José Luis García-Pérez sobresale con su interpretación en la obra Diario de un loco
Cuando uno espera escuchar a un loco, lo primero que se le pasa por la cabeza es la pregunta sobre qué le habrá hecho enloquecer. En el caso que nos ocupa, Aksenti Ivanovich, un personaje de las Historias de San Petersburgo de Gogol, sube a escena de la mano de Luis Luque como director e interpretado por José Luis García-Pérez. De la aparente sensatez se va pasando al desconcierto y las claves de este proceso, si es que pueden quedar nítidas tras un psicoanálisis, se desgranan en un diario que se descompone entre el tiempo y el espacio. Diario de un loco regresa al Matadero, a una esquina de la sala 1, decorado con varias jaulas y sus correspondientes e insignificantes pajaritos de papel. Una escenografía diseñada por Monica Boromello que puede parecer sencilla, pero que está repleta de símbolos ilustrativos como unas sillas sobre la verja central o un mural atiborrado de días sueltos como un calendario entrópico. Lo demás es principalmente José Luis García-Pérez con un papel hecho a su medida, aprehendido en una variabilidad de gestos y detalles llenos de credibilidad, de entonaciones que se ajustan perfectamente a su tono de voz ronco y profundo. Un personaje redondo que lucha constantemente por ascender, por creerse alguien en un mundo burocrático donde la presión kafkiana más una endeble autoestima puede señalar una de las primeras claves de la misteriosa locura. A la vez, es golpeado por la realidad, por el desamor, por el rechazo de los demás hasta lograr que su calendario se vaya convirtiendo en un vía crucis. La obra se vertebra durante poco más de una hora bajo el dictamen de un diario que, en un principio, cohesiona el texto, pero a medida que avanza la distorsionada contemplación de la realidad de Aksenti, termina por ser un caos de tiempos imposibles y lugares remotos. En ese proceder hacia el descabalamiento llega uno de los momentos cumbres de la función: el protagonista absoluto asevera que los perros pueden hablar e, incluso, escribir. De lo que nosotros deducimos que él es capaz de comunicarse con ellos, es decir, que él es un perro, que se siente como tal. Es más, de la propia carta de un perro descubre cómo piensan de él todos aquellos que lo rodean. A partir de aquí, solo le queda asumir que es un animal despreciable o, si le quedan fuerzas, ladrar que es, por ejemplo, el rey de España (nada más y nada menos que Fernando VIII). En definitiva, una metamorfosis hacia la locura y una lucha quijotesca por ser quien no se es socialmente. Nosotros, los espectadores, únicamente podemos ser cómplices silenciosos ante un hombre que se va demediando ante nosotros de verdad.
Diario de un loco
Autor: Nikolái V. Gogol
Versión: Luis Luque y José Luis García-Pérez
Dirección: Luis Luque
Interprete: José Luis García-Pérez
Diseño de vestuario: Paco Delgado
Diseño de iluminación: David Hortelano
Composición musical: Luis Miguel Cobo
Diseño de escenografía: Monica Boromello
Fotografía: Sergio Parra
Diseño de imagen: Salva Bolta
Distribución: Manuel Álvarez producciones
Producción: José Luis García-Pérez producciones
Naves del Español – Matadero (Madrid)
Hasta el 17 de noviembre de 2013
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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