El viaje

El segundo volumen de Las crónicas de Peter Sanchidrián no consigue sobredimensionarse y deambula sin suficiente gracia

Foto de Vanessa Rabade

Si uno acude a ver el segundo volumen de Las crónicas de Peter Sanchidrián, lo mínimo que se espera es que el tono, el ritmo y el ambiente sean parecidos; y que la diversión sea similar. Pero lo que nos encontramos en esta ocasión es algo verdaderamente decepcionante y, lo que es peor, aburrido. Y a falta de razones de mayor trascendencia, si no hay risa, tampoco habrá buen sabor de boca. Jose Padilla parece haber perdido fuelle o haberse olvidado de que la primera parte era un chispazo permanente, y de que la sorpresa estaba a la vuelta de la esquina constantemente. Se puede afirmar que a El viaje le sobra media hora o, incluso, más. Para quien no esté al tanto, la estética del cómic, del pastiche, de la historieta irónica de ciencia-ficción están presentes en la cabeza del millonario filántropo Pedro Sanchidrián (a.k.a. Peter Sanchidrián), el cual se ha extraviado en el espacio sideral; aunque su imaginación vuela para que sus compañeros «disfruten» con una serie de peripecias. Todo resulta moroso, desde el prólogo, donde C.R.I.S.T.I.N.A., el ordenador de a bordo, nos da cuenta de la situación en la que se encuentra la nave (y otras); y toda una serie de detalles absolutamente excesivos ― sobre todo, porque no calientan la atmósfera y no provocan un clímax propicio― hasta las diferentes piezas que componen el espectáculo. A todo ello, el marco narrativo, con Cristóbal Suárez haciendo de comandante (sabrá que apenas les quedan dos días de oxígeno), cuando se topa con el vehículo (La Vorga) de Pepe Viyuela, que hace de Oleg, un tipo avieso que quiere aprovechar la oportunidad y que debería ser, hemos de suponer, quien sostuviera humorísticamente la propuesta (al menos para que alguien sustituyera en ese sentido a Juan Vinuesa, que aquí solamente aparece en imágenes). A partir de aquí asistimos a una serie de episodios, fuera del campo estricto de la ciencia-ficción, donde se mezclan distintos motivos. Cuando nos situamos en la primera pieza, aun esperamos que comience esa amalgama intempestiva de guiños a la cultura popular, esos chistes repletos de sarcasmo y ese acompañamiento de la hilaridad de un público que no termina de explotar. Ahí se presenta la pareja formada por Antonia Paso y por Ana Varela, mientras se oye a su hija quejándose por un diente. A Cristóbal Suárez le toca el papel de Ratoncito Pérez. Creo que el escenario se les hace enorme porque Jose Padilla, en su dirección, lo ha sobredimensionado con entradas y salidas por ambos lados. Pero el guiño, insisto, se demora, la peculiaridad no sube a una cumbre satisfactoria. En el resto, más de lo mismo, con José Juan Rodríguez disfrazado de mago y la presencia de Franco y su señora, que ya es hacer parodia de una antigualla que no hay por dónde cogerla. Cierra el elenco Laura Galán, para completar un grupo que saca a relucir toda su profesionalidad; pero que no es exprimido en el arte de la comedia. Si en la obra existe alguna pretensión crítica de satirizar mediante la exageración y la deformación de una especie de cómic o collage pop, ciertamente resulta inapreciable en unos diálogos que se diluyen en algo anodino. Desde luego, en lo que sí sobresale el montaje es en la escenografía a cargo de Eduardo Moreno, junto a la iluminación Pau Fullana y el espacio sonoro de Sandra Vicente; puesto que los bloques luminosos que van recogiendo la modulación de la voz de C.R.I.S.T.I.N.A. dejan una imagen impresionante que, en verdad, nos sumerge ―sobre todo en el inicio― en esa nave espacial. Nos aguarda un tercer volumen, y deseo que las características virtuosas que dotaban al primero, y que han desaparecido ―en gran medida en el segundo―, lo impregnen para que las risas inunden nuevamente la platea y las historias se crucen, y nos mantengan con ese brillo en los ojos propio de los adolescentes de aquellos años ochenta, cuando Los exploradores (1985) hacía de las suyas. El filántropo Peter Sanchidrián debe volver en persona para vivir con furor sus aventuras imaginarias y fundirse con sus superhéroes favoritos, y con esos relatos que se fraguan más allá de la Vía Láctea.

El viaje

(Las crónicas de Peter Sanchidrián vol. II)

Cuaderno de bitácora y sillón del capitán Kirk: Jose Padilla

Tripulantes de la nave: Laura Galán, Antonia Paso, José Juan Rodríguez, Cristóbal Suárez, Ana Varela y Pepe Viyuela

Voz de C.R.I.S.T.I.N.A.: Laura Barrachina

Con el cetro de Gandalf: Aitor Tejada y Jordi Buxó

Con la varita de Hermione: Pablo Ramos Escola

Sostenimiento sistémico de transbordador espacial: Eduardo Moreno, Estudio Príamo

Dando luz a los Green Lantern: Pau Fullana

Oficial de propulsión sonora: Sandra Vicente Studio_340

Delineación de uniformes de tripulación: Sandra Espinosa

Cantando en La Boda Roja: Coro Las Veredas

Scream Queen: Julia Rodríguez Pérez

Metamorfosis facial y del cuero cabelludo: Álvaro Sanper y Lupe Pino para The Lab Makeup Studio

Identidad corporativa de Industrias Sanchidrián: Pablo Ramos Escola

Comunicación en el Daily Planet: Pablo Giraldo

Repartiendo las Gemas del Infinito: Caterina Muñoz Luceño

Fotos para el Daily Bugle: Vanessa Rábade

Portadista de nuestro cómic: Patricia Portela

En el sillón del doctor Spock: Almudena Puyo

Agradecimientos: Juan Vinuesa

Una producción de El Pavón Teatro Kamikaze

El Pavón Teatro Kamikaze (Madrid)

Hasta el 16 de junio de 2019

Calificación: ♦♦

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