La incursión musical de Atalaya con este clásico de Molière nos permite deleitarnos con la versatilidad y el ritmo de esta veterana compañía
La celebración del cuarto centenario del nacimiento de Jean-Baptiste Poquelin se ha alargado exitosamente y no han faltado representaciones en su honor. Hace bien pocos meses el Vive Molière, de Álvaro Tato, se sumaba a otras funciones que han honrado al dramaturgo francés. Ahora Atalaya se enfrenta a El avaro, una obra que no ha tenido pocas adaptaciones en la escena española en los últimos años. Ellos han decidido pasarlo por el tamiz del musical; pero sin caer en el totalitarismo y permitiendo que todo se empaste de una manera muy fértil para propiciar la humorada.
Una de las claves fundamentales de este montaje es el diseño de la luz que Alejandro Conesa establece y que permite que Ricardo Iniesta imponga el ritmo fulgurante de este engranaje. Así lo espacios se remarcan de improviso con la focalización, mientras en la oscuridad se reconfigura una escenografía que vuelve a ser tan sencilla (emplean pocos elementos), como han hecho en otras ocasiones —sin ir más lejos en su Elektra.25 que he podido disfrutar hace poco—; pero muy versátil. Unas puertas de diferentes tamaños —provocan la perspectiva— tan verdes como los billetes de mil pesetas o como las monedas desgastadas de tanto sobarlas. Su movimiento por todo el tapiz o su inclinación en un momento determinado son más que suficientes para crear todo un imaginario. Ya sea en la casa del protagonista, en el hogar que quiere desahuciar o en el burdel.
Más allá del enredo de esta historia tomada de la Aulularia, de Plauto, podemos encontrar un esquema bastante básico que va indefectiblemente a la resolución feliz, a la redención de ese carácter con pretensiones de universalidad que debe servirnos como ejemplo de alienación. Las consecuencias de un hombre tan ruin implican un destrozo social considerable y un aliento para los vicios de otros, a los que nos les queda más remedio que emplear algunas males artes como el embuste.
Al frente vuelve a ponerse Carmen Gallardo y, tal y como hizo, con el Rey Lear, de nuevo se queda con un potente personaje masculino, Harpagón, para convencernos claramente con esa agilidad que posee desbordar con su energía. Su áspera voz resulta idónea para arrastrarnos a la paranoia de este vejete tan agarrado y temeroso, tan pendiente de no gastarse ni un céntimo, y haciendo cálculos y presupuestos milimétricos al segundo. Luego, me ha parecido que destaca mucho Enmanuel García, quien se encarna, entre otros papeles, en Froilán, el amante de Leonor, la hija de aquel (con Paula Margo en desparpajo total. Muy valiente). Desde luego, es quien mejor baila y quien se desplaza con un brío sobresaliente para una función de este tipo. En cualquier caso, el elenco se entrega en las distintas coreografías que han diseñado Juana Casado y Lucía You, que refuerzan como coro una disposición antagónica frente al villano. Además, la expresión de cada uno se acentúa desde el expresionismo tan destacado en esta compañía, donde los rostros están maquillados como un cúmulo de máscaras. Añadámosle el roñoso vestuario actual que Carmen de Giles y Flores de Giles se han inventado, y observemos el disfraz de papagayo en celo que se impone nuestro avaricioso para conquistar a Belisa. Esta es Garazi Aldasoro y sostiene su esbeltez con mucha credibilidad. Ella se ha visto obligada a aceptar este deshonroso matrimonio pactado, porque el avariento quiere desalojar a su madre de la casa que les alquila. Como ocurre en este tipo de comedias, ya sabemos que Cleanto, el hijo de Harpagón, hará lo indecible por recuperar a su novia y darle una lección a su padre. Selu Fernández interpreta a este joven desde cierta seriedad respecto a los demás, quizás desarrolle un carácter menos remarcado por la comicidad.
Porque la procacidad que también contiene esta obra, pues el contexto de vicio general debe valer para elevar la crítica a la hipocresía de la sociedad católica, tanto de aquella época como de la nuestra —aunque muchos de los valores propugnados se hayan perdido por el camino—. Resulta espectacular, intenso y sugerente la representación del lupanar de donde surge la peculiar celestina que es Cayetana, una Silvia Garzón tremendamente instigadora de encuentros y otros conciertos.
Por otra parte, tenemos a esos típicos secundarios, derivados de la Commedia dell´Arte, para apuntalar escenas estirando el chiste con singular habilidad. Así, vemos a Raúl Vera jugando a ser cocinero y cochero con tal solo quitarse el mandil; o luego Lidia Mauduit que, como Flecha, un criado de Cleantes, resulta chispeante.
Guiño aparte es que en vídeo aparezca nuestro Harpagón rumbo a Abu Dabi (ustedes como españoles sabrán porqué). Esto se añade a otros pequeños gestos políticos como escenificar sobreimpresionado en telas los males de antaño y de ahora como la usura, la banca o la avaricia. También forma parte de esta compañía su compromiso con un ideales que nunca han escondido.
Este Avaro de Atalaya cumple con creces las expectativas, pues esta deriva por el musical explora toda una serie de posibilidades expresivas que logran traducir ese examen que debe producirse en escena, desde lo farsesco y lo satírico para desenmascarar a esos tipos obsesionados con el dinero. Un tema de plena actualidad.
Dirección, adaptación y espacio escénico: Ricardo Iniesta
Elenco: Carmen Gallardo, Silvia Garzón, Raúl Vera, Paula Margo, Lidia Mauduit, Enmanuel García, Garazi Aldasoro y Selu Fernández
Coreografía: Juana Casado y Lucía You
Composición, arreglos y dirección musical: Luis Navarro
Coros y cánticos: Marga Reyes y Lidia Mauduit
Diseño de luz: Alejandro Conesa
Vestuario: Carmen de Giles y Flores de Giles
Maquillaje: Rocío Ponce
Escenografía: Ricardo Iniesta
Texturización: Ana Arteaga & Viñas
Espacio sonoro y efectos: Emilio Morales
Ayudante de dirección: Manuel Asensio
Distribución: Victoria Villalta
Producción: Francesca Lupo
Gerencia: Rocío de los Reyes
Comunicación: Rocío Claraco
Secretaría: Macarena Gutiérrez
Teatro Fernán Gómez (Madrid)
Hasta el 19 de febrero de 2023
Calificación: ♦♦♦♦
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