Amaeru

Carolina Román plantea en este drama una búsqueda a través del ejemplo de su propia familia, de lo que supone el cariño dado y necesitado. Sus dos intérpretes realizan una labor cuidadosa en los Teatros del Canal.

TEATRO por el Fotografo Pablo Lorente
Foto de Pablo Lorente

Tras más de una hora de función, uno llega a pensar que la nueva propuesta de Carolina Román ha caído en el artefacto kitsch o que directamente se ha confiado a un costumbrismo que, quizás, a ella le conmueva; puesto que es su familia quien la ha inspirado. No obstante, el público actual puede sentir que el tema es demasiado naíf.

Ocurre, sin embargo, que en el final (no puedo revelar demasiado) se da tal cambio en la perspectiva que debemos adoptar, que el espectador tendrá que optar por tomarlo como otro incongruente desenlace al estilo de Los Serrano o como una deriva futurista a lo Desafío total o el capítulo 3 de la primera temporada de Black Mirror. Ese epílogo —no me tengo más remedio que insistir— quiero tomármelo como una revitalización de una obra que, en su contenido principal, redunda en los clichés de un teatro de costumbres que me queda muy lejano.

La forma de reflejar la rutinaria vida familiar nos conecta con otras obras de la dramaturga como Adentro; aunque, si es por el juego de travestismo, nos induce a recordar la exitosa Juguetes rotos. Pero, ahora, pienso que se han dado unos pasos atrás. Ya que, por mucho que se quieran imbricar varias capas, observar cómo intentan representar hasta tres veces las escenas de una telenovela resulta poco pertinente y hace que asuntos de mayor calado no permeen.

Seguramente, el mayor atractivo esté en las actuaciones de los dos intérpretes. Más elocuente, amanerada y folclórica la expresividad de Omar Calicchio, quien, ante todo, nos atenaza desde el primer instante cantando aquello de «Soy lo prohibido», que tan célebre hizo Luis Miguel (y Serrat, claro). Hábil y directo, con vigor locuaz frente a la máquina de coser. Una madre que debe hacerse cargo de su bebé y protegerlo de las habladurías y de los motes. Ella se dedica a copiar vestidos de aquí y de allá (algunos con este sistema se han hecho multimillonarios) para realizar los encargos de sus clientas. Mientras que su hermana Biba, con la que convive, nos deja a un Daniel Freire, menos grandioso, porque se siente con menos poder; pero más entregado a ese cariño del que habla la pieza con aquello del amaeru, del que aspira a ser devuelto, del que se entrega por pura necesidad de no aproximarse a la soledad. Luego, además, el actor nos lanza unos gestos metateatrales, saliéndose de la escena, que nos dan la pista a ese susodicho colofón. Las interpretaciones, que son lo más valioso, trabajan con esa artificiosidad propia del cabaret, donde antaño, sobre todo, los transformistas se dirigían hacia otro género. No se produce una atmósfera sórdida o sofisticada como elaboraron los argentinos Manuel Puig o Copi, pues aquí prima el humor.

Por otra parte, el vestuario tan variado y detallista de Antonio Belart —sobre todo por los quimonos— brilla en la escenografía de Alessio Meloni, un gran armatoste giratorio que nos muestra un enorme patrón con las marcas propias de una costurera hogareña que vale de salón; mientras que, detrás, un extenso seto nos hace imaginar el barrio de Liniers con sus Mil Casitas. Pongámonos tras la Segunda Guerra Mundial, cuando surgió la danza butoh y que aquí se esboza con algunos movimientos. No creo que terminen de confluir sustancialmente este baile, el título de la obra y su significado como símbolos que nos puedan servir para adentrarnos más.

Realmente, vuelvo al principio, cuando se encienden las luces y nos llevamos la sorpresa de la conclusión, podemos pensar que Carolina Román, quien sí acierta con una dirección fluida, nos podía haber ofrecido más para que consideráramos totalmente su coherencia.

Amaeru

Texto y dirección: Carolina Román

Intérpretes: Daniel Freire y Omar Calicchio

Escenografía: Alessio Meloni (APPEE)

Diseño de iluminación: Manuel Fuster

Diseño de sonido: Fran Gude

Figurinista: Antonio Belart

Videoescena: Emilio Valenzuela

Compositor: Miguel Linares

Coreografía: Marta Fernández

Atrezista: Eva Ramón

Diseño de caracterización: Chema Noci

Fotografías y diseño de cartel: Manolo Pavón

Asistente de dirección: Óscar Martínez

Asistente de producción y gerente en gira: Rafa Romero de Ávila

Asistente de escenografía: Mauro Coll

Diseño y dirección de producción: Sandra Avella

Producción ejecutiva: Óscar Contreras

Jefa técnica y luces: Nuria Ramírez

Sonido: Raúl López de la Torre

Maquinaria: Itziar Romeo

Regiduría y sastrería: Covadonga Orviz

Voz en off: Belén González

Jefa de prensa: María Díaz

Redes: ShowPrime

Una producción de: Nyoman y ShowPrime

Coproductores: Bestinpro y CGDJ

Distribución: Rovima Producciones Teatrales

Teatros del Canal (Madrid)

Hasta el 22 de enero de 2023

Calificación: ♦♦

Texto publicado originalmente en La Lectura de El Mundo.

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