Versión de la obra brechtiana estilizada por un vestuario icónico diseñado por Felype de Lima

A pesar de que Galileo Galilei es uno de los personajes históricos más populares (1564-1642), se sigue manteniendo el bulo de que fue quemado en la hoguera por contradecir el modelo ptolemaico, como sí lo fue, por razones parecidas, Giordano Bruno. La obra que escribió Bertolt Brecht, quien reescribió en tres ocasiones el texto (aquí tenemos la última versión, de 1955), puede parecer a primera vista demasiado tendente a la fría biografía e, incluso, al documentalismo. Al fin y al cabo, hablamos de un anciano dedicado a sus pesquisas científicas día y noche. La versión y la dirección de Ernesto Caballero permiten dinamizar enormemente la función. Recurre desde el principio al truco metaliterario desde el cual todo se presenta como un ensayo en el que mágicamente el mismo Bertolt Brecht se pone en la piel de Ramon Fontserè para convertirse en Galileo. Así se logra, como bien afirman, que el propio protagonista no envejezca y tampoco el pequeño Andrea, el cual puede mantener siempre el mismo rostro incólume de Tamar Novas. Aunque, desde mi punto de vista, la mejor decisión que ha tomado el director del Centro Dramático Nacional ha sido elegir a Felype de Lima (aún se recuerda su labor en el Fausto de Pandur) como diseñador de vestuario. Es el generador de toda una estética en la que se conjuga la sencilla ropa que cualquier actor puede emplear en un ensayo, con los elementos de atrezo que van a definir su personaje. Combina prendas maltrechas, como las túnicas de fieltro roído que usa Galilei, con complejos cascos-máscara en los que se hibrida el pico del médico de la peste con la protección que cualquier soldado podría llevar en la cabeza durante la Segunda Guerra Mundial. Todo se impregna de negritud, esplendorosa en la vestimenta de las damas de la corte o en el contraste en blanco del Papa, y cómo se recrea en escena todo el proceso de su propio vestir. Encontramos gorgueras, estolas, levitas, pero también pantalones, cinturones, guantes de plástico en una mezcla atemporal y anacrónica que nos sumerge en un mundo oscurantista atenazado por la enfermedad y soportado por el carnaval. Es innegable que concitar a los personajes en un escenario giratorio cual Tierra orbital resulta sugerente, y más, si encima se suben unos actores que, tanto en conjunto como individualmente, resuelven con profesionalidad; pero también con dominio artístico. El primero, claro, Ramon Fontserè al que, desde luego, le pega el aplomo de Brecht, y que hace un Galileo vital y esperanzador. Parece extraño el Andrea de Tamar Novas, al principio uno se lo toma como un muchachote espabilado y, a la vez, algo retrasado para su edad; aunque es un pertinaz conversador. Macarena Sanz le otorga a su Virginia (hija de Galileo) enamoramiento y compasión. Del inmenso reparto, se llevan, también, momentos álgidos: Alfonso Torregrosa, muy convincente como el fiel Sagredo (amigo de Galileo) o Ione Irazabal con esa señora Sarti (ama de llaves) tan mandona o Alberto Frías, quien con su voz, nos lleva narrativamente de un acto a otro de forma premonitoria. Es la música un gran acompañamiento para todo el espectáculo que contrasta, sin embargo, con la iluminación. Está claro que para conseguir que sobresalga e, incluso, se vea tanta negritud es necesaria una gran cantidad de luz, pero, principalmente, en la parte inicial, es agotadora y excesiva. También me parece que el selfie de la presentación sobra. Es de esos guiños prosaicos que rompen el hilo ficcional con el público. Resume esta Vida de Galileo que nos ofrece Ernesto Caballero y su equipo, la lección vital de alguien que no frena frente a la autoridad, ya sea filosófica (Aristóteles), ya sea religiosa (el mundo eclesiástico casi al completo); si es por demostrar una verdad, con una experiencia estética que nos adentra en una simbólica oscuridad que se tiene que desvelar a través del diálogo, como así quedaría plasmado en los Discorsi.
Autor: Bertolt Brecht
Traducción: Miguel Sáenz
Versión y dirección: Ernesto Caballero
Reparto: Chema Adeva, Marta Betriu, Paco Déniz, Ramon Fontserè, Alberto Frías, Pedro G. de las Heras, Ione Irazabal, Borja Luna, Roberto Mori, Tamar Novas, Paco Ochoa, Macarena Sanz, Alfonso Torregrosa y Pepa Zaragoza
Músicos: Javier Coble, Pau Martínez y Kepa Osés
Espacio escénico: Paco Azorín
Iluminación: Ion Anibal
Vestuario: Felype de Lima
Composición musical: Hanns Eisler
Música y espacio sonoro: Mariano García
Ayudantes de dirección: Víctor Velasco / Juan Ollero
Ayudante de escenografía: Juan Sebastián Domínguez
Ayudante de vestuario: Cristina Martínez
Ayudante de iluminación: Víctor Blázquez
Diseño de cartel: Isidro Ferrer
Fotos: David Ruano
Teatro Valle-Inclán (Madrid)
Hasta el 20 de marzo de 2016
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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