Miguel del Arco y Antonio Rojano versionan el clásico shakesperiano con una propuesta sugerente y algo populachera

Resulta muy recurrente acudir en nuestra época a los prototipos de aquellos reyes o mandatarios que demostraron ciertas dosis de psicopatía en su carácter; para realizar la comparativa con líderes de nuestro mundo contemporáneo que parecen adoptar un lenguaje y unos modos que nos hacen dudar de su cordura (llámese Trump o Boris Johnson o Maduro). Volvemos de nuevo sobre la cuestión de si existe el mal en las personas mentalmente sanas. La biología, la costumbre, la cultura y la enfermedad son aristas para una respuesta compleja. Regresamos, entonces, al clásico de Shakespeare, Ricardo III (debemos recordar que las relativamente recientes adaptaciones de Carlos Martín y Sanchis Sinisterra, y la de Yolanda Pallín). De este drama podríamos quedarnos con su protagonista y ya tendríamos la obra entera para dirimir las cuitas del poder; porque es quizás la obra del dramaturgo inglés, donde la figura principal se queda sin contrarréplica eficiente. Y más vale que cada uno haya hecho un poco los deberes antes de asistir, porque si no los árboles genealógicos de las dos rosas se le van a volver enredaderas. Y es que la escoliosis del pobre Ricardo da para encabronarse con sus rivales; pero más consigo mismo por sentir el permanente rechazo de las mujeres de la corte. Ya se sabe de la hermosura de los viejos ricos; así que nada mejor que embellecerse con la corona real para percibir el «cariño» de las damas. En el plano emocional y psicológico se puede relacionar más con el Joker de Joaquin Phoenix (que hayan coincidido ambas obras generará concomitancias), que con otros ínclitos personajes que tengamos más a mano. Sigue leyendo