El Teatro Bellas Artes acoge una de las grandes obras del Shakespeare maduro
Una de las obras de Shakespeare más definidas en su argumento, más claras en la construcción y, también, más sencillas en la trama es Otelo. Esto nos debe servir para que fijemos nuestra atención en el cinismo de vaivén que profiere Yago, quien verdaderamente ejerce de antagonista abyecto y persuasivo, además de poseer los mimbres que desencadenan toda la tragedia. La presencia en escena de Daniel Albadalejo (ya lo disfrutamos anteriormente en La lengua en pedazos) como el moro de Venecia y de Arturo Querejeta como Yago en una pulsión de fuerzas memorable, nos puede llevar a imaginar que tan solo ellos llevan la obra, con esa transformación tan dinámica y redonda de sus personalidades. Su energía dramática es tal que, en cierta medida, eclipsan al resto del reparto, entre los que destaca Lorena López como Emilia (mujer de Yago) y Fernando Sendino como Casio. La codicia, el alcohol, la astucia, el impulso por medrar y la envidia se muestran en una escenografía sencilla donde unas enormes puertas a modo de retablo se alzan al cielo desde el mismísimo centro, mientras la música es interpretada al piano con gran coherencia trágica por Ángel Galán. Además, el vestuario de Lorenzo Caprile, en verdad elegante y favorecedor, fundamentalmente en los hombres, pertrechados por casacas negras nada ampulosas. Elementos que favorecen el desenvolvimiento del gran Yago y el enorme Otelo quienes en varias ocasiones se aproximan hacia el público sentados en las escaleras a dictar sus meditaciones, sus verdaderas intenciones, sus miedos, sus tretas, logrando una comunicación superior. Siempre se ha recalcado la idea de Otelo como paradigma del celoso, pero, ciertamente, en esta versión, algo más concentrada, de Yolanda Pallín —en la que fluyen con prontitud cada una de las frases—, se observa que es la cizaña, la capacidad de la palabra para convencer de lo contrario a un hombre confiado, para enredar con sutiles detalles y propicias exageraciones. Otelo avanza hacia la tragedia porque la lógica del mundo en el que se movía hasta entonces con garantías, ahora es irracional, demoniaco y cruento. Su verbo embriagador, tan útil para conquistar a Desdémona, esa frágil y bella dama a la que ha embelesado, ahora es enmudecido por un cinismo punzante, medido, certeramente ingenuo de su soldado fiel. Y de esa manera, paso a paso, Eduardo Vasco ha logrado dar un brío vivaz al principio, para después dejar que el propio horror que siente Otelo, mientras Yago continúa con su balanceo entre Jekyll y Mr. Hyde, nos lleven hasta la hecatombe.
Otelo
Autor: William Shakespeare
Versión: Yolanda Pallín
Dirección: Eduardo Vasco
Reparto: Daniel Albadalejo, Arturo Querejeta, Fernando Sendino, Héctor Carballo, Cristina Adua, Lorena López, Francisco Rojas, José Ramón Iglesias y Ángel Galán
Escenografía: Carolina González
Vestuario: Lorenzo Caprile
Iluminación: Miguel Ángel Camacho
Producción: Noviembre Teatro
Teatro Bellas Artes (Madrid)
Hasta el 14 de septiembre de 2014
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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