Unas millennials se preguntan acerca del futuro en un espectáculo tragicómico repleto de guiños humorísticos
Todo queda dicho si unas jóvenes que rondan la treintena han esperado a llegar a tal frontera para preguntarse por el futuro. Es signo de los tiempos. Es evidente que ese retraso, ese lapso ralentizado de la veintena y de una adolescencia en la inopia tecnológica también propicia la respuesta casi unánime: la duda, el no saber ni por dónde empezar, el no querer asumir que dejar la contestación en blanco supone continuar con una inercia de la que no eres dueño. Así que las de Teatro en Vilo se han montado un work in progress de testimonios autobiográficos y de jueguecito tipo los fantasmas de la Navidad dickensianos: el presente, el pasado y el futuro. Generación Why es un espectáculo tragicómico de pretensiones existencialistas y derivas absurdas, grotescas y hasta testosterónicas (¡qué manera de gritar y exudar angustia!). Tres actrices a la intemperie de un espacio casi vacío y expuestas a la voz oracular de su directora, Andrea Jiménez García, que las somete seductoramente para que expresen su sentir ante una vida de la que deben hacerse responsables. El trío millennial y cosmopolita se adentra alocadamente como si el montaje necesitara sensaciones musicales de los ochenta (canciones bien conocidas resuenan) para ponerlas a tono. Aunque enseguida comprendemos la estructura tripartita de la obra, se echa en falta una pizca de orden dentro de un barullo reiterativo. Lo cierto es que los antecedentes avalan a este grupo; puesto que Interrupted fue auténticamente una propuesta memorable de teatro físico y que dejaba un buen sabor de boca. De aquella impronta se trasluce aquí una comicidad astuta, punzante y sarcástica, muy desenfada (no obvian temas de la sexualidad, del cuerpo y no se dejan constreñir por lo políticamente correcto). Chiara Goldsmith, proveniente de Italia, manifiesta una locura creciente que inunda toda la sala. Una bestia lúbrica buscando un macho, un uomo, que la satisfaga. Ella se acoge al presente, no al futuro, sino al hoy, al ahora que debe transcurrir imperioso y lleno de fuerza. Ella quiere sentir, percibir los cuerpos, su cuerpo. La actriz se emplea a fondo y se transforma en una «insensata» que termina demostrando, en su triste tranquilidad de la incertidumbre, sus dotes vocales con «La Vie en Rose». En el segundo acto, toma el protagonismo Noemi Rodríguez, y esta debe ser uno de los motivos principales para acudir a este espectáculo. La actriz posee unas virtudes para la comedia excepcionales, alcanza la caricaturización de sus personajes con solo chasquear los dedos, es capaz de evidenciarse en el punto de la grosería y de lo chabacano y de saltar hasta el extremo contrario con una declaración de amor inundada de ternura. Ella se encarga del futuro en forma de pesadilla, haciendo de una supuesta cabaretera, madame, vicetiple hundida en la miseria y el vagabundeo, envejecida por la mala vida; aunque antes ha sacado toda su energía fulgurante para hipertrofiar su discurso cargado de sueños, de antojos y otras variedades del ocio que no terminan de concretar nada verdaderamente trascendental. Y es ahí, en el momento en el que parece que se van a desarrollar aspectos filosóficos de calado; cuando se reprime, cuando da la impresión de que se tiene que disculpar con el respetable porque hemos venido a pasar un gran rato. Pues la función, para que se recuerde más allá de los gags sobresalientes, sí debería ahondar en la verdadera intención que las ha llevado a plantearse la pregunta inicial. Todos sabemos su respuesta, son actrices, ahí está su razón de ser. Es el público, entonces, el que puede planteársela. Precisamente sufrimos una época de multiaventuras insignificantes que nos devoran el tiempo y que no dejan el más mínimo poso. ¿Qué deberíamos hacer? ¿Nos hemos parado realmente a reflexionar acerca de ello? Otra lástima, es el tercer acto; porque parece que no han encontrado un argumento adecuado para Roisin O’Mahony, su falta de dominio con el español no permite la fluidez necesaria; y a pesar de la ayuda que le prestan ―traducción simultánea y la tutorización de la propia directora―, su actuación no fragua con la misma efectividad que las otras dos. Se responsabiliza del pasado, y para ello se le da la oportunidad de resarcirse de una prueba para hacer de Julieta que fue todo un fracaso. Ahora lo consigue, entre intentonas inverosímiles; pero poco más. En definitiva, un montaje de apenas una hora que nos muestra a un grupo de jóvenes enormemente talentosas que muestran sus cuitas sobre el devenir a través de unos guiños humorísticos satisfactorios; pero con un trasfondo existencial algo pacato y naíf como para tomarlo demasiado en serio.
Dramaturgia: creación colectiva de Teatro en Vilo
Dirección: Andrea Jiménez García
Reparto: Chiara Goldsmith, Andrea Jiménez García, Roisin O’Mahony y Noemi Rodríguez Fernández
Escenografía: María José Martínez y María Gil de Bustamante
Iluminación: Juan Ayala
Vestuario: Paola de Diego
Fotografía: Álvaro Serrano Sierra, Ariana Cárdenas y Pablo Blanco
Diseño de cartel: Javier Jaén
Producción: Teatro en Vilo
Teatro Valle-Inclán (Madrid)
Hasta el 28 de octubre de 2018
Calificación: ♦♦♦
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