Carlota Pérez-Reverte ofrece con su ópera prima altas dosis de humor negro
Cuando partes de una tradición como la de Jardiel Poncela, autor de algunas obras consideradas comedias de intriga policiaca, entre las que destaca Los ladrones somos gente honrada; o cuando uno se deja influir por Miguel Mihura —la temporada anterior pudimos ver en escena Carlota—, es complicado abrir nuevas perspectivas. Son dramaturgos que han destacado por su capacidad para desarrollar el diálogo, trenzado a partir del absurdo y del juego de palabras sin fin. Con estos mimbres, Carlota Pérez-Reverte ha escrito una obra que recauda cada uno de los estereotipos y de los tópicos propios del subgénero y con los que ha sido capaz de configurar un texto dinámico, audaz y divertido. Gracias a la escenografía de Manuel Pellicer, donde cada futura escena ya dispone de su espacio igual que si fuera el Cluedo tridimensional. Allí reúne, en diferentes planos y profundidades: el despacho de Homero & Asociados (toda una asesoría para crímenes hipotéticos), una comisaría (con impresos de cualquier color imaginable), un salón, un apartamento y una pasarela superior por la que desfilan los seis personajes mientras los títulos de crédito presentan cinematográficamente la obra en una pantalla enorme (esto también nos recuerda a la Carlota de Mihura que dirigió Mariano de Paco). En esa misma pantalla se sobreimpresionan las animaciones y los grafismos diseñados por Manuel Vicente, muy acordes con la estética que se pretende crear. Lógicamente, una obra de este tipo necesita unos actores con suficiente vis cómica como para entretejer cada una de las escenas y gags. Destaca Javi Coll con ese tono inocentón con el que representa a un ingenuo policía (más luego como un ferretero eléctrico absolutamente logrado). También, Silvia de Pé, como asesina en ciernes, se lleva gran parte del protagonismo con la dureza con la que lleva su papel. Nacho Rubio se acopla mejor en su representación de Homero Mortimer que en el estirado fiscal. Por su parte, Rafa Blanca va ganando enteros según nos acercamos a la parte final interpretando a un detective. Igualmente le ocurre a Julián Ortega cuando se desata como forense (también acertado como asesino en serie). Finalmente, Antonia Paso, quien apareció en la antes reseñada obra de Mihura, configura uno de los papeles más redondos de la obra al llevar en sí a una inocente que termina por ser víctima. En la representación del elenco se nota la mano de Alberto Castrillo-Ferrer. Su experiencia y esa insistencia en rematar los detalles que permiten hilar cada uno de los actos permiten que la comedia no pierda en ningún momento el ritmo. Desde luego, el binomio entre la dramaturga y el director ha funcionado de una forma excelente. Han pergeñado una obra con altas dosis de humor y que desarrolla el anacronismo para lanzar guiños tecnológicos (contraste entre el lenguaje informático y una máquina de escribir) y críticos (referencias a los políticos actuales) acerca de nuestro tiempo que fueron aumentando las risas del público paulatinamente. Al final, uno sale de la función con la sensación de que conseguir que todas las piezas encajen de esa manera, sin abusos y ñoñerías congraciantes, requiere un enorme trabajo de pulimiento. Trabajar con este tipo de humor es difícil y no siempre se valora en su justa medida.
Autora: Carlota Pérez-Reverte
Director: Alberto Castrillo-Ferrer
Reparto: Nacho Rubio, Rafa Blanca, Javi Coll, Julián Ortega, Antonia Paso, Silvia de Pé
Escenografía: Manuel Pellicer
Diseño de luces: Alejandro Gallo
Vestuario: Arantxa Ezquerro
Creación de animaciones de vídeo y diseño de imagen: Manuel Vicente
Fotos: Sergio Parra
Creación de espacio sonoro: David Angulo
Composición musical: Miguel Ángel Remiro
Naves del Español – Matadero (Madrid)
Hasta el 18 de enero de 2014
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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5 comentarios en “Perdona si te mato, amor”