Un relato corto de Anton Chéjov, llevado al teatro por Yakovlev de mano del Teatro de Arte de Moscú y representado por unos actores de grandísima categoría
Lo de Chéjov es una pasión inútil. Uno busca y rebusca. Intenta descubrir las claves alegóricas entre las escenas anodinas, atrapar algún instante de verdad subterránea, pero se llega a la conclusión de que casi no hay nada. Tres horas con descanso en un escenario repleto de cabos colgando en una bahía en el Cáucaso donde se suceden lentamente cada uno de los actos. Allí se encuentra primeramente Laevski entre vino y más vino con su amigo Samoylenko para relatarle desesperadamente que ya no quiere a su amante. Por otro lado, conocemos a Von Koren, un naturalista defensor de la eugenesia. Ese es el duelo: las costumbres disolutas de Laevski al que no le importa mostrar a su amante contra la visión depuradora de alguien que quiere mejorar la especie acabando con estos vividores que ya no respetan ni el cinismo en la sociedad. Unas pizcas de humor negro. Algún personaje deslavazado en forma de sobrevenido amante o de señora con modales especialmente conservadores. También algo de diálogos que no llevan a ningún sitio. El duelo, relato corto de Anton Chéjov y llevado al teatro por Yakovlev de mano del Teatro de Arte de Moscú (compañía fundada a finales del XIX por Stanislavski), es representado por unos actores de grandísima categoría con su estrella Dmitri Nazarov a la cabeza en su papel de Samoylenko. Se mueven con frescura y poderío. Consiguen dar mayor dramatismo con su fuerza escénica a una obra que ni por asomo posee tanto. Son ellos los que ofrecen alguna verdad; como Natalia Rogozhkina llevando a la casquivana Fiodorovna entre su aburrimiento y algún hombre malintencionado que aparece por sorpresa y las críticas que recibe por su vestimenta y su manera de ser; también, Anatoli Beliy con Laevski y Evgeni Miller con Von Koren que se retan dialécticamente con el público en sus visiones antagónicas del posible modo de vida en un lugar apartado de los centros urbanos. Una pena que las ideas del naturalista ni siquiera se sobreentiendan en todos los matices que debieran tener como para batirse en un duelo a pistola contra el que fuera su amigo. Al final del espectáculo el público puesto en pie como si hubiera sido disparado por un resorte, también, por supuesto, los rusos que asistieron a la función. Así es Chéjov, a veces crea unos personajes que viven para desentrañar sus propias vidas confusas y a la vez interesantes y, otras veces, la historia se espesa por encima de unos individuos que sin mayor trascendencia deambulan por la existencia complacidos en su abulia.
El duelo
Autor: Antón Chéjov
Dirección: Anton Yakovlev
Reparto: Alexei Agapov, Armen Arushanyan, Anatoli Beliy, Victor Kulukhin, Dmitri Kuptsov, Evgeni Miller, Dmitri Nazarov, Natalia Rogozhkina, Valeri Troshin y Olga Vasilʹeva
Escenografía: Nikolai Slobodyanik
Iluminación: Anton Yakovlev y Nikolai Slobodyanik
Música: Alexander Manotskov
Ayudantes de dirección: Lyudmila Sushkova
Producción: Teatro de Arte de Moscú
Teatro Valle-Inclán (Madrid)
Calificación: ♦♦♦
Hasta el 22 de septiembre de 2013
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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