Éramos tres hermanas

Las tres hermanas que han versionado Sinisterra y Alfaro es de lo mejor que se ha visto esta temporada en La Abadía

tres hermanasEn la negrura, el tedio y la insufrible abulia, tres hermanas luchan desde la vejez contra el recuerdo de su vida desesperanzada. En un vaivén temporal, como la biela de una locomotora, la historia se lanza en retroceso continuo; las jóvenes viejas añoran un pasado presente y se recuerdan, bajo una constante redundancia, todo aquello que ya no pueden ser, aunque les quedara toda la vida por delante. Así, en esta tergiversación magistral de José Sanchis Sinisterra, el realismo chejoviano se transforma en aura kafkiana, en noche onírica, en eco lúgubre y en vacua esperanza becketiana. Una síntesis pulida a través de la repetición, de la insistencia en la desmemoria, en un discurso repleto de nihilismo y concatenación asfixiante de los cuatro actos en una escenografía minimalista, negra y renegra, vidriosa, caliginosa, espantosa cuando los rostros de esas tremendas actrices se reflejan en las paredes, en el suelo o en el piano que irá tocando Mamen García mientras canta en los interludios (en italiano, en francés, en inglés) hasta la apoteosis con su We are going to Moscu como un irónico grito desesperado. Carles Alfaro ha completado un espectáculo redondo en el que cada elemento se engrana con una fluidez y una condensación excepcional. Las tres actrices, ataviadas con una vestimenta decadente, como unos espectros empolvados, elevan el texto con actitud de coro, de reverberación meticulosa, donde cada sentencia es repetida para remarcarlo sólidamente. Julieta Serrano pierde su mirada de anciana con retazos juveniles ofreciendo su sabiduría de maestra, tirando de una familia que añora febrilmente al padre muerto hace un año. Mamen García parece una niña pizpireta, una marioneta alegre que lucha por mantener la esperanza; justo lo contrario que Mariana Cordero, con su Masha, arrastrando su pesimismo y luto, hasta que no le queda más remedio que recuperar el aliento para continuar: «Hay que vivir… Hay que vivir». La cotidianidad indolente, la visita de Tusenbach, de Vershinin y otros militares a la casa de las tres hermanas fuerzan su imaginación, sus ansias por un futuro mejor. La presencia de Natasha, su cuñada, tan redicha, las exaspera. No pasa nada más allá del propio acontecer, pero, esta vez, a Chéjov le han retocado el tiempo, el ritmo, le han incluido vivacidad y un piano dispuesto para jugar con los espectadores y llevarlos hasta 1900, a un lugar anodino y decadente que en las tablas de La Abadía parece una caja de resonancias vitales.

Éramos tres hermanas («Variaciones sobre Chéjov»)

Texto: José Sanchis Sinisterra

Dirección: Carles Alfaro

Reparto: Julieta Serrano, Mariana Cordero y Mamen García

Espacio escénico: Carles Alfaro y Vanessa Actif

Vestuario: Ikerne Jiménez

Teatro de La Abadía (Madrid)

Hasta el 25 de abril de 2014

Calificación: ♦♦♦♦♦

Texto publicado originalmente en El Pulso.

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10 comentarios en “Éramos tres hermanas

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