Natalia Menéndez dirige esta comedia negra del dramaturgo Gabriel Calderón, donde se pretende realizar una sátira acerca de las creencias de una familia cristiana. El resultado nos hace pensar en un tipo de teatro comercial bastante inane

La lógica parecía decirnos que, si Historia de un jabalí había sido extraordinaria y Ana contra la muerte, nos hizo pasar buenos momentos, este Uz: el pueblo —presentada en 2004—, del dramaturgo uruguayo (y multipremiado) Gabriel Calderón (1982), debería ser un bombazo. Pues yo pienso que si le quitamos el embalaje ese que las élites culturales parece que no quieren contemplar; pues hallaremos una astracanada digna de los teatros comerciales más rancios.
Esto no tiene ni la sutileza, ni la inteligencia de los Monty Python, que serán nuestro principal referente (tampoco de Los Simpson). Más bien se parece a La que se avecina; aunque sin esa capacidad para incidir en nuestra moralina presente. Esto es una bola de nieva lanzada de una montaña bien empinada, una vez la clamorosa voz en off de Dios le ordena a Grace que mate a uno de sus dos hijos, como si fuera Abraham. El desbarre alcanza los noventa minutos y se recurre a ese humor que, sí, nos puede hacer reír y hasta carcajearnos; pero para caer después en el olvido. No obstante, nosotros íbamos al Matadero a ver teatro trascendente y profundo, ¿no? Sin pasarnos, claro, que para eso nos cargamos a Mateo Feijóo, que pretendía hacer de esto Berlín.Natalia Menéndez, que es de la nuestras, no es, pongamos por caso, Josema Yuste. Por eso, en escena escuchamos: «Maricón, ¿pero, qué le pasa a esta familia? Una madre torta y un padre maricón», entre otras lindezas. Y eso está muy bien, en cuanto a la libertad de expresión en una obra de arte; aunque sea recurrir a lo más bajuno. También pienso que, si la directora hubiera impuesto más sobriedad interpretativa, la comedia podría haber creado más estupefacción en el espectador.
Hacía tiempo que Pepe Viyuela no volvía con su histrionismo, ahora desnortado, para forzar la gracia a toda costa, travistiéndose, si su esposa parece lesbiana, y capaz de convertirse en asesino, si esa es la única forma de reintegrar la unidad familiar. Nuria Mencía, nuestra mártir, pierde el oremus a cada instante, y acaba dando tiros a diestro y siniestro. Esto hace que su profesionalidad quede trastocada entre tanta hipérbole. Aquí el problema es que no hay contraste posible; porque todos los personajes parecen acogidos por alguna sustancia estupefaciente, en algunas, directamente por la yohimbina, como les ocurre a las solteronas que interpretan Trinidad Iglesias y Ruth Núñez, con guiños redundantes. Tampoco puede ser comedido el carnicero que hace Javier Losán, quien irrumpe con el cuchillo. Puesto que su hija (Ángela Chica) ha desatado su tribadismo. Mientras que el padre Maykol nos deja a un José Luis Alcobendas en un esperpento pedófilo. El hijo, Tomás, permite a Julio Bohigas-Couto desarrollar su papel con credibilidad. Desde luego, la más «serena» es la hermana autista que encarna Veki Velilla.
Es una ridiculización de la fe demasiado facilona, como si estas gentes, más allá de sus creencias radicales e increíbles no fueran capaces de razonar acerca de distintos ámbitos. El argumento, por lo tanto, es de una simpleza tremenda, y los enredos fulgurantes completan una sucesión de gags consabidos. El guiño final es el que nos confirma que todo esto ha sido un divertimento insignificante.
Realmente, lo único que me parece meritorio de este montaje es la escenografía de Monica Boromello, quien ha sabido concretar con su habitual audacia diferentes espacios para que los personajes deambulen entorno a un hogar muy espacioso.
En definitiva, el panorama de los grandes estrenos de nuestras instituciones públicas no para de decepcionar. Menos mal que en la sala de al lado ponen Coronada y el toro, que es de lo mejor de la temporada.
Texto: Gabriel Calderón
Adaptación y dirección: Natalia Menéndez
Reparto: José Luis Alcobendas, Julio Bohigas-Couto, Ángela Chica, Trinidad Iglesias, Javier Losán, Nuria Mencía, Ruth Núñez, Veki Velilla, Pepe Viyuela y Rocío Calvo (cover personaje de Leona)
Diseño de iluminación: Juan Gómez-Cornejo (AAI)
Diseño de escenografía: Monica Boromello
Diseño de vestuario: Antonio Belart
Diseño de espacio sonoro y composición música original: Mariano Marín
Movimiento escénico: Mey-Ling Bisogno
Caracterización: Chema Noci
Ayudante de dirección: Pilar Valenciano
Residente de ayudantía de dirección: Mariana Kmaid Levy y Paul Alcaide
Una producción de Teatro Español y La Villarroel
Naves del Español en Matadero (Madrid)
Hasta 7 de mayo de 2023
Calificación: ♦
Texto publicado originalmente en La Lectura de El Mundo