Un espectáculo sobre el último amante de Lorca, donde destaca la actuación de la cantaora Clara Montes
El mito de Lorca, su historia y su hagiografía, el fetiche que, en muchos casos, tapa los valores estrictamente literarios y que va camino de asfixiarnos con tanta profusión. Aquí partimos de una novela titulada Los amores oscuros, escrita por Manuel Francisco Reina, donde se nos revela —tiene mucho de periodística—, según las investigaciones del autor, que un tal Juan Ramírez de Lucas habría sido el último amor de Federico y que además habría inspirado los Sonetos del amor oscuro. Esto contradeciría lo que se nos anunció en la exitosa La piedra oscura de Alberto Conejero, quien situó a Rafael Rodríguez Rapún como instigador de ese poemario. Sea como fuere, no es este el lugar para dirimir quién tiene la razón o si será posible determinar si el poeta jugó a varias bandas. Lo que sí me parece relevante para criticar este espectáculo que se presenta en el Teatro Español, bajo los auspicios del World Pride, es que uno no sabe si lo que se escenifica es la adaptación de una novela o si es un concierto de Clara Montes (acompañada por el guitarrista José Luis Montón) presentando el último disco que ha editado, nacido al hilo de la obra que nos compete y que, por supuesto lleva el mismo título, y que contiene temas del propio poeta. Digamos claramente que es más bien lo segundo, puesto que la cantaora nos deja su arte de principio a fin entonando cada uno de las piezas; mientras se intenta enhebrar el relato de este amante, quien rememora cómo fue aquella época en Madrid. Uno de los errores mayores del montaje, desde mi punto de vista, es haber enfocado el asunto de la misma forma que en la novela. Es decir, desde el narrador testigo que recuerda los hechos. Si en la obra original puede funcionar —tiene 600 páginas para desarrollarlo— aquí desde luego obliga a los personajes a dar explicaciones sin parar, anulando la propia representatividad. Además, sitúa a Ángeles Cuerda como secretaria y confidente en un papel que contraviene estéticamente lo que ocurre detrás de la veladura que divide todo el escenario; y a Antonio Campos impostando la voz y arrastrando los pies (sin más caracterización) para aparentar a un anciano de manera inverosímil y forzada. A lo que hay que añadir que sus diálogos están repletos de frases de relleno e inconsecuentes tipo: «puede que el café queme. Espera que te cambio el vaso» (y sale y el cambia el vaso). Querer fundir aquello, tan corriente y tan falto de atractivo con lo que ocurre en su remembranza, es harto complicado. Por lo tanto, es más conveniente centrarse en lo que ocurre tras la veladura que separa el presente del recuerdo. Allí atrás la mayoría de las escenas son simples pinceladas sobre los avatares de los dos protagonistas (aunque la personalidad del amante quede evaporada). Acontecimientos bien atestiguados como el estreno de Yerma con Margarita Xirgu de protagonista en ese mismo escenario y sobre los altercados que allí tuvieron lugar; o los encuentros de la Generación del 27 casi al completo en el enorme piso de Carlos Morla Lynch, sobre quien se montó una obra teatral hace bien poco: El corazón entre ortigas. Precisamente allí cazó Juan Ramírez de Lucas a Lorca besándose con Rodríguez Rapún. Pero son esbozos con diálogos muy efectistas, que quieren ir demasiado al grano y que a lo largo de la función dan esa sensación de reportaje biográfico en el que se incluyen dramatizaciones para ilustrar ciertos pasajes. Si nos fijamos, por ejemplo, en Alejandro Valenciano, al que le toca meterse en la piel del poeta granadino, vemos cómo su expresión redunda en el expresionismo o cómo a veces emplea el verso para hablar en una charla normal. Seguramente se quiera abarcar demasiado para el breve espacio que queda entre canción y canción, para cerrar en noventa minutos de espectáculo. Y aunque podemos encontrar momentos que en la nebulosa se ofrecen imágenes plásticas de gran belleza, principalmente, cuando se cruzan o pasean; también nos topamos con un cuadro cumbre en la función que se resuelve de manera tosca. Me refiero a su relación sexual, a cómo se desnudan (parece inevitable la torpeza al bajar pantalones ajustados) y cómo se busca una estética, unas posturas, más propias de sesión de fotos habituales en nuestros días de Instagram; pero alejadas de aquellos años treinta. Porque es evidente la estetización que se busca desde el inicio con la escenografía que ha montado Felype de Lima, con un prisma ensabanado donde transcurre la ensoñación y sobre la que se proyectan frases (cuidado con la tilde en «reír») del propio Lorca, imágenes oníricas y otros elementos sugerentes, esencialmente para la música. Él mismo se encarga del vestuario, donde repite con ese estilo de ropas «manchadas», decoloradas (empleadas desde Fausto hasta Séneca), algo inapreciables en el espacio translúcido. Desde luego su trabajo suma al conjunto y nos permite introducirnos en los vericuetos difusos que se intentan plasmar. Creo que el enfoque de este montaje es inadecuado. Ya desde el comienzo, con esa frase telenovelesca: «Yo fui el último amor de Lorca y tal vez, la razón de su muerte», que es mucho más que tendenciosa, se nos quiere llevar hacia una manifestación visual y sonora que sí que posee virtudes; pero que tiene unos fundamentos teatrales endebles. Me quedo, en definitiva, con la interpretación de Clara Montes y José Luis Montón. La platea prácticamente en pie al terminar. Larga ovación.
Autoría y adaptación: Manuel Francisco Reina
Dirección y dramaturgia: Juanma Cifuentes
Intérpretes: Antonio Campos, Clara Montes, José Luis Montón, Alejandro Valenciano y Ángeles Cuerda
Escenografía, vestuario e iluminación: Felype de Lima
Regiduría: Josemi Alarcón
Sonido y proyecciones: Víctor Tomé
Contenidos audiovisuales: Pepe Catalán
Coordinador técnico: Fidel Jiménez
Vídeo: Paco Amate Aron Multimedia
Utilería: Daniel Pablo Cortés Luna
Construcción escenografía: DUMA Creación Artística
Máscaras y marionetas: Las marionetas de la Señora Lobo
Confección vestuario: Gabriel Besa
Peluquería: Jesús Garví
Ayudantía: Marta Guedán
Producción: Consu Beléndez
Productor ejecutivo: Carlos G. Navarro
Teatro Español (Madrid)
Hasta el 2 de julio de 2017
Calificación: ♦♦
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2 comentarios en “Los amores oscuros”