Amistad

Juan Mayorga nos entrega una comedia sin demasiada gracia sobre tres amigos que dialogan durante sus propios velatorios fingidos. Un planteamiento que inicialmente llama la atención, pero que resulta demasiado repetitivo

Amistad - Foto de Javier Naval
Foto de Javier Naval

Hace unos años echaron un programa en televisión que se llamaba El cielo puede esperar. Era un funeral fingido dedicado a una celebridad de nuestro país. El asunto tenía su gracia; pues los colegas aprovechaban la circunstancia para elaborar algún panegírico entreverado de chanza y amor. Aquí los protagonistas de Mayorga juegan a algo similar; aunque el tema solo da para esbozar alguna sonrisa.

Nuestro más laureado autor teatral vivo ha bajado mucho el pistón desde El Golem de la temporada anterior. ¿Qué falla en Amistad? Pues el planteamiento en sí, cuando la mera repetición del esquema inicial pone sobre aviso al espectador y este se aburre con anticipación. Se percibe que esos personajes no esconden demasiado, que son tan comunes que se va a caer en ese estereotipo de que los hombres no hablan de su intimidad y de que, en realidad, sus amigos están ahí solo para confirmar su propio ego. El narcisismo competitivo del macho. Esto resulta ya bastante desfasado como para atenderlo con cuidado hoy en día. Sigue leyendo

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El disfraz / Las cartas / La suerte

El Teatro de la Comedia da cabida a un montaje ambicioso con las piezas de Joaquina Vera, Víctor Català y Emilia Pardo Bazán

Verdaderamente la Compañía Nacional de Teatro Clásico debe contribuir a esto. Por un lado, a exprimir el talento actoral que ella misma ha propiciado y que debería, según mi opinión, permanecer en una especie de Compañía bis (revolutions) que fuese de gira por las Españas y allende los mares, que es lo que hace falta. Por otra parte, incursionar en la historiografía teatral española, a través de tres piezas que, si bien no son una genialidad, nos descubren unas maneras, unas aproximaciones a la realidad (la del XIX), con mirada femenina y con preferencia a las clases bajas, que merece observarse para poner en cuestión o en relación a todas esas otras obras —esas sí, geniales— que se repiten hasta la saciedad. Sigue leyendo

Retablillo de don Cristóbal

Nao d´amores recurre a los títeres de cachiporra lorquianos para elaborar una pieza de factura impecable en el Teatro de La Abadía

Retablillo de don Cristóbal - Foto de Ángela Bonadíes
Foto de Ángela Bonadíes

¿Es don Cristóbal popular? No, ya no es reconocido por el pueblo. Ya no le dice nada. Es más, si resurgiera debiera consumirse astillado en la pira de las nuevas inquisiciones. Es un contraejemplo y ahora solo queremos emulaciones prístinas de lo angelical. Pero, ¿es popular —teatro popular— el espectáculo de Nao d´amores? Los títeres siguen entre nosotros, en Segovia o en El Retiro, o donde sea. La chavalería tiene oportunidad todavía de aproximarse a este arte tan directo y cercano; aunque, lógicamente, muy adaptado al gusto y a la moral de nuestro tiempo. Lo que, quizás, insisto con lo de arriba, sea una gran traición del espíritu primigenio. Sigue leyendo

¡Nápoles millonaria!

En el Teatro Español se representa esta magnífica adaptación que Eduardo de Filippo escribió durante la segunda guerra mundial

Foto de Jesús Ugalde

En esta gran obra de Eduardo de Filippo está aunado gran parte de nuestro pasado europeo, ahora que los rumbos económicos son dirigidos por trileros más fantasmagóricos y aviesos, y que la expresión «fascista» es un esputo sin la significancia y la hondura precisa. Cada día olvidamos más de dónde venimos, de nuestras paces y de las luchas ganadas y perdidas en el olor de la sangre y de la destrucción. ¡Nápoles millonaria! se vertebra como una tragicomedia, tan agridulce como angustiosa, con dosis de hipocresía y de avestrucismo para negar la mayor, y posee moraleja y moralina, y lecciones ejemplares sobre la avaricia, la insolidaridad, el abuso y los sencillos mecanismos de un mercado tangible y escurridizo que pertenece a otra época, tan analógica como lógica. Posee también una ternura entreverada de una picaresca que percibimos mucho como nuestra. El estraperlo es un modo de supervivencia que surge una vez el estado marca los precios de los productos (bastante a la baja), como ocurrió igualmente en España durante los años cuarenta, cuando las fórmulas autárquicas propiciaban el mercado negro, mientras las cartillas de racionamiento no daban para lo mínimo.  Debió escribir esta obra a mediados de 1944, la publicó y la puso en escena al año siguiente, el 15 de marzo de 1945 en el Teatro di San Carlo de Nápoles. Incluida dentro de su colección Cantata dei Giorni dispari (esos días dispares o negativos), donde, aparte de la popular Filomena Marturano, también aparecen Questi fantasmi, dirigida por Oriol Broggi o Le voci di dentro, con Toni Servilo que hemos podido ver representadas en nuestros escenarios en grandes montajes en los últimos tiempos. Sigue leyendo

Esperando a Godot

El gran clásico contemporáneo regresa una vez más a las tablas con una dramaturgia más luminosa y cercana al espectador

Esperando a Godot - FotoLa vigencia de esta obra, uno los clásicos incuestionables del siglo XX, perdura en nuestro diálogo contemporáneo puesto que sus temas y antitemas nos concitan. Uno se pregunta, si al final de nuestros tiempos, mientras nos observen las criaturas robóticas no seremos unos vagabundos insatisfechos con un ocio tan redundante como vacuo. La mirada de Estragón y Vladimir es un segmento temporal que transcurre entre el «No hay nada que hacer» y el «Vamos». Ahí está Camus para preguntarnos por qué no nos suicidamos; por qué esos individuos haraposos que se apostan a las escaleras de una iglesia con su cartelito reclamante y su vasito de café tintineante no terminan con una existencia que entiende qué es un día de la semana. Sigue leyendo

Chicas y chicos

Antonia Paso encarna a una mujer de éxito en esta obra deslavazada e inconexa del dramaturgo Dennis Kelly

Últimamente nos topamos con un bombardeo de monólogos que, en fondo y en forma, poseen enormes similitudes y que se sostienen por un subjetivismo inconsecuente en su lógica interna. Quiero decir que se juega con la aquiescencia de un público que es insistentemente interpelado desde una ficción que se adentra en lo real. Las protagonistas son como juglares conquistando al respetable con diversos guiños y llamamientos para ir soltando proclamas cargadas de política demagógica. Tintes estos hallados, por ejemplo, en las últimas obras que hemos podido ver en el ambigú de El Pavón Teatro Kamikaze como son Freak o La mujer más fea del mundo. Quizás nos estamos olvidando que no solo vale con el noble arte de la denuncia de nuestras grandes ignominias sociales; sino que esperamos arte, teatral. Y es que Chicas y chicos se apoya en un texto malo, corriente y falto de coherencia de Dennis Kelly. Y lo que se puede hacer con una obra así es bien poco. Lucía Miranda lo dirige poniendo en el asador todos sus recursos y aprovechando la escenografía de Anna Tusell: un lienzo «manchado» de pintura y un montecito de arena, que cumplen con su cometido en los instantes más evocadores y sufrientes. La iluminación de Pedro Yagüe es primordial. Antonia Paso encarna a una mujer que pasa de la crisis existencial al triunfo laboral, pasando por un feliz matrimonio y la crianza de dos hijos. La actriz, quien siempre ha demostrado su versatilidad, aquí vuelve a entregarse en cuerpo y alma; aunque es justo reconocer que el día del estreno se evidenció que aún faltaba algo de rodaje. Nos conduce por un itinerario emocional absolutamente extremo. Sigue leyendo

Luces de bohemia

El Teatro María Guerrero acoge esta versión austera sobre el drama clásico de Valle-Inclán

No parece nada extraño que Alfredo Sanzol nos ofrezca una visión tan desnuda de la obra magna de Valle-Inclán; pues de forma parecida se acercó a otros clásicos como el Edipo Rey y, la temporada anterior, a La dama boba. El asunto es si esta idea tan distanciadora, austera y hasta feísta, nos conmueve más, nos aproxima de un modo más profundo a la esencia del texto y nos hace ganar artísticamente. Pienso que no, que despojar a Luces de bohemia de las calles de Madrid es dejarnos sin el referente contra el que se debe estampar la pasión expresionista de su antihéroe. Ya sé que la imaginación también se pone a funcionar; pero aquí los elementos estéticos que se lanzan nos procuran una sensación de despojo de los protagonistas. Por esta vez, la escenografía ―no así el vestuario― de Alejandro Andújar me parece insuficiente, no porque el uso de grandes espejos no sea una buena idea; sino porque su manejo parece repetitivo y poco propenso a generar esos juegos de equívocos y de distorsiones; como cuando nos adentramos en algunas de las atracciones de algunas ferias, donde podemos llegar a temblar ante la presencia de nuestra propia imagen. En escena deambulan dos grandes espejos, como si fueran simples muros de fachadas inexistentes. Luego, en una decisión, diríamos que provocadoramente sutil del director, Max Estrella describe el esperpento, no ante los espejos cóncavos del callejón del Gato; sino ante su reverso, ante una oscuridad renegrida de muerte. Sigue leyendo

Todas las mujeres

En el Teatro Reina Victoria se representa esta comedia dramática sobre la inmadurez de un cuarentón en plena decadencia

El director argentino Daniel Veronese lleva años cosechando elogios más que merecidos por su labor al frente de grandes éxitos. Es significativo que sepa moverse con soltura tanto con obras más efectistas como El método Grönholm, como en intervenciones dramatúrgicas mucho más hondas ―sirva el ejemplo de Espía a una mujer que se mata (a partir de Tío Vania)―. En este caso, al trasladar la cinta de 2013, Todas las mujeres, firmada por Mariano Barroso y por Alejandro Hernández, a las tablas, ha tomado una serie de decisiones estilísticas cuestionables que cualquiera que haya visto la película puede detectar. Sí, evidentemente, cada obra tiene su lenguaje; pero las comparaciones son necesarias para calificar los aciertos y los desaciertos de unos y de otros. Y aquí la clave está en el protagonista, en Nacho, un veterinario de cuyo carácter vamos a conocer hasta el último detalle. He de puntualizar que aquí la creación del actor resulta esencial. Si en el film Eduard Fernández volvía a estamparse con la realidad hasta que asume su propia decadencia (papel, que de otras maneras ha interpretado en el teatro como en la gran pantalla), aquí es Santi Molero, quien sustituye a Fele Martínez en algunas funciones (dos actores bien distintos; así que no sé hasta qué punto es relevante). Sigue leyendo

La valentía

La nueva obra de Alfredo Sanzol es una intrascendente comedia de enredos con fantasmas por el medio

Foto de Javier Naval

Se presenta la nueva creación de Alfredo Sanzol bajo el aura salvífica del reciente Premio Valle-Inclán (por La ternura), en el teatro donde ahora se gana uno el caché para los que quieren estar en esa pequeña pomada farandulera que aún resiste. Aunque La valentía, más allá de los parabienes que propician y van a propiciar todos aquellos que se niegan a aceptar la verdad y que observan a este dramaturgo tan consagrado con pleitesía snob, es una comedia burguesa anticuada sin la más mínima trascendencia. Es la comedia burguesa que tanto se ha denostado y que se denuesta, y que se sigue exhibiendo en otros teatros privados en muchas ocasiones con éxitos abrumadores e incontestables; pero envuelto en la bandera del Premio Nacional de Literatura Dramática en 2017 por La respiración y con el aplauso enfervorecido de muchos de esos que no pisan aquellos teatros de autores que buscan el puro y llano entretenimiento, y de productores que piensan, lógicamente, en el rendimiento económico por encima de todo. El texto, desde luego, contiene todos los tópicos, los guiños y las «sorpresas» que se han ido anquilosando desde hace cien años, y que resultan manidos y hasta ingenuos. Sigue leyendo