La dramaturga Denise Despeyroux vuelve a mostrarnos su peculiar estilo en una trama tragicómica y familiar

Una de las señas de identidad del teatro que trabaja Denise Despeyroux es la presencia de personajes dedicados a los peculiares asuntos de lo paranormal. Hace muy poco lo pudimos comprobar con su obra Ternura negra y, ahora, con este nuevo texto que presenta en el Centro Dramático Nacional, Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales, también. Generalmente, en el cine, en el teatro o en la literatura estos personajes suelen ocupar el espacio de los extravagantes que generan momentos irrisorios con toda su sarta de sortilegios; no llegan a bufones, pero, desde luego, no se les puede dar gran crédito. Sin embargo, aunque nos movemos principalmente en el ámbito de la comedia, aquí todos los individuos que se plantan sobre el escenario creen y practican estas artes esotéricas. La autora juega al género híbrido y agridulce de la tragicomedia de tintes estrafalarios, y eso requiere conceder cierta credibilidad a toda esa colección de manejos ocultistas, es decir, aceptar que esos protagonistas se lo toman en serio. Surge, entonces, la duda acerca de cómo tomarse sus actitudes. ¿Qué debe decidir el espectador si considera que todas estas cuestiones mistéricas son verdaderas sandeces? En Los dramáticos orígenes, insistimos, uno puede carcajearse sobre los desequilibrios de chacras y las poderosas influencias del reiki; pero cuesta mucho aceptar soluciones vitales y realistas que tengan que ver con ingerir ayahuasca o con dedicarse a constelar. Más costoso me parece comprender el lenguaje técnico de cada disciplina para atisbar sus significados literarios. Descubrir, por ejemplo, que uno de los teóricos de eso que llaman las Constelaciones familiares, Bert Hellinger, afirma que una víctima de cáncer de mama puede querer morir secretamente por un conflicto inconsciente con su madre. Pista nada despreciable para descifrar la función. Cecilia Freire se ocupa de encarnar a las gemelas, doblándose en gestos, matices y tonos que en la lógica de la confusión le permiten demostrar sus grandes dotes artísticas. Por un lado tenemos a Andrómeda, una chica responsable, algo arisca, pero lo suficientemente ordenada y limpia como para que se la eche de menos; mientras que Luz vive en la India, es muy espiritual y parece que se está muriendo (se comunican con ella a través de Skype, otra de las señas de identidad de Despeyroux). Por eso surge la idea de engañar a la madre. Se inician, por tanto, esos juegos de trastoque parecidos a los de la Noche de reyes shakesperiana; aunque se pierde cierta credibilidad con la credulidad de la madre. El hogar familiar es completado por el primo Oliver, que Juan Ceacero resuelve con soltura, tanto en el movimiento escénico como en sus interpretaciones, guitarra en mano, de sus canciones de pop lacaniano (lo paranormal también llega a estos terrenos). Hay que ver por dónde transcurre el popurrí que ha construido la dramaturga, repleto de un humor irónico que no cesa. Luego, además, Ester Bellver hace de las suyas, bailecito y posesión incluidos, en su papel de Casandra, toda una artífice de artes ilusorias y de vaticinios destinados, lógicamente, a no ser creídos. Finalmente, la madre que interpreta Ascen López es un torbellino de emociones que nos depara una de las digresiones más descacharrantes, con ese affaire exitoso con un director de El Corte Inglés, ahí es nada, al que da vida en vídeo Pepe Viyuela. Toda la función, desde la comedia, está llena de virtudes: los diálogos son rápidos, ingeniosos y divertidos, los lenguajes virtuales, musicales y literarios cautivan nuestra atención y las diversas historias que se cuentan funcionan a diferentes niveles. Pero también me parece cierto que cuando quiere adentrarse en la seriedad y en la profundidad de ese relato que tiene que ver con la hermana, a uno le cuesta retomar desde esa marabunta de situaciones estupefactas. Digamos, entonces, que a la dramaturga se le escapa lo principal, dejando soterrada la sustancia que debería aquilatar tanta dispersión. Aun así, mantiene muy firme su prolífico pulso creativo.
Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales
Texto y dirección: Denise Despeyroux
Reparto: Ester Bellver, Juan Ceacero, Cecilia Freire, Ascen López y Pepe Viyuela
Escenografía: Monica Boromello
Iluminación: Pedro Yagüe
Vestuario: Ana López Cobos
Música: Luis Miguel Cobo
Vídeo: Emilio Valenzuela
Ayudante de dirección: Beatriz Jaén
Diseño de cartel: Isidro Ferrer
Fotos: marcosGpunto
Teatro María Guerrero (Madrid)
Hasta el 10 de abril de 2016
Calificación: ♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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