Divinas palabras

Atalaya recupera su visión sobre el clásico de Valle-Inclán para insistir en su estilo expresionista

Si hace unos meses los Teatros del Canal daban cobijo a Los cuernos de don Friolera, uno de los esperpentos más logrados de Valle-Inclán, ahora vuelven los de Atalaya sobre su montaje de 1998. La compañía sevillana ofrece su habitual estilo expresionista de influencia germánica que tan pertinentemente se ajusta a las concepciones de nuestro célebre dramaturgo. Muy distinto de la estética propuesta por José Carlos Plaza quien presentaba su visión nuevamente en 2020 (sobre su idea de 1987) y muy contrario a la crítica vitriólica que exponían los gallegos de Chévere con su Divinas palabras revolution en 2018. El Brujo, con El alma de Valle-Inclán, discurrió por sus propios derroteros.

Ricardo Iniesta exprime hasta la saciedad un objeto, un símbolo, un motivo, que observaremos durante toda la función. El cono luminoso, multiplicado por otros tantos y a varios tamaños, que nos sirven de caperuz semanasantero, tipi de estos indios correcaminos, arboleda fantástica, copas doradas de licores deletéreos, velorio de veladores en sacristía, riscos para cabras montesas y hasta cunnus empoderante. Sigue leyendo

Escena – Fin de temporada 2022-23

Coronada y el toro, de Francisco Nieva sobresale junto a La voluntad de creer, dirigida por Pablo Messiez. Hemos asistido a una temporada sin la carga pandémica; pero se ha insistido en el lenguaje complaciente de nuestros tiempos

Coronada y el toro - Foto de Javier Naval
Foto de Javier Naval

La estela pandémica aún puede percibirse en las programaciones; aunque las funciones se han podido realizar con bastante normalidad. Lo que sí parece asentado en nuestros escenarios es la pertinacia de lo políticamente correcto, del bienquedismo con el respetable, del peloteo a los que dan de comer, y de un conservadurismo, en definitiva, que se ve a diestro y siniestro. Sigue leyendo

Marat-Sade

La compañía Atalaya recupera para los escenarios este clásico contemporáneo de Peter Weiss, donde el individualismo se sitúa como espejo deformado de la colectividad

Marat-Sade - Foto de Félix Vázquez
Foto de Félix Vázquez

Nada tienen que ver los montajes de Luis Luque en el Matadero hace un par de años y este de Atalaya que data de 2015. Pues este último, más allá de las resonancias con nuestra actualidad —algunos temas siguen formando parte de nuestro humus político—, se ajusta con insistencia en los propios parámetros de Peter Weiss y las influencias del teatro brechtiano y de la crueldad de Artaud, que a la compañía sevillana tanto le fascinan. Sí que se percibe, si la comparamos con la versión fílmica de Peter Brook o con adaptaciones de hace un tiempo como la de Narros (lo de Animalario fue de otra manera), que poseen unas escenografías más naturalistas. Quiero decir que Ricardo Iniesta, en esta ocasión, quizás se queda un poco escueto con el uso de los elementos. Es su santo y seña, como hemos visto en estas últimas semanas con las bañeras de Elektra.25 o con las puertas de El avaro. Aquí las grandes cortinas blancas son efectivas en muchas escenas; pero pienso que, en general, no se llega a producir del todo esa inmersión en el agobiante manicomio de Charenton, más concretamente en los baños. A lo mejor también influye la amplitud del Teatro Fernán Gómez, pues su caja escénica es larguísima. En cualquier caso, está el asunto algo desubicado. Sigue leyendo

El avaro

La incursión musical de Atalaya con este clásico de Molière nos permite deleitarnos con la versatilidad y el ritmo de esta veterana compañía

El avaro - FotoLa celebración del cuarto centenario del nacimiento de Jean-Baptiste Poquelin se ha alargado exitosamente y no han faltado representaciones en su honor. Hace bien pocos meses el Vive Molière, de Álvaro Tato, se sumaba a otras funciones que han honrado al dramaturgo francés. Ahora Atalaya se enfrenta a El avaro, una obra que no ha tenido pocas adaptaciones en la escena española en los últimos años. Ellos han decidido pasarlo por el tamiz del musical; pero sin caer en el totalitarismo y permitiendo que todo se empaste de una manera muy fértil para propiciar la humorada. Sigue leyendo

Elektra.25

La compañía sevillana Atalaya celebra los veinticinco años de este montaje con una nueva revisión para devolver a los escenarios el mito griego

ELEKTRA25 - Foto de Curro Casillas
Foto de Curro Casillas

Que dos revisiones tan distintas del mito griego coincidan en cartelera nos permite descubrir la validez del argumentario y las posibilidades dramatúrgicas que se sondean en nuestra contemporaneidad. La Electra, de Fernanda Orazi se ajusta a parámetros posmodernos a través de la ironía; mientras, como vamos a ver, la Elektra.25, de Atalaya rebusca en el pasado a través de Heiner Müller y Bertolt Brecht, con un ojo puesto en la película de Miklós Jancsó, Elektra, My Love (1974), para crear toda una serie de fragmentaciones y subsiguientes conexiones que terminan por construir una propuesta altamente expresionista. Sigue leyendo

Rey Lear

Un montaje sobre la tragedia shakesperiana que incide en lo esencial, protagonizado por una excelente Carmen Gallardo

Rey Lear - Foto de Curro Casillas
Foto de Curro Casillas

La larguísima trayectoria de la compañía Atalaya deja un poso sobre la dramaturgia teatral que tiene que ver con el viejo hacer, con la elaboración artesanal y con unas señas de identidad, además, que lo aproximan a un «teatro pobre» (como desarrolló Grotowski). Por eso no podemos esperar una gran espectacularidad en cuanto a los medios empleados, en ninguno de los apartados artísticos más allá de la labor actoral. Muestras de ello han dejado en sus propuestas, a saber, algunas de las últimas: Madre Coraje, Así que pasen cinco años o Celestina. Es la pericia del actor a hora de desentrañar el carácter del personaje y la dirección tanto individual como colectiva que ejerce el director Ricardo Iniesta, quienes predisponen una atmósfera entre macilenta y vil, cuasi tenebrosa, para plasmar la concepción que Shakespeare albergaba del poder. En esta función, destaca primordialmente la interpretación de Carmen Gallardo en el papel de Lear, la actriz alcanza la convulsión y un recorrido acibarado en el derrumbe de su fuerza, de su honor y en esa decrepitud que lo asimila con su propio bufón. La voz rota y agónica, poderosa en los inicios, vaga y taciturna después en la dislocación del tiempo. Impone una templanza despampanante, la vemos ahí, adoptando esa varonil postura del orgullo, y somos capaces de subirnos a su discurso bravo. Sigue leyendo

Celestina, la tragicomedia

Una adaptación vivaz que despliega la maestría de Atalaya con el clásico de Fernando de Rojas

Foto de Julián Rojas

Siempre resulta interesante comprobar de qué manera se adapta teatralmente una obra como La Celestina, que tantos quebraderos de cabeza ha dado a los filólogos para determinar su género literario. Esta versión de Ricardo Iniesta toma la tragicomedia, por lo tanto, Centurio, aunque es un personaje bastante mediocre, entra en escena, igual que otros criados que no encontrábamos en la adaptación más próxima que tenemos para comparar que es la de José Luis Gómez (muy distintas estéticamente, por cierto). En menos de dos horas se compacta el asunto, algo que se puede apreciar tanto positiva —el ritmo es trepidante y nos permite recorrer toda la historia sin grandes demoras—, como negativamente — se echa en falta dramáticamente, en varias escenas, más poso para el desarrollo del amor o de la intriga; por ejemplo, el encuentro de los amantes o lo tejemanejes de la alcahueta con Pármeno y Sempronio. Puesto que se ha decidido acometer los 21 actos, parecen razonables los ajustes. Sigue leyendo

Escena – Fin de temporada 2015-16

Un repaso por lo más destacado del mundo teatral en este último curso

Foto de Ros Ribas
Foto de Ros Ribas

Toca hacer recuento después de que haya terminado la temporada para muchos teatros, aunque una cantidad importante de salas continúe en la brega. Y como ha ocurrido en los últimos años, el arte dramático nos ofrece un reflejo y una perspectiva con los que poder analizar a nuestra sociedad. Por un lado, la crisis mantiene la destrucción en el sector con el cierre de espacios tan emblemáticos como Guindalera o proyectos como la Kubik. Por otro lado, se debe hacer una profunda reflexión sobre el momento creativo que vive el teatro en España que, en cierta medida, tiene mucho que ver con su público, tanto con el que asiste asiduamente como con aquel que o ha ido abandonando (por cansancio) o que nunca llegará a formar parte del respetable por falta de persuasión. Ni que decir tiene que este tema es verdaderamente esencial y antes morirá el teatro por falta de espectadores que por carencias económicas. Sigue leyendo

Así que pasen cinco años

El grupo Atalaya vuelve a dar una lección estética en su versión de la obra lorquiana

Foto de David Ruano
Foto de David Ruano

Después del buen sabor de boca que nos dejó su reciente Madre Coraje, ahora los de Atalaya se han plantado en el Centro Dramático Nacional con una mirada sobria y onírica sobre uno de esos textos de teatro imposible de Federico García Lorca. También este año hemos podido disfrutar ─y lo hemos contado por estos lares─ de El Público, con una visión del simbolismo lorquiano absolutamente diferente del que aquí, con Así que pasen cinco años, ha imaginado Ricardo Iniesta. Escorado hacia una estética, por un lado, expresionista, donde la arquitectura se maximaliza y las escaleras conducen hacia la nada o el vacío y, por otra, hacia Magritte: objetual, directo y metafórico. Cuando la función se vuelve aún más onírica, también podemos encontrar esas líneas de fuga que imprimió Orson Welles en su adaptación de El Proceso. Partimos, por lo tanto, de una escenografía con pocos elementos, pero de una funcionalidad evidente, que juega con el beneficio de una iluminación donde Miguel Ángel Camacho ha sabido provocar nuestra atención. Es una virtud de esta compañía la capacidad para dinamizar los textos cuando se ponen en escena, aprovechando todos los espacios posibles de tal forma que nada entorpezca el paso de un acto a otro, de una escena a la siguiente. Lo vemos, por ejemplo, cuando aparecen delante del telón el niño y la gata, para después adentrarnos de nuevo en ese despliegue de escaleras dobles, de armario de espejos donde se multiplican las personalidades reflejadas o de los objetos que se reparten por el suelo como las tijeras, como símbolo de impotencia en el más amplio sentido del término. Sigue leyendo