Sube a escena la obra de Paco Bezerra sobre los invernaderos almerienses, a través de la mirada de un joven fantasioso

Ante todo, se plasma en esta obra galardonada en 2009 con el Premio Nacional de Literatura Dramática, una atmósfera; ya de por sí viciada por la confluencia de múltiples elementos, como se verá, que es observada, además, por una contemplación evasiva y enloquecida que nos remite más al sueño que al raciocinio. La huerta almeriense, cubierta de plásticos, es, auscultada desde fuera, un paraje artificioso al que sabemos que acuden muchos inmigrantes africanos. También es el lugar con menos precipitaciones de Europa y, a la vez, el que genera unas cosechas de números exorbitantes. La implementación de técnicas de cultivo, y eso incluye el uso de insecticidas («Los insectos se inmunizan y crecen hasta el triple de su tamaño»), han propiciado una ingente riqueza a muchos agricultores de la zona. Aquí precisamente nos encontramos a una familia, integrada por un padre y sus tres hijos, que ofrecen comportamientos antiguos, modales que remiten a esa presión social propia de sociedades rurales encerradas sobre sí. El auténtico protagonista, Indalecio (como el santo patrón de Almería o como el indalo), vive inmerso en sus historias, es un escritor que no conserva sus relatos por escrito, sino que los deja cocer en su cabeza. Es el menor de los tres hermanos, un muchacho fantasioso que se cuela en los invernaderos de su padre para divagar en sus cuentos. Sigue leyendo