La obra Bienvenido a casa propone una verdadera inmersión en el teatro dividida en dos sesiones
La propuesta de Roberto Suárez y de su elenco de actores del Pequeño Teatro de Morondanga (Uruguay) consiste en convocar a su público a dos sesiones en días consecutivos. La primera parte tiene lugar en la sala principal del Teatro Valle-Inclán (Madrid). Según entras, compruebas que el espacio ha sido reducido a la mitad, lo que te hace sospechar que en la otra mitad se encuentran los espectadores que han acudido el día anterior y que ahora asisten a la segunda parte. Entre tanta sospecha, comienza la función. Las reminiscencias a David Lynch no terminan únicamente en el nombre de uno de los protagonistas (Hombre elefante), sino en la paranoia surrealista que escenifican, donde seis actores con personajes que se mueven en el límite de la cordura viven pendientes de un plan que desean llevar a cabo. Son sesenta minutos de extrañeza, de incipientes juegos metateatrales, de humor macabro, de historias pasadas que se desplazan desde lo truculento hasta lo absurdo dirigiéndose a un suicidio colectivo fracasado. Tenemos cita para el día siguiente. Hemos quedado quince minutos antes. Nos colamos en la misma sala dividida. «Bienvenidos a casa», nos espetan los actores con la tímida confianza de alguien que es un personaje a medio hacer. La sorpresa llega cuando nos avisan de que los espectadores van a entrar y que nosotros nos debemos «esconder» en un lateral del escenario, en las cajas. Allí, otros dos nuevos personajes, nos van informando de la situación, mientras sostienen la obra con una historia un tanto convencional sobre un compañero (un tal Ángel), muy creativo y polémico, que ha fallecido en una situación un algo misteriosa y al que le deben un homenaje. Metidos en ese atisbo de almacén, escuchamos de nuevo el texto del día anterior. Vemos entrar y salir a los actores. Comprobamos como pasan de su papel en escena a otro más cercano, donde, en apariencia, no debe haber fingimiento. Evidentemente todo se sigue moviéndose entre el absurdo y la falsa complicidad. Los espectadores vivimos esa confraternización con desasosiego y diversión a partes iguales, aunque hay que reconocer que esta segunda parte carece de sustancia dramática y que acaba por circunvalar bajo ideas que no tienen visos de cuajar, como al final así parece. En definitiva, Bienvenido a casa es una obra en construcción constante que se alimenta gracias a unos actores que soportan la esquizofrenia con la fuerte connivencia de un público que, en general, asume esa vivencia como otro giro más del architema de la escena de los últimos cien años: el metateatro. Aunque esta vez, hemos estado más dentro del teatro que nunca.
Bienvenido a casa
Dirección: Roberto Suárez
Dramaturgia: Roberto Suárez y el resto de actores
Reparto: Sergio Gorfain, Chiara Hourcade, Soledad Pelayo, Oscar Pernas, Mariano Prince, Mario Rodríguez, Rafael Soliwoda y Gustavo Suárez
Producción: Ignacio Fumero Ayo, Salvador Collado
Pequeño Teatro de Morondanga (Uruguay)
Teatro Valle-Inclán (Madrid)
Calificación: ♦♦♦♦
Hasta el 27 de octubre de 2013
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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