El viaje a ninguna parte

Los avatares de los cómicos en la posguerra configuran este drama acibarado que versiona la novela homónima de Fernán Gómez

VIAJE A NINGUNA PARTE
Foto de E. Moreno Esquibel

Está claro que una de las mejores maneras de homenajear a Fernando Fernán Gómez en el centenario de su nacimiento es llevar a las tablas una de sus más insignes creaciones; y más en un teatro que aún lleva su nombre. La versión dramática que realizó Ignacio del Moral en su día sobre la novela homónima, que también tuvo una adaptación cinematográfica exitosísima (como todos sabemos), ya se montó en el Teatro Valle-Inclán con la dirección de Carol López. Aquella contó, desde luego, con más medios materiales que esta que ahora comanda Ramón Barea. A bote pronto hay que sentenciar que la extensión —unas dos horas— no está justificada. Algunos vaivenes resultan repetitivos y parece que demoran en exceso las distintas resoluciones definitivas de los personajes. Sigue leyendo

Escena – Fin de temporada 2013-14

Repasamos los mejores espectáculos del curso teatral reseñados en El Pulso

ubu-roi_05Como lleva ocurriendo en los últimos años, comenzamos con varios platos fuertes llegados desde el extranjero. El ciclo «Una mirada al mundo» reúne lo mejor que se puede ver en el mundo hoy en día y que, a pesar de la crisis, tenemos la suerte de disfrutar en el Centro Dramático Nacional (CDN). En esta ocasión, han sobresalido el Ubu Roi dirigido por Declan Donnellan, Seuls de Wadji Mouawad, Julia (reelaborando a Strindberg desde Brasil) y Bienvenido a casa con sesión duplicada desde Uruguay. Además, en el propio Valle-Inclán asistimos a la compleja escenificación de las Comedias Bárbaras valleinclanescas con Montenegro de Ernesto Caballero, aunque se esperaba un poco más. Eso sí, el CDN nos deparó gratísimas sorpresas como El viaje a ninguna parte o El triángulo azul, verdaderamente estremecedora.

El Matadero, pese a un par de meteduras de pata que no recordaremos, nos ha regalado una variedad y calidad que es y debe seguir siendo su seña de identidad. Comenzando por aquel Roberto Zucco que instaló su edificio allá por octubre, continuando con la fantástica interpretación de José Luis García-Pérez en el Diario de un loco o el Pinter que nos depararon Lluís Homar y Josep Maria Pou en Tierra de nadie; más el desembarco de la Joven Compañía de Teatro Clásico y su lopesca La cortesía de España. Finalizando con el regreso, Max que exitoso, de Juan Diego Botto y su obra Un trozo invisible de este mundo. Sigue leyendo