La culpa

El último texto del norteamericano David Mamet es un breve ejercicio dramático con tintes religiosos y poco fuste

Foto de Sergio Parra

Debemos recordarnos permanentemente que el autor firmante de esta obra es el mismo que, entre las más recientes en nuestra escena, ha escrito Oleanna o Muñeca de porcelana. ¿Cómo es posible que un experto en trabar conflictos morales a través de diálogos absolutamente medidos en forma, fondo y ritmo haya cometido este desatino? La culpa, en inglés The Penitent (si se hubiera traducido literalmente, probablemente se hubiera afinado más con la intención; pero hubiera perdido gancho comercial. Acierto de Bernabé Rico. Buena versión, en general), apenas se resuelve en una hora y cinco minutos; un visto y no visto. Y precisamente, su brevedad es un lastre; porque las elipsis son excesivas y luego no queda más remedio que explicar lo que debería resultar patente en un desarrollo teatral lógico, donde se muestre la vivencia de esos personajes. David Mamet pretende unir, por un lado, el drama psicológico con el atisbo del thriller; y, por otra parte, interrelacionarlo con cuitas religiosas que se esbozan tan tímidamente, que no es posible considerarlo como un verdadero leitmotiv de la trama. Además, de ello, se intenta aderezar con ínfulas de proceso kafkiano y con acusaciones de homofobia. Entonces, con estos ingredientes, ¿qué falla? Insisto, falla el oxígeno, el vuelo del argumento y ese punto de desvelamiento casi palmario que nos evite la explicación de lo casi evidente. El ejemplo es (intentaré no revelar demasiado) la reacción de la mujer del acusado. Ana Fernández, quien demuestra una vez más que maneja muy bien esa fina frontera entre la languidez y la fortaleza de ánimo, desea ayudar a su marido, comprender lo que ha pasado, no dudar de él; hasta que el personaje se nos escapa y se descompone en el tramo final. Pepón Nieto es el psiquiatra, el protagonista, demasiado desaforado desde el principio como para que creamos en su pundonor. Desde luego, el inicio es de lo mejor de la función; puesto que tiene mucha fuerza dialéctica, con esos diálogos fulgurantes marca de la casa. La presencia en el despacho del matrimonio y, en otro plano, pero con ellos, de su abogado, un Miguel Hermoso magnífico, muy creíble y seguro en sus parlamentos. El caso es que un paciente de Charles, un chico homosexual, ha asesinado a varias personas y ahora se quiere comprobar qué responsabilidad tiene el médico. Para desacreditarlo, se ha tergiversado en la prensa una definición suya extraída de un manual prestigioso: «La homosexualidad es una aberración», publicaron. Cuando en realidad él habló de «adaptación». Por otra parte, en una prototípica escena de acoso y derribo, Magüi Mira, con buenas dosis de soberbia, encarna a la defensa del otro lado. Lo que se le esconde al espectador hasta la conclusión, no vale para justificar una «culpa» que debería tener tintes mucho más profundos (ciertas relecturas de algunos libros sagrados no parecen suficiente). Sea lo que sea por lo que sufre, esto no es Dostoievski. El asunto resulta más prosaico y Dios, el pecado, o todos esos conceptos como el arrepentimiento que arrastra el espíritu de los tiempos judeocristiano, los damos por supuestos porque formamos parte de la misma cultura. Excepto el preludio, el resto de cuadros (pocos son) se resuelven como cajones estanco, aislados como piezas mínimas que uno debe asir e, inevitablemente, rellenar, si desea que el montaje sea más sofisticado. Claramente, la escenografía de Curt Allen Wilmer, con esa enorme librería al fondo que impone un aire retro, dota al espectáculo de una elegancia indudable. También gracias al vestuario detallista de Pier Paolo Alvaro. Aunque creo que el texto no está a la altura, sí que pienso que Juan Carlos Rubio lo ha exprimido al máximo. Esto es lo que hay, un ejercicio dramatúrgico que apunta mucho más de lo que da.

La culpa

Autor: David Mamet

Dirección: Juan Carlos Rubio

Versión: Bernabé Rico

Reparto: Pepón Nieto, Ana Fernández, Magüi Mira y Miguel Hermoso

Diseño de escenografía: Curt Allen Wilmer (aapee con EstudioDeDos)

Diseño de vestuario: Pier Paolo Alvaro

Diseño de luces: José Manuel Guerra

Producción ejecutiva: Bernabé Rico

Una producción de: Tal y cual

En coproducción con Pentación, Alegría Producciones y NIKI

Teatro Bellas Artes (Madrid)

Hasta el 24 de marzo de 2019

Calificación: ♦♦

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