Rakel Camacho y María Folguera ofrecen una adaptación de la tragedia lopesca repleta de brutalidad y de feminismo grandilocuentes

Salirse del falso suvenir debe resultar ineludible si verdaderamente se anhela mantener vivo un clásico. Ya asistimos con frecuencia a montajes más ajustados al paradigma (Fuente Ovejuna, de la propia Compañía); aunque también alguno contemporáneo dirigido, por cierto, por una mujer, Marianella Morena. Habrá que insistir, cada poco, que nosotros no acudimos a un corral de comedias ─ni siquiera en Almagro─, si no a un teatro a la italiana en una ciudad del presente. Somos un público muy distinto, por eso tenemos una mentalidad que nos permite ir más allá de la mirada ofrecida por Lope de Vega, quien era deudor de esas gentes diversas en su estatus, pero ahormadas por una moral mucho más definida que la nuestra. Sigue leyendo


Ha encontrado Lluís Homar un equilibrio, diría que fetén, entre esos espectáculos que trabajan con jóvenes que se suelen escorar más hacia el gusto adolescente; y aquellos otros en los que encarnan a personajes demasiado maduros. Este tipo de propuestas revitaliza el desenfado que habíamos observado en convocatorias anteriores, como en 
