Noemi Rodríguez protagoniza junto a su hermana un espectáculo autoparódico y musical sobre los caminos del éxito y del fracaso

Desde que Teatro en Vilo irrumpió por la puerta off en el panorama teatral con su Interrupted, merece la pena indagar en sus acciones; principalmente porque su tipo de humor oxigena con inteligencia un espacio, el de la comedia, que requiere tanta pericia. Así que después de Generación Why y de Man Up, llegamos a este nuevo espectáculo que, entre las consabidas dificultades que estamos viviendo, ha ido saliendo adelante. Y digamos pronto que es un engaño, que Noemi Rodríguez es una farsante, una embaucadora y una tía que utiliza su encanto y su retranca gallega para llevarnos a su terreno. Nos reparte unas generosas dosis de aparente autoficción en una torticera treta para embaucarnos en su mundo tan real como paródico, para concitarnos a las gentes que pasaron su adolescencia a finales de los ochenta y principios de los noventa; cuando llegaron las cadenas privadas de televisión y las estilistas eran amateurs. No ayuda que se nos dé la bienvenida con un karaoke de Sergio Dalma y su «Bailar pegados»; cuando aún estamos fríos. Así de sopetón, es querer que se comience muy arriba. Las hermanas Rodríguez (¿son de verdad hermanas?) han venido a retratar una época por la vía galega y desde una experiencia personal que tiene bastante de general, si asumimos que representan a la clase media tirando a baja, que todavía no había terminado de modernizarse. El cutrerío que recorría España en aquellos años es incuestionable. Hoy puede ser mi gran noche es un homenaje al padre, a sus exigencias sobre su hija mayor, sobre los sueños incumplidos proyectados sobre ella; pero, sobre todo, y este es el trasfondo auténticamente interesante de este montaje, trata del fracaso. De intentarlo y fracasar; como hace la inmensa mayoría de la gente que pretende lograr un éxito. En gran medida, lo que se logra a través de esta función escueta y muy medida en el tiempo, es un tono. En Noemi Rodríguez hay una forma de ser escénica que nos prefigura a una cómica de grandísima categoría, una payasa a lo clásico, con sus rostros guiñolescos, con unas capacidades corporales muy apreciables; pues, como bailarina, trabaja el movimiento preciso con la coreografía fingidamente ruinosa; mientras que, a esto, le añade una pose irónica, muy posmoderna, de atizamiento continuo a las diferentes esferas de nuestra sociedad, ya sean políticas, sociales o culturales (escorada a la izquierda, eso sí. Ahí es menos bufona). Y el toque entrañable, metiendo el dedo en la llaga, buscando la emotividad llorosa. Si en los dos espectáculos anteriores de la compañía, ella había tenido sus momentos álgidos e inigualables, este, se nos sobrepone como un torbellino. Otro asunto muy distinto es si el texto está a la altura y se recarga en exceso de costumbrismo y, por lo tanto, redunda en el anecdotario común que escuchamos en el stand up haciendo humor con lo consabido. Nos vamos al piso de protección oficial de las hermanas con su colección de cachivaches kitsch (no había llegado el igualitarismo IKEA). El papá comanda una orquesta de esas que recorren los pueblos de Galicia montando la verbena en cada fiesta patronal o gastronómica inventada. Un cantante de esa tercera división de aspirantes a un estrellato inviable. La caricatura de la infancia con esas niñas imitando a las Azúcar Moreno, los dichos de la madre y las elucubraciones del esposo, lanzan a la hija a Lluvia de estrellas, presentado por Bertín Osborne, aquel espantajo premonitorio de lo que vendría hoy con estos concursos de «talentos» que no paran de poner la miel en los labios de los ilusos. El discurso berlanguiano se dispone como una lucha de clases entreverada. El ruralismo impenitente se enfrenta a la gran urbe madrileña, al mundo de la televisión, para recibir el golpe de realidad. Nada menos que ponerse en la piel de Freddie Mercury, ese emblema musical de nuestro annus mirabilis, y que también se lleva su reconocimiento en este proyecto. La estrella caída por el SIDA, ese castigo divino para los que practican relaciones sexuales contra natura. Un tipo que no logró sobrevivir para actuar junto a Montserrat Caballé en la inauguración de las Olimpiadas; pero que igualmente consiguió emocionar. Darlene Rodríguez, quien tiene una participación discreta y secundaria; pero que nos hace descubrir a alguien con dotes para la interpretación, le da un soporte cómico a su hermana muy significativo, tanto en lo «musical» (no desvelemos el final) como en las actuaciones expresionistas y muy graciosas, como la antes referida a los Juegos. Monica Boromello firma la escenografía; aunque esta apenas supone un gran despliegue, y consiste en un sencillo telón plateado. Más provocativo resulta el vestuario de Paola de Diego, Sigrid Blanco y Candela Iváñez, pues combina el disfraz con distintos elementos paródicos como las caretas que se enfundan. Esta vez Andrea Jiménez no se lanza al ruedo y se queda con la dirección del montaje para garantizarnos un ritmo muy apropiado y, seguramente, para frenar a la protagonista; pues Noemi Rodríguez reactualiza su propio texto para que el momento que estamos viviendo y algunas alusiones al lugar, le den vivacidad al asunto. Es una obra muy bien equilibrada y compactada que, además, nos permite reflexionar sobre el tan traído tema de la realidad y de la ficción en las incursiones autoficcionales; pues, vale que la verosimilitud con la que se muestran cada una de las escenas y relatos nos parezca inequívoca, como a la postre, falsa. Ese juego también conlleva una recursividad que nos sitúa ante el reflejo distorsionado de nuestra memoria. No hay más que ver hoy con qué topicazos se intenta comparar el presente con sus usos tecnológicos y la juventud ludificada, con un pasado próximo, a veces, demasiado edulcorado.
Texto: Noemi Rodríguez
Dirección: Andrea Jiménez
Intérpretes: Noemi Rodríguez y Darlene Rodríguez
Escenografía: Monica Boromello
Iluminación: Miguel Ruz Velasco
Vestuario: Paola de Diego, Sigrid Blanco y Candela Iváñez
Coreografía: Amaya Galeote
Música: Lise Belperron
Ayudante de dirección: Macarena Sanz
Ayudante de escenografía: Jimena Eichelbaum
Vídeo: Ro Gotelé
Fotografía: Danilo Moroni & JC Toledo
Asesoría dramatúrgica: Eva Redondo
Producción: Teatro En Vilo
Prensa: María Díaz
Distribución: Proversus/Isis Abellán
Teatro Fernán Gómez (Madrid)
Hasta el 28 de febrero de 2021
Calificación: ♦♦♦
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