Pablo Remón ha perfilado la historia de una familia marcada por la muerte del padre, un general franquista

Así ya, toda una generación nacida tras la muerte del dictador, pero recogiendo esa aura putrefacta de los espacios viciados, repletos de miasmas y rencor. 40 años de paz concentra en cuatro historias el relato de una familia que, como le ocurriera mutatis mutandis a los Panero (de aquella manera quedó reflejada en la película de Chávarri El desencanto), vive bajo la sombra de un padre, muerto sin gloria, ahogado en una piscina el 23F. Ahora esa piscina sirve de sustento a los insectos y a las alimañas de otro tipo, mientras se descompone al mismo ritmo que el casón que, en otros tiempos, conformó un hogar de orden y temor de Dios. En este contexto, reflejado en una escenografía que da buena cuenta de la cochambre moral que se ha instalado, se desplazan unos personajes dispuestos a narrar las peripecias de su vida. Micrófono en ristre, el hermano mayor comienza su alocución con una descripción del terreno mesetario, agostado y decadente. Francisco Reyes establece un ritmo y un tono que se aproxima a cierta espontaneidad displicente que a la obra le va muy bien. A continuación, se mete en la piel de su padre, recién venido del cielo, perfectamente uniformado como buen militar que era, un carcunda con la chulería cínica de alguien que murió creyendo que el golpe había triunfado; desde luego, este pasaje es de los mejores de la obra, concretamente por el choque entre un fantasma, en plena ciénaga, y su hijo ex drogadicto, ex poeta y ex heterosexual; depara un tono que, desgraciadamente, después va decayendo según se acoge al costumbrismo de gusto treintañero. De hecho, como se puede observar en la interpretación de Emilio Tomé, la función resulta intelectualmente productiva cuando lo paradójico entra en escena a través de la representación, ya sea con este mismo actor metido en la caseta del perro o, después, los tres hermanos jugando al parchís en el hueco de la piscina. Porque el verdadero lastre de 40 años de paz, escrita y dirigida por Pablo Remón, es que abusa de la narración, esta, ya de por sí, es antiteatral. Parece que hay un ansia por conseguir que la obra avance, y lo que podría quedar en el campo de la elipsis se relata con todo lujo de detalles. El espectador apenas debe inquietarse o verse impelido a la crítica o a la interpretación; Remón quiere cerrar cada historia, dejarlo todo resuelto y para ello escribe texto y más texto, lleno de aciertos humorísticos, eso sí, pero que reducen la labor actoral de sus protagonistas. Nuevamente, el ejemplo lo encontramos en Fernanda Orazi (ya la disfrutamos la temporada anterior en Rinoceronte), quien destila ironía a raudales, y que en el papel de madre la contemplamos con parsimoniosa seducción, pero que cuando blande el micrófono parece más una speaker. Finalmente, Ana Alonso se ve un tanto apartada al principio de la función y es la que carga con el fragmento con mayores tópicos, en este caso, sobre la maternidad en la crisis de los cuarenta; aunque también sale muy bien parada en su actuación. Es fácil sospechar que Pablo Remón, dadas sus labores como cineasta, recibe influencias de filmes que en los últimos años han destacado por crear una atmósfera determinada por el autoritarismo de un padre como, por ejemplo, Canino, de Yorgos Lanthimos; también, en ese reiterado uso de la narración, podemos recordar Historias extraordinarias, de Mariano Llinás, una gran película. Además, se maneja un tipo de humor entre absurdo y paradójico que parece ya paradigmático de una generación, y que ha popularizado la tribu de Muchachada Nui, con Joaquín Reyes a la cabeza. Desde luego, en el plano estrictamente teatral, la concatenación de los diferentes relatos como si fueran sketches, se encuentra estéticamente con algunas obras de Alfredo Sanzol, principalmente Días estupendos. Es evidente que 40 años de paz posee enormes virtudes tanto en la construcción del ambiente, en el humor y en una interpretación henchida de soltura y gracia; pero que funciona mucho mejor en lo extraño e inconsecuente que en el costumbrismo consabido de nuestros días.
Texto y dirección: Pablo Remón
Intérpretes: Ana Alonso, Fernanda Orazi, Francisco Reyes y Emilio Tomé
Ayudantes de dirección: Raquel Alarcón y Rennier Piñero
Diseño de luces y espacio sonoro: David Benito y Eduardo Vizuete
Escenografía y vestuario: CajaNegra TAM
Producción: Silvia Herreros de Tejada
Una creación de: La_Abducción
Obra coproducida por el Festival de Otoño a Primavera de la Comunidad de Madrid
Teatros del Canal (Madrid)
Hasta el 29 de noviembre de 2015
Calificación: ♦♦♦
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7 comentarios en “40 años de paz”