Gabriel Olivares dirige el texto de Alicia Montesquiu sobre las mujeres que rodearon al torero cordobés
En la intrahistoria de nuestro país todavía puede ver más intrahistoria, y si le ponemos imaginación, todo pudo ser de otra forma e, incluso esta, pudiera hallarse más cerca de la realidad. Alicia Montesquiu, quien viene de actuar en La lluvia amarilla, ha retirado del foco a la gran figura del toreo para desvelar los trazos oscuros y para especular estéticamente sobre todo lo que ocurrió a su alrededor. El contenido de esta función es un tanto reducido; aunque se manifiesten distintas vilezas de calado. Por ello, el armazón que ha creado la dramaturga ha sido sobredimensionado por Gabriel Olivares. El director lleva años desarrollando una faceta más artística en paralelo a su visión más comercial. Con el TeatroLab se ha dispuesto a la investigación teatral a través del Método Suzuki y la técnica de viewpoints. Our Town y Gross Indecency son sus proyectos más logrados bajo estos procedimientos. Ahora, con Las hermanas de Manolete, ha impregnado el montaje con la recursividad que implica la dinámica de una filmación cinematográfica. Esto es coherente con el retrato del mundo farandulero de la actriz Lupe Sino, la famosa novia del matador, que aquí Ana Turpin interpreta con sugerentes dosis de sensualidad; pero también con un empaque dialéctico que la sobrepone de cualquier tópico sobre sus veleidades. Por otra parte, porque, como descubrirá el espectador, se nos embarca en una fantasmagoría, en una ensoñación. Que esto sea así se asimila al final del espectáculo de mala manera. No se entiende que el epílogo establezca una explicación innecesaria sobre lo que hemos visto, una anulación de la fantasía, para zanjarlo todo como un deseo o un juego ilusionante. Falta en esa parte, una representación que se cohesione con el meollo. Emplear el «Mala mujer», de C. Tangana, como fin de fiesta, le aporta un toque irónico y hasta divertido, muy propio de esa estética posmoderna que desprecia lo sentencioso. En cualquier caso, el núcleo de la pieza es una virguería de permanentes escenas reconstruidas, muy medidas en sus variaciones, para no agotar el efecto y dejar que los diálogos tengan su espacio. Las hermanas de Manolete irrumpen en la habitación de hotel donde se hospeda la que hubiera sido viuda del torero si la futura suegra no hubiera puesto todo tipo de impedimentos (esa señora, Doña Angustias es un gran personaje latente, que requeriría mayor indagación por la relación edípica que se sobreentiende). Manuela (en realidad, Dolores) y Remedios son dos mujeres muy diferentes. La primera, interpretada por Montesquiu, es quien lleva la voz cantante, la que está convencida de que se va a encontrar con una harpía, con una femme fatale que se había querido quedar con toda la herencia de su hermano. La actriz se desenvuelve con firmeza y con esa lógica resistencia de quien se resiste a reconocer un pasado tan doloroso. Pues resulta muy controvertido que una chica así de dispuesta fuera empujada a la prostitución por su propia familia para aportar el dinero necesario para la escuela de toreo de Manuel. Si es que aceptamos como cierta esta habladuría de la época (que parece que sí, y que tuvo gran trascendencia para el torero), como tantas otras que aquí se concitan. En la segunda, una pobre ingenua muchacha y sin arrestos, se observa su incapacidad para digerir el trago por el que tuvo que pasar. La interpretación que realiza Alicia Cabrera es memorable, pues mantiene su papel adobado por un cariz infantil repleto de candor. Ambas contienen rabia, pero su conocimiento del mundo y sus preconcepciones las arrastran de nuevo al error. La Lupe Sino que tienen delante es una mujer de bandera, adelantada a su tiempo, y tan pragmática como tenían que ser esas féminas con tanto arrojo. Turpin se maneja sin soberbia; aunque con la pesadumbre de verse abocada al exilio. No tendrá muchas dificultades el espectador español para completar los apuntes epocales que se lanzan en la función. La política, las costumbres y la podredumbre de posguerra se ven, también, embellecidas, falseadas y hasta parodiadas al entreverarse en el enfoque cinematográfico. La decidida sustancia feminista se comprueba en una especie de entendimiento, casi de sororidad, de las tres mujeres, y eso arrima la obra hacia una reconciliación. Los guiños se afinan, las perspectivas cambian y la escenografía se mueve para provocar nuevos puntos de observación en el público. Marta Guedán ha ideado distintas construcciones para que con rápidos giros cambiemos de ambientación. Marcos de puertas, una cocina y hasta las marcas en el suelo para indicarnos el artificio. Muy importante es el espacio sonoro de Ricardo Rey, pues aquí lo inexiste a nuestros ojos se completa con sonidos de objetos, mientras las actrices realizan los gestos pertinentes. Además, la iluminación de Carlos Alzueta está ajustadísima para que la dinámica que Olivares ha afinado hasta el milímetro nos lleve hasta el centro de la historia. El vestuario de Mario Pinilla establece ese simbolismo que enfrenta el rojo del vestido ceñido y los zapatos de tacón de Lupe con la negritud que portan las dos visitantes. Esta propuesta logra una atmósfera de cierta sordidez; pero también de concentración en los motivos. Es casi una obra de un solo cuadro donde se pretenden aunar los relatos, contando demasiado en lugar de actuarlo. En este sentido, resulta un tanto breve y se echa en falta un despliegue mayor de algunos motivos para que aspectos que tienen que ver con la verosimilitud no se escondan bajo la entera posibilidad de la ficcionalización. Eso no quita para que el conjunto sea notable y se disfrute enormemente.
Texto: Alicia Montesquiu
Dirección: Gabriel Olivares
Reparto: Alicia Montesquiu, Alicia Cabrera y Ana Turpin
Escenografía: Marta Guedán
Vestuario: Mario Pinilla
Iluminación: Carlos Alzueta
Espacio sonoro: Ricardo Rey
Asesoría vocal: Yolanda Ulloa
Ayudante de dirección: Jesús Redondo
Asesoría de movimiento: Andrés Acevedo
Fotografía cartelería: Javier Biosca
Fotografía y vídeo de escena: Nacho Peña
Diseño gráfico: Javier Biosca y Sergio Avargues
Producción ejecutiva: Gaspar Soria
Producción: ElReló en colaboración con TeatroLAB Madrid
Teatro Fernán Gómez (Madrid)
Hasta el 30 de enero de 2022
Calificación: ♦♦♦
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