La polémica obra de Koltès acaba de estrenarse en el Matadero (Madrid)
En el centro de la sala 1 del Matadero se erige un barrio vertical nacido del submundo, allí habita, entre otros, Roberto Zucco, un joven que se ha escapado de la cárcel en la que estaba retenido por matar a su padre. ¿Por qué ha matado? ¿Por qué va a seguir matando? La pregunta quizás sea: ¿por qué no debería hacerlo? Roberto es silencioso, delgado. Roberto es pequeño y triste. Un abadón buscando su reino. Roberto es un chico dulce. Un veneciano melancólico que ha matado. Roberto es un ángel caído encaramado a la azotea de una prisión de la que se ha largado mediante un truco de magia consistente en no ver a los carceleros. Roberto Zucco es un héroe con su nombre luminoso como la marca comercial del apocalipsis. Pablo Derqui es la piel de Roberto Zucco, matriculado en la Sorbona con las manos manchadas de sangre. «Los héroes siempre acaban manchados de sangre», dice. Derqui posee un rostro idóneo para interpretar de manera sobresaliente a un ser entre dos mundos, alguien que había sido bueno hasta los diecinueve años, según cuenta su madre antes de acabar asesinada, también, por su propio hijo, pero que luego pierde la compasión. Queremos referencias. No puede ser que este chico se haya convertido en un cruel victimario así como así. Y lo caracterizamos a través del rastro de sus tropelías. Cada capítulo con su habitación abierta de par en par: un burdel, una estación de metro, una comisaría,…; con el uso de diferentes técnicas dramáticas y narrativas, con sus actores cambiando de papel, con una música que te sitúa en una película pre-tarantina. Todo fluye en una obra muy cinematográfica en la que su personaje principal insiste en desaparecer, en alcanzar la máxima tranquilidad, en ser invisible. Mientras, el selecto elenco se debate entre parlamentos que van desde el cuestionamiento existencial a la derrota nihilista. Laia Marull sobresale en su papel de hermana superprotectora, solterona y llorosa, hija de unos cafres y de un hermano que fácilmente se adaptada a su nueva situación de proxeneta. Es un ejemplo más de la línea en la que trabajan los personajes dentro del hampa y de sus constantes esfuerzos por adaptarse al medio. Es una fórmula a través de la que podemos comprender a Zucco. Todo va bien hasta que la educación que has recibido se tiene que poner en práctica en el mundo real y resulta que no funciona, que ha fallado. Julio Manrique asume con tino la tarea de unir unas piezas tan problemáticas. Se le escapa quizás el personaje de la madre que lleva a su hijo al parque y es retenida por Zucco; demasiado excéntrica como para juntarla con un asesino. Por lo demás, Roberto Zucco es una obra compacta donde los conflictos morales en el espectador permanecen irresolubles. No hay que perdérsela.
Roberto Zucco
Autor: Bernard-Marie Koltès
Traducción: Cristina Genebat
Dirección: Julio Manrique
Reparto: Pablo Derqui, Laia Marull, Andrés Herrera, María Rodríguez, Xavier Boada, Rosa Gámiz, Xavier Ricart y Oriol Guinart
Escenografía: Sebastià Brosa
Iluminación: Jaume Ventura
Vestuario: Maria Armengol
Espacio sonoro: Damien Bazin
Caracterización: Ignasi Ruiz
Ayudante de dirección: Raimon Molins
Dirección de producción: Amparo Martínez
Jefe de producción: Maite Pijuan
Producción ejecutiva: Marina Vilardell
Dirección técnica: Miguel Montes
Construcción de escenografía: Escenografía Moià
Producción: Teatre Romea y Teatro Español
Naves del Matadero (Madrid)
Hasta el 13 de octubre de 2013
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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