Coronada y el toro

Francisco Nieva revive en el Matadero gracias a un montaje extraordinario dirigido por Rakel Camacho

Coronada y el toro - Foto de Javier Naval
Foto de Javier Naval

Rakel Camacho nos entrega en la Sala Max Aub del Matadero el que posiblemente sea el espectáculo más sobresaliente de la temporada. Ha tenido que recurrir, eso sí, a Francisco Nieva (1927-2016); porque nuestro panorama dramatúrgico no está muy boyante. Sexta obra dentro del teatro furioso del polifacético artista de Valdepeñas que escribió en 1974 y que dirigió en su estreno de 1982. Otro día nos preguntaremos por qué no es presencia constante este autor (poco más que Salvator Rosa, hace unos años). En cualquier caso, todo en esta propuesta es arriesgado. Primero por su complejidad, aunque todas las claves las llevemos impresas, quizás a nuestro pesar, en el ADN español; segundo porque la «rapsodia» implica ensamblar plásticamente demasiados asuntos y el aire barroco y hasta el glam pueden repeler a más de un espectador. La burricie se da la mano con el horterismo, mientras las energías telúricas nos destinan a la creación más genuina y consistente.

Pudo haberse inspirado en las fiestas que llegó a observar en pueblos como Toro o Benavente, con su Toro enmaromado. En cualquier caso, saltan las gentes aunando tiempos pretéritos y presentes, con las fuerzas vivas y tricornios, y los muchachos de las peñas disfrazados con lo que pite. Con el coche de choque al fondo y la electrónica verbenera imponiendo el chunda chunda para dejar el pasodoble bailable, con el garrote vil preparado. El alboroto es la mejor forma de ocupar un territorio que José Luis Raymond ha perfilado con gran ingenio —imagínense si hubiera sido en la sala grande—. La fila 6 —la de los que somos privilegiados—, como un palco de honor de este coso irregular, con gradillas en las esquinas, nos entrega una pasarela para que el alcalde mitinee y su hermana nos concede su cuerpo y su carnosidad, su sensualidad y su libérrima entereza romántica. El retablo barroco no deja a nadie fuera, ni siquiera a los niños cagones, que entienden, que ese acto de deyección es la distracción fetén para quitarse el atufe de la escuela (algunos siguen igual). Entonces, digamos que el suelo tiene trazos goyescos antes de los garrotazos, que la iluminación de Baltasar Patiño conjuga los colores fluorescentes —verdes, azules y rojos— con el tenebrismo de la España negra. Julia Monje, encargada del movimiento, ha logrado a partes iguales desbarajuste, tosquedad y una armonía de ese maniqueísmo que se quiere derrumbar.

Parece que Rakel Camacho ha acertado en muchas de sus decisiones y ha concentrado un elenco que parece idóneo para este ruedo ibérico. Empezando por la Coronada de Nerea Moreno, quien exprime su voluptuosidad, su desnudez lúbrica alentada por el mugido del toro que todos esperan y que se ocultará en su casa. La observamos con el mantón de Manila anudado a la cintura y su energía imperante para emprender su lucha heroica frente a su hermano, liderando a ese equipo de fuerzas pánicas que anhela destruir esas costumbres caciquiles que infectan cada una de las pulsiones humanas. Luego, Chani Martín —otro ser polifacético, pues aquí inserta una de sus composiciones, esa «J de Tinieblas», que es machacona y viene cargada de vesania— es otro actor que encaja a la perfección en este Zebedeo tan bruto y patético, un López Vázquez cachazudo, un cavernícola con patillas de hacha, capaz de cargarse a los novios de su hermana, la «supermoza» Coronada, y dispuesto a disparar contra los que han arruinado las fiestas populares que él comanda desde el preludio con todos los honores, y con un discurso que a nosotros debe parecernos altamente risible: «Han llegado los festejos de Farolillo de San Blas, pueblo sangrío y de buena cepa, del que soy alcalde perpetuo y por mi voluntad popular». A su vera, Juanfra Juárez se mete en la piel del venal don Cerezo, curilla meapilas, y nos deja estampas de podredumbre moral esbozadas con resabios guiñolescos. Por ahí pulula también la gitanilla Mairena, con una Eva Caballero muy echada para adelante con su «limpieza», echando espuma por la boca desde el inicio: «¡…merluza, fría, bibliotecaria!». Tenemos además dos parejas bien enfrentadas que funcionan en su contradicción. Los guardias civiles Panzanegra y Tenazo, con unos Antonio Sansano y Germán Vigara cumpliendo con ese estereotipo de antaño con la benemérita de violencia grotesca; y, por su parte, la Melga y la Dalga, Lorena Benito y Sanna Toivanen, que crean más confusión y tienen más pujanza. Feministas, sufragistas defensoras de la heroína. También se une al bando de los perdedores el cautivo torero Maraúña, que aparece como un cristo a punto de empalarse. Pedro Ángel Roca dibuja un carácter agónico y cómico a la vez, pues se conforma con lo mínimo.

Aunque el personaje más extravagante y cautivador es el hombre-monja, de la Orden Entreverada, que aparece por la manga, en lugar del toro. Un Jorge Kent que es una quimera, una drag queen, un engendro salido del Desafío total, de Verhoeven; pero también, un ser semidivino, un Dioniso juguetón, y, por momentos, un Zeus (un metropator, según algún himno órfico, un hermafrodita) a punto de raptar a Europa —aquí embadurnado de chocolate para que le unten el churro—.

Otras idoneidades las encontramos en el cante de Álvaro Romero, este cantaor, este «flamenqueer», que ha adaptado con todo el sentido posible y con la clara lógica de nuestra época, las letras de Nieva, atravesándolas con una electrónica insolente y desenfada. Él remarca cada escena con un vigor sobresaliente. Si, además, a todo ello, Ikerne Giménez dispone un vestuario repleto de detalles que configuran una atmósfera kitsch y sainetesca, desde los disfraces iniciales a unas vestimentas tan estrafalarias como el pastiche del hombre-monja, pasando por adminículos como la paloma pegada al solideo de Cerezo o tan pertinentes como las mortajas en el desenlace que nos remiten a Bercianos de Aliste.

Coronada y el toro es un enfrentamiento, es el combate clásico de la civilización contra la barbarie; pero donde tenemos que reconocer que ambas fuerzas, como el ying y el yang, están, en distinta media, en ambos lados. La tradición embrutecida, el erotismo oxigenante, la religión que busca la mística y esa contravención de la superchería se trabajan con el esperpento y con un lenguaje lleno de neologismos y de alusiones que beben del Quevedo más fanfarrón y del Gracián más audaz. La Divinas palabras de Valle-Inclán, la Viridiana, de Buñuel y la Escopeta nacional, de Berlanga, junto al aura exótica de Zuloaga y Romero de Torres. «España es diferente en todo y ésa es la voluntad de Dios». Qué más quieren para los tiempos que corren. A mí me ha parecido una genialidad.

Coronada y el toro

Autor: Francisco Nieva

Dirección: Rakel Camacho

Reparto: Lorena Benito, Eva Caballero, Juanfra Juárez, Jorge Kent, Chani Martín, Nerea Moreno, Pedro Ángel Roca, Álvaro Romero, Antonio Sansano, Sanna Toivanen y Germán Vigara

Diseño de espacio escénico: José Luis Raymond

Composición música original: Pablo Peña con la colaboración de Chani Martín «El Zurdo» con el tema J de Tinieblas

Adaptación musical letras de Francisco Nieva: Álvaro Romero

Diseño de iluminación: Baltasar Patiño

Diseño de vestuario: Ikerne Giménez

Movimiento escénico: Julia Monje

Ayudante de dirección: Teresa Rivera

Ayudante de escenografía: Tomás González

Ayudante de vestuario: Tania Tajadura

Residente de ayudantía de dirección: Cristina Simón

Fotografía: Javier Naval

Ayudantes de producción compañía: Javier Galán y Elena Martínez

Agradecimientos: José Pedreira, Guillermo Heras, Francisco Peña, Francisco Javier Flores Ruiz, Julio Jiménez, vecinos de Villarta de los Montes (Badajoz) y Face2Face

Una producción de Teatro Español y SANRA Produce

Naves del Español en Matadero (Madrid)

Hasta el 15 de abril de 2023

Calificación: ♦♦♦♦♦

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3 comentarios en “Coronada y el toro

  1. Crítica muy ajustada para una parte de la representación, pero para mi tras la vuelta de Coronada se vino abajo bastante el interés hasta el desenlace. Chani Martín espectacular y elenco bien seleccionado si.

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