Amistad

Juan Mayorga nos entrega una comedia sin demasiada gracia sobre tres amigos que dialogan durante sus propios velatorios fingidos. Un planteamiento que inicialmente llama la atención, pero que resulta demasiado repetitivo

Amistad - Foto de Javier Naval
Foto de Javier Naval

Hace unos años echaron un programa en televisión que se llamaba El cielo puede esperar. Era un funeral fingido dedicado a una celebridad de nuestro país. El asunto tenía su gracia; pues los colegas aprovechaban la circunstancia para elaborar algún panegírico entreverado de chanza y amor. Aquí los protagonistas de Mayorga juegan a algo similar; aunque el tema solo da para esbozar alguna sonrisa.

Nuestro más laureado autor teatral vivo ha bajado mucho el pistón desde El Golem de la temporada anterior. ¿Qué falla en Amistad? Pues el planteamiento en sí, cuando la mera repetición del esquema inicial pone sobre aviso al espectador y este se aburre con anticipación. Se percibe que esos personajes no esconden demasiado, que son tan comunes que se va a caer en ese estereotipo de que los hombres no hablan de su intimidad y de que, en realidad, sus amigos están ahí solo para confirmar su propio ego. El narcisismo competitivo del macho. Esto resulta ya bastante desfasado como para atenderlo con cuidado hoy en día.

Durante estas fechas, los cinéfilos conversan sobre Almas en pena de Inisherin, del director y dramaturgo Martin McDonagh (otro aburrimiento), donde un par de vecinos bien avenidos rompen su relación; porque uno de ellos esputa que el otro ya no le importa, que no le sugiere nada y que no lo considera compatible con sus ambiciones. Un desamor. Es decir, el fin de la idealización. Ya no cumple con esos parámetros que ansiamos en el otro y que, en demasiadas ocasiones, poseen una sustancia inefable que nos permite afirmar algo tan sencillo como que nos sentimos a gusto con su compañía (todo un principio y un fin).

Y quizás, si a estos tipos les diera por ponerse sinceros, también podrían desencantarse de los otros; puesto que tampoco se les ve como a unos compadres de sangre. La soledad parece sondear el terreno en ese pueblo, donde uno se imagina que el estatismo y la falta de incentivos obligan a cargar con los amigos de siempre, sin muchas posibilidades para el crecimiento personal.

Por lo tanto, sería necesario observar esta pieza como un drama de tintes melancólicos. La leve capa de comicidad negra frente a ese ataúd es una prueba de vida, un revulsivo dentro de una sociedad de reglas más estrechas, donde todo se sabe de todos. Pero en Amistad escucho simplezas, anécdotas cotidianas en las que se insiste. De la mujer de uno que entendemos que es amante de otro. Y recurrencias payasescas con frases que vuelven («Era el mejor de los tres»).

Si en algún instante uno quiere pensar en Azcona o en Berlanga («Hay que morirse en orden alfabético»), enseguida se entiende que eso está atascado. Que Mayorga parece que no ha atinado con la dirección adecuada; aunque el juego metateatral pudiera ofrecer otras profundidades. Sus hombretones marcan pocas aristas. En cualquier caso, los intérpretes solventan el trance con su apostura acostumbrada. Ginés García Millán explota su chulería natural para hacer de vendedor de coches y de don Juan imparable. Mientras que José Luis García-Pérez, quien, además, dirige la función con rigor, se mantiene en una posición de subalterno dentro del trío. Luego, Albaladejo, cuando desocupa la caja de pino y cede su turno, despliega su vitalismo para tomarse con ironía los devaneos de su esposa con su colega.

Bien es cierto que la escenografía de Alessio Meloni resulta muy atractiva, pues ofrece la calidez de la madera del fondo, con la luz que ha diseñado Yagüe, que se cuela por las rendijas como la propia música que viene de la verbena. Toda esa disposición tan vertical con la gran escalera en ese almacén remarca la jerarquía del trío. Poco.

Amistad

Autor: Juan Mayorga

Dirección: José Luis García-Pérez

Reparto: Ginés García Millán, José Luis García-Pérez y Daniel Albaladejo

Diseño de espacio escénico y vestuario: Alessio Meloni

Diseño de iluminación: Pedro Yagüe

Diseño de espacio sonoro: Ana Villa y Juanjo Valmorisco

Ayudante de espacio escénico y vestuario: Mauro Coll

Realización de escenografía: Óscar Muñoz

Ayudante de dirección: Carlos Martínez-Abarca

Agradecimientos: Blas Meloni, Ignacio Mateos

Una producción de Octubre Producciones y Teatro Español

Naves del Español en Matadero (Madrid)

Hasta el 5 de marzo de 2023

Calificación:

Texto publicado originalmente en La Lectura de El Mundo.

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