Una obra histórica del Siglo de Oro, con Sancho IV de protagonista, envuelta en una sugerente escenografía
Lo primero que cabe afirmar sobre La Estrella de Sevilla es que, según los argumentos del profesor Rodríguez López-Vázquez, si de alguien es esta obra, es de Andrés de Claramonte; un autor, desde luego, mucho menos célebre que su coetáneo Lope de Vega. Después hay que continuar declarando que, a pesar de que el argumento no ofrezca mucha originalidad respecto a otras obras sobre reyes despóticos, sí que resulta interesante, tanto por la estructura, tan bien equilibrada, como por la creación de personajes que se deben redondear con el paso del tiempo. Pero si por algo merece la pena el espectáculo que han pergeñado Alfonso Zurro y su equipo, es por su gusto escénico. El trabajo de Curt Allen con el vestuario, tan anacrónico y a la vez adecuado para el diseño de la escenografía, con apenas unas varas enormes que se van clavando en el suelo luminoso, según las necesidades de la acción, creando espacios invisibles, compone una Sevilla imaginaria que recibe la luz simbólica y rotunda que ha preparado Florencio Ortiz. Luego, apenas unos elementos muy bien seleccionados como un trono ligeramente esbozado. Además, se le suma una música que encaja exquisitamente. En verdad que la estética de esta obra es admirable. Luego, la mano de Zurro dirige a los actores con delicadeza. Introduce elementos didácticos en el mejor sentido: un leve juego metateatral en el inicio, una presentación sucinta de los personajes y de los lugares, y, después, todos los siete intervinientes pululando durante la hora y media dentro del escenario, moviéndose con fluidez entre las varas que van enmarcando las tablas. Por supuesto, cuenta con un elenco que, ante todo, demuestra profesionalidad, con un verso que se declama rotundo. Destacaría entre ellos a Pablo Gómez-Pando, su expresión interpretando a Sancho Ortiz, el pretendiente de Estrella, está llena de seguridad, y resulta implacable durante los diferentes momentos emotivos en los que se ve envuelto. Lógicamente, la voz cantante la lleva el Rey Don Sancho IV, que ha viajado hasta Sevilla, una vez se ha convertido en monarca, y que Manuel Monteagudo despacha con esa soberbia y despotismo de un rey antojadizo. Rebeca Torres cumple adecuadamente con su labor al presentarnos una Estrella en ciertos aspectos contradictoria, por un lado parece muy delicada y, por el otro, se muestra llena de energía y braveza. También, José Luis Verguizas, como hermano de Estrella, juega con sus capacidades interpretativas de forma efectiva. Finalmente, el resto de la compañía apuntala con breves intervenciones una obra breve, sencilla, pero compuesta de toda una gama de manifestaciones artísticas que le hacen cobrar mucho más valor.
Autor: Andrés de Claramonte o ¿Lope de Vega?
Dirección y versión: Alfonso Zurro
Reparto: Rebeca Torres, Manuel Monteagudo, Pablo Gómez-Pando, José Luis Verguizas, Antonio Campos, Manuel Rodríguez y Alicia Moruno
Producción: Juan Motilla y Noelia Díez
Diseño de vestuario y escenografía: Curt Allen Wilmer
Diseño de iluminación: Florencio Ortiz
Espacio sonoro: Jasio Velasco
Lucha escénica: Juan Motilla
Teatro Fernán Gómez (Madrid)
Hasta el 25 de octubre de 2015
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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