sin un buen equipo, no hubieran brillado en la composición final. En verdad, Páncreas no acomete grandes honduras filosóficas, pero posee un aura de combinación teatral que permite desengrasarnos lo suficiente. Si en su última obra, El príncipe, Juan Carlos Rubio no acertó con la propuesta, en este caso dirige un artefacto verdaderamente atractivo.
Autor: Patxo Telleria
Dirección: Juan Carlos Rubio
Reparto: Fernando Cayo, Alfonso Lara y Santiago Ramos
Escenografía: José Luis Raymond
Vestuario: María Luisa Engel
Iluminación: José Manuel Guerra
Diseño de sonido: Sandra Vicente
Música original y espacio sonoro: Miguel Linares
Asesor de movimiento corporal: Federico Barrios
Ayudantes de dirección: Chus Martínez y Juanma Casero
Imagen: Malou Bergman
Diseño de cartel: Isidro Ferrer
Fotos: Sergio Parra
Teatro Valle-Inclán (Madrid)
Hasta el 24 de enero de 2016
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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