Lola Blasco traduce al lenguaje dramático alguna de las conferencias noveladas dictadas por Elizabeth Costello, el alter ego del escritor J. M. Coetzee

Vaya por delante que el planteamiento en sí de Lola Blasco no me ha interesado lo más mínimo y que los jugueteos de Pepa Gamboa en la dirección para que la protagonista no resulte más monótona de lo que ya parece, me han dejado con la idea de que abordar un tema así bien hubiera merecido otro personaje. La materia animalista viene, en principio, marcada en los últimos decenios, desde el punto de vista filosófico, por los argumentos utilitaristas de Peter Singer en su conocido ensayo Liberación animal, y de las réplicas de unos y otros, donde se entreveran la política, la economía, la nutrición, la industria alimentaria, la ética, la tradición, la estética y un largo etcétera que nuestra Costello sortea. El debate está muy lejos de agotarse. Los antiespecistas, los ecologistas, los vegetarianos, los veganos y hasta los cazadores despliegan buenas razones para acometer la cuestión. Ni siquiera se ha llegado a concluir si debemos tratar a todos los animales por igual, si debemos distinguir categorías. Incluso, si debemos reformular el concepto de vida —pensemos en animales más similares a las plantas—. Las mascotas y nuestra convivencia urbana con ellas parecen servirnos de vara medir y eso, por supuesto, es catastrófico. La sintiencia se impone como uno de los principales criterios. La nueva ley del gobierno incide en nuevas ampliaciones de «derechos». La tauromaquia, en nuestro país, continúa sin clarificarse. En fin, todo un conflicto tan complejo para unos y, tan simple para otros, que no me parece que podamos sacar nada en claro de una tal Elizabeth Costello, trasunto del novelista J. M. Coetzee. Es decir, el contenido de esta obra teatral, que tiene la forma de conferencia, podría llegar mucho más lejos que el exabrupto (o no) con el que se intenta soliviantarnos. A saber: comparar las acciones de los mataderos con el holocausto nazi. Seis millones de judíos gaseados contra los miles de millones de animales asesinados al año en el planeta. Comparación esta, que allá por 2019, le granjeó una repulsa de la Universidad Complutense al filósofo Ernesto Castro y una denuncia del Movimiento contra la Intolerancia, además, por su puesto, de la pira twittera. Esto cada vez es menos escandaloso y todavía lo será menos en el futuro próximo tal y como se prevé en la tendencia que se ha detectado últimamente en las nuevas generaciones. Por lo visto, en el conocido dilema moral de a quién salvarías a tu perro o a un bebé que se cae de un barco al mar, el porcentaje va aumentando en relación a socorrer al canino.
Uno podría decir que una obra de teatro no está para esto. Ya, es verdad. Pero es que, encima, nuestra conferenciante tiene muy poca entidad escénica. Porque en la hora y poco que dura la función, la actriz Nathalie Seseña parece que sostiene su propia edad (55 años) para moverse con cierto manejo y, a la vez, convencernos de que caen sobre ella los 76 de la señora Costello, y que el bastón posee alguna utilidad. No caigamos en la consabida excusa de las convenciones teatrales. ¿Acaso no hay actrices que den una edad más aproximada? Luego, resulta que si… blablabá con las mujeres mayores y sus oportunidades laborales.
Antonio Marín ha repartido unos animales de juguete por el suelo para darle ambientación. En fin, qué decir de ese zoológico de plástico. Luego, en pantalla, varias fotos (magníficas) de perros que vivían en perreras. Un ejemplo más de la estetización del dolor. La iluminación de Juanjo Llorens, al menos, tiene el gusto de propiciar un ambiente taciturno que nos convoca al encuentro.
En las últimas temporadas, el recurso a la conferencia ha tenido valiosas puestas en escena. Recordemos, sin irnos muy atrás, Silencio, de Mayorga, o Conferencia sobre la lluvia, de Villoro. Otras propuestas han sondeado esta forma de discurso como hemos visto en el Soeurs, de Mouawad, o en Miércoles que parecen jueves, de Millás o, incluso, en la temporada anterior, en Música y mal, de la propia Blasco.
Da la impresión de que no se ha querido abrumar al espectador con disquisiciones conceptuales, pero lo cierto es que en la novela; aunque, la anciana se encuentra con varias eminencias universitarias, tampoco se discurre por terrenos que vayan más allá de una defensa radical y poco dialogante sobre, para empezar, qué somos los animales. Si el asunto deriva en ponernos por delante a una novelista engreída, solitaria y que cabrea a su nuera —experta en filosofía de la mente; pero que no supone una rival, como así ocurre— o en divagar, como pasa al principio. Sí, el asunto tarda en desperezarse. Ni siquiera va a más con su captatio benevolentia, cuando recurre a Pedro el Rojo, el protagonista de «Informe para una academia», el relato de Frank Kafka, que en el teatro español ha sido tan célebre debido a las adaptaciones que se han realizado, principalmente las de José Luis Gómez. La ristra de filósofos con sus teorías desnortadas y altamente invalidadas como las de Tomás de Aquino o las de Descartes se exponen como una manera bastante sofística de sortear el meollo. Aquí, sobre todo, no hay interlocutores que la pongan en un aprieto intelectual. La señora habla, comenta, se evade y sigue haciendo sus posturas de animales tras cada fundido a negro. Gestos que no aportan nada; porque no termino de entender qué se pretende.
Me pregunto, dada la importancia del tema, si no hubiera sido mejor plantear una mirada propia que nos agitara con más fuerza, fuera del marchamo de un premio Nobel, quien tampoco parece ser un referente principal en estas cuestiones.
Autora: Lola Blasco, a partir de la obra original Elizabeth Costello, de J.M. Coetzee
Dirección: Pepa Gamboa
Con: Nathalie Seseña
Colaboradora de dirección: Triana Lorite
Voz en off: Ignacio Ysasi
Diseño de espacio escénico: Antonio Marín
Diseño de espacio sonoro y composición musical y audiovisual: Ignacio Ysasi
Diseño de iluminación: Juanjo Llorens
Diseño de vestuario: Pier Paolo Alvaro y Roger Portal
Coreografía y movimiento escénico: Zoe Sepúlveda
Producción ejecutiva SEDA: Lope García
Jefe de producción SEDA: Pablo Villa
Ayudante de producción SEDA: Sara García
Ayudante de dirección: Hugo López
Residente ayudante de dirección: Fran Weber
Técnica de iluminación y audiovisual: Paloma Cavilla
Una producción de Teatro Español y SEDA
Teatro Español (Madrid)
Hasta el 15 de enero de 2022
Calificación: ♦
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