El largo camino (historias de Ucrania)

Las vivencias de las mujeres en la guerra ucraniana se plasman en escena a través de varias partes inconexas firmadas por tres dramaturgos

El largo camino - Foto de Hasterfröch
Foto de Hasterfröch

Hace poco más de un mes se representó en la misma Sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez la obra Protocolo del quebranto, inspirada igualmente por la guerra en Ucrania. Ahora le toca el turno a un grupo de dramaturgos, quienes nos dejan semblanzas, retazos, noticias, vivencias y otros vericuetos al hilo del tema. Miguel Ángel Quirós las ha unido ─creo que esto es mucho decir─ en un espectáculo que, desde el punto de vista dramatúrgico parece muy traído por los pelos. Cuesta mucho inducir una estructura, una misión particular, una mirada más concreta y humana que se pueda quedar en nuestra memoria. O sea, ya asistimos a diario a toda clase de reportajes, de vídeos sobre distintas atrocidades, repercusiones en los medios sobre declaraciones de tintes geopolíticos y demás asuntos que nos sobrepasan, como para que el teatro no aúne, no concrete, no personifique en lo peculiar. Sigue leyendo

Protocolo del quebranto

La invasión rusa en Ucrania inspira este oscuro y lluvioso espectáculo de Mario Vega en el Teatro Fernán Gómez

Protocolo del quebranto - FotoLa impresión que nos ha generado la invasión de Ucrania, sumada al destrozo de Gaza en estos momentos, es más que suficiente para inspirar este montaje tan potente en su puesta en escena. Nos hallamos en tierra de nadie. Un par de individuos empujan una casa ambulante, como el carro de Madre Coraje. Crezk es un tipo estrafalario, un traficante de armas, que más parece un chamarilero, que intenta hacer sus negocios a través de una radio portátil. Su territorio dice llamarse Osel, como si fuera un aspirante a señor de la guerra. Luisfer Rodríguez le imprime un subyugante rictus entre vesánico y bufonesco. Sigue leyendo

Un delicado equilibrio

El texto de Edward Albee regresa a las tablas para incidir en las cuitas de una familia burguesa envueltos en una atmósfera de absurdo

Un delicado equilibrio - Foto de Sergio Blanco
Foto de Sergio Blanco

Esta obra se estrenó en 1966 en Nueva York, y luego, en 1969, tuvo su propia representación en el Teatro Español, con versión de Antonio Gala. En ella se encuentran muchos de los elementos del teatro de Edward Albee, no hay más recordar el alcoholismo y las trifulcas matrimoniales en su obra más célebre ¿Quién teme a Virginia Woolf? O el surrealismo entreverado en La cabra o ¿Quién es Sylvia? También en los últimos tiempos se ha recuperado para la escena La historia del zoo, donde se hallan inteligentes diálogos. Está claro que el dramaturgo estadounidense bebió de los maestros más cercanos como Tennessee Williams, de quien hace poco se realizó un espectáculo donde se volvía a incidir en los estragos de la bebida; o de O’Neill, pues no hay más que contemplar Largo viaje del día hacia la noche para descubrir un claro antecedente de la pieza que aquí tratamos. Sigue leyendo

Mi abuela no se llama Carmen

En el Teatro Fernán Gómez, Ana Mayo homenajea a su yaya en una autoficción de carácter costumbrista

Mi abuela no se llama Carmen - Foto de Geraldine Leloutre
Foto de Geraldine Leloutre

Uno puede ponerse en la tesitura sentimental y hasta compasiva de la autora, por supuesto. Cuántos hemos tenido abuelas viudas, muy ancianas, muy duras y singulares, con genio y pejiguerías, que pasaron la guerra (y quedaron con los perdedores) y atravesaron la posguerra pues nos podemos hacer cargo del asunto. Claro, pero esta abundancia de autoficciones en la escena, eso de que los artistas nos cuenten su vida, que viene a ser tan corriente como la de tantos, que intervienen sus textos tan poco ficcional y literariamente, que se ajustan a dramaturgias consabidas, te deja ya terriblemente agotado. Sigue leyendo

La Regenta

La adaptación de la célebre novela de Clarín nos deja un montaje reduccionista y falto de pulsión existencial

La Regenta - Foto de Pedro Gato
Foto de Pedro Gato

No sé cuál debe ser la mejor manera de trasladar a escena en noventa minutos una novela de proporciones considerables; pero esta que ha pergeñado Eduardo Galán es harto conservadora en cuanto a la ambición artística, y no hace, en absoluto, justicia a ciertas técnicas literarias que puso en marcha con excelencia el autor nacido en Zamora (asturiano de adopción). Hablo, por ejemplo, de ese atisbo de monólogo interior que fue el estilo indirecto libre. Aquí se ha optado por el pedagogismo, por la narración que ate cabos, de la conciencia de que muchos bachilleres acudirán con sus profesores al reclamo. O de ese público que ha leído la obra y necesita recordar a este o a aquel personaje. O, directamente, los que solo vieron la conocida serie de televisión con Aitana Sánchez-Gijón y Carmelo Gómez a la cabeza. Sigue leyendo

Yerma

María Goiricelaya se deja influir por Lorca para concretar un texto que profundiza en el sufrimiento de todas aquellas mujeres que hoy no logran ser madres

Yerma - Foto de Diego Mayor HuescaEmpecemos aseverando que titular Yerma a esta obra es casi un clickbait y que los espectadores deberían estar más que avisados de que aquí no está Lorca. Dejémoslo en que la escritora María Goiricelaya se ha inspirado en la tragedia del dramaturgo granadino. Cualquiera puede comprobar que ni lenguaje, ni época, ni personajes, ni siquiera el argumento quedan reflejados. Apenas el tema se trae a colación; pero desde una perspectiva sociocultural bastante diferente. Esta es la principal pega que le puedo encontrar a un montaje magnífico y de gran intensidad; también, quizás, que se alarga demasiado y que reitera el mismo motivo en exceso (puede que la última escena, la de la fiesta, sugerente y onírica, llegue un poco tarde). Claro que, cuando hablamos de una obsesión, la repetición es obvia. Sigue leyendo

Paella

David Fernández «Fabu» y Nerea Moreno se ponen al frente de un espectáculo de estética cutrelux en el Teatro Fernán Gómez

Paella - FotoCuando uno se empeña en performar un desenfreno debe cuidarse de no sucumbir en la autodestrucción. Los propios artífices anulan su engranaje evidenciando que sus tramas se agotan antes de que la comida esté lista. Ellos se han impuesto cocinar de principio a fin una paella de verdad, aunque algún valenciano afirmaría que es arroz con cosas; porque abusan de las verduras de manera insolente (también el cutrerío va por ahí). Noventa minutos de cocción se hacen tan excesivos para un argumento tan endeble, que más de media hora se rellena con canciones a modo de cabaret ramplón y grotesco con irónico el «Show must go on»; puesto que hay que esperar y continuar. Sigue leyendo

El grito del cardo

Inma González muestra toda su expresividad para inmiscuirse en la piel de una mujer marginada en el contexto de la posguerra

El grito del cardo - FotoNo es desde luego muy preciso hablar de los hijos de La Zaranda, pues esta compañía gaditana bebe de unas tradiciones y de una decadencia socioeconómica muy concreta y pertinaz que ha propiciado unas formas de expresión, un arte, un deje; pero convengamos en que el estilo zarandesco tiene hoy distintos herederos que arrastran los pros y contras de aquella compañía. En la mayoría detecto más los procedimientos formales que la consistencia política y o el componente alegórico que, en aquellos, alcanza la excelencia en varios de sus montajes. Sigue leyendo

Lo único que verdaderamente quise toda la vida es ser delgada

La dramaturga y actriz Esther F. Carrodeguas monologa sobre su gordura en una performance autoficcional

Lo único que verdaderamente quise toda la vida es ser delgada - FotoEsther F. Carrodeguas, quien, desde mi punto de vista, ha patinado con su último espectáculo, Iribarne, en el CDN, es una dramaturga que necesariamente debemos juzgar como inteligente. La prueba es Supernormales. Uno, entonces, se pregunta por qué una mujer de 44 de años se hace esto (y nos hace esto) en escena. Otra vez más la autoficción de marras. Otra vez el micrófono en mano. Otra vez la declamación plañidera. Otra vez el victimismo egocéntrico. Otra vez el mundo (todo, todo el mundo) «contra mí». Pero esta vez, encima, reducido a cuarenta y cinco míseros minutos y a la redundancia más insoportable: «Soy gorda». Sigue leyendo