Tu mano en la mía

La correspondencia entre Antón Chéjov y su esposa, la actriz Olga Knipper, se transforma en un montaje que rezuma romanticismo

Tu mano en la mía - Foto de Jord PláPartamos de que ya nos topamos con la pareja Casany y Valls cuando se enfrascaron en la estupenda Vania, de Carles Alfaro. Ahora, estos dos estupendos actores (ambos con el Premio de las Artes Escénicas de la Generalitat Valenciana a la Mejor Interpretación en 2020) parecen observarse a sí mismos fuera de aquellos personajes para atenazar la conflagración del amor epistolar en el contexto del frío, de la enfermedad, del enardecimiento, del cansancio y de la esperanza en un futuro que románticamente se manifiesta imposible; pero que románticamente hay que afrontar con agonía. Esta obra será una historia fulgurante y repleta de amor para aquellos que no conozcan a Chéjov, su vida, sus obras y su contexto sociocultural; y será una correspondencia alusiva para aquellos que vayan al teatro con un bagaje y puedan imaginariamente completar la cantidad de huecos que aquí se sortean. Los primeros puede que se sientan más fascinados, por aquello de que no se creerán arrastrados por la sesgada biografía; mientras que los segundos, quizás, hubieran requerido mayor hondura en ciertos aspectos. El drama es tiempo y aquí se consume en una concatenación excesivamente vertiginosa, se quiere abarcar demasiado y nos perdemos al hombre y a la mujer, sobre todo a él; porque a ella la degrada el trabajo —repetitivo y asfixiante en muchos momentos—, aunque también reconfortada por el éxito al encarnar los personajes que había creado su futuro marido. De Antón nos falta el padecimiento, la lentitud de los días, el silencio, el aprendizaje y la experiencia de aquello que lo dirigía hacia sus cuentos y hacia la finalización de sus grandes obras teatrales. Es evidente que Carol Rocamora ha trazado un camino abigarrado. Un relato de seis años que finalizan con la muerte del escritor, a partir de las cuatrocientas misivas que se enviaron Antón y Olga Knipper. Ella, una actriz del Teatro del Arte de Moscú, cuando Stanislavski lo dirigía. Rebeca Valls pasa del entusiasmo floreciente a esos momentos en los que el trabajo ya no le supone un placer genuino, sino un agotamiento insoportable. Deducimos —porque el perspectivismo no nos deja inmiscuirnos como si fuéramos un narrador omnisciente— que una existencia disoluta la llevó a trasnochar, a extender la farra hasta la mañana y perder la noción de su devenir. Amigos, celebridades, cenas interminables, el alcohol,… La actriz convence más en la ternura, que en la demostración del decaimiento y de la resaca. Lo repito, se requiere oxígeno en la representación, pausa. No valen con que se diga lo que pone en las cartas, hace falta vivenciarlo delante de nosotros. Manifiesta sus frustraciones y sus enfados, desde luego; aunque la función se eleva una y otra vez sobre el humor, la ironía sutil y el apartamiento de la penuria. Es una obra quizás demasiado alegre y vitalista, para tratarse de un hombre enfermo y recluido en Yalta, mientras su mujer encadena funciones durante más de siete días seguidos. Porque Casany traza un Chéjov sostenido por ese espíritu apacible que destila (en la realidad, dentro de lo que se sabe, tenía un genio bronco que a veces revelaba con furia: «Dices que odias mi carácter. Y yo tengo que decirte que, por naturaleza, mi carácter es fuerte, soy irascible y todo lo que quieras, pero estoy acostumbrado a contenerme…») y por el cariño que expele en todas esas expresiones cursilonas (el amor epistolar lo aguanta todo, y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra), como el «Tu mano en la mía» que da título al espectáculo. Ambos intérpretes hacen vibrar al respetable cuando están juntos, cuando manifiestan la necesidad corporal del otro; pues su relación estuvo determinada por la separación. Eso implicaba ritmos de vida diferentes. En ella ya ha quedado claro; mientras que, en él, las visitas a Tolstói, la convivencia familiar o, en casos extraordinarios, los viajes por Europa ocupaban su convalecencia. No obstante, insisto en que echo en falta una concreción mayor sobre el proceso creativo de sus obras. Máxime cuando son tan populares y siguen representándose con tanta pertinacia hoy en día. ¿O acaso no paramos de ver el Tío Vania (el de Veronese, el de Rigola) o La gaviota (la de Rigola, la de Korsunovas o la de Conejero) o  Las tres hermanas o El jardín de los cerezos? Por otra parte, los primeros pasos de la función son grandemente didácticos, vienen de fuera, con los actores aún trastocando los papeles, dándonos cuenta de lo que se tienen entre manos. En esos instantes, que vayan en vaqueros tiene cierto sentido, que continúen con ellos, es un anacronismo ridículo para una propuesta que no pretende modernizar casi nada. Es cierto que Elena. S. Canales, responsable del diseño de vestuario, luego ha preparado otras prendas, como abrigos que nos remarcan esa huida permanente del frío que tuvo que emprender el dramaturgo para salvaguardar su delicada salud, su insistente tuberculosis imparable. Si bien, la música de Víctor Lucas remarca con esplendor —así lo parece con el vals— cada mirada en la lejanía. En gran medida se respira una atmósfera intensa, propiciada por una dirección de Santiago Sánchez más luminosa que taciturna, como si buscara hiperbólicamente la comunión con el público más que distanciarse. Por esta razón, la mayoría de los espectadores saldrá satisfechos y hasta compungidos; pues se exprime la emocionalidad, recargada con un epílogo que redunda en los principios del romanticismo y su amor más allá de la muerte.

 

Tu mano en la mía

Autora: Carol Rocamora

Dirección: Santiago Sánchez

Elenco: Rebeca Valls y José Manuel Casany

Versión castellana: Santiago Sánchez y Paloma Rojas

Versión valenciana: Rodolf Sirera

Diseño de escenografía: Dino Ibáñez

Realización de escenografía: Jordi Castells

Diseño de iluminación: Rafael Mojas

Música: Víctor Lucas

Diseño de vestuario: Elena. S. Canales

Realización de vestuario: Cornejo

Diseño gráfico: MINIM Comunicación

Fotografía: Jordi Pla y Giuseppe Falla

Prensa: María Díaz

Redes sociales: Virginia Berlín

Producción ejecutiva: Ana Beltrán

Ayudantía de producción: Paca Mayodormo

Distribución: Elena Millán

Agente literario: Susan Smith y MBA Literary Agents

Teatro Fernán Gómez (Madrid)

Hasta el 28 de noviembre de 2021

Calificación: ♦♦

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