Una propuesta apoteósica de Declan Donnellan sobre la obra de Shakespeare

Ya es toda una tradición recibir a Declan Donnellan en los teatros madrileños. Sin ir más lejos, la temporada anterior nos regaló Medida por medida que, si bien no fue tan espectacular como en otras ocasiones, mantenía con firmeza su propuesta. Ahora recala en el María Guerrero con uno de los textos shakesperianos pertenecientes a su periodo tardío (1607-1613). Cuento de invierno se compuso en la órbita de La tempestad, una de las obras más complejas y extraordinarias del bardo, y que de alguna manera tiene que ver argumental y alegóricamente con esta que ahora podemos ver. Basada en Pandosto, la novela que Robert Green, publicada en 1588, relata cómo el rey Leontes de Sicilia enloquece de celos debido a las sospechas que alberga sobre su mujer, Hermione (embarazada de Perdita), y la relación de esta con Polixenes, rey de Bohemia. El enredo que se forma a partir de las tentativas de asesinato de Leontes sobre su amigo, el intento de hacer desaparecer a su hija, los fallecimientos sorpresivos de la reina y su hijo Mamilio, las escapatorias, los ocultamientos, los nacimientos y demás cuestiones, parte de ellas un tanto inverosímiles, nos llevan a una segunda parte, muy distinta en tono (bucólico) y acción (jocosa). Han transcurrido dieciséis años, estamos en Bohemia, los futuros herederos se van a encontrar y, al igual que ocurre en las novelas griegas, vamos camino del desenredo: una anagnórisis que se extiende hasta lo fantasmagórico y alucinante. Cuento de invierno es un enorme pastiche, pasaría en la actualidad por obra eminentemente posmoderna. De qué forma, al igual que Cervantes por aquellos mismos años, combina la novela griega o bizantina, toma referencias de la mitología como el caso de Pigmalión y Galatea, las églogas virgilianas, los asuntos alegóricos, el folclore y, también, todo lo referente a la religión desde un punto de vista panteísta, la participación de lenguajes elevados y llanos, junto a lo trágico y lo cómico. Se puede entrever, simbólicamente, una crítica a la podredumbre que se apodera de las cortes, cuando la envidia y la desconfianza fagocitan la nobleza, y de cómo una posible salida es regresar al campo, a la naturaleza, a la rústica inocencia que nos muestra el autor, donde las convenciones no requieren ni mucho menos tanta altivez. Una regeneración, una oxigenación para los jóvenes príncipes, un volver a unos orígenes, ciertamente mitologizados, pero que pueden suponer un revulsivo a tanta desgracia. Una comprensión de los ciclos naturales. Si Cuento de invierno es una de las obras en la que más elementos dispares se mezclan, Declan Donnellan, aprovechando que estaba abierta la espita, le ha dado otra vuelta de tuerca aplicándole las dosis justas de modernidad (fundamentalmente en el vestuario y en la música). Para ello vuelve a contar con su escudero Nick Ormerod, quien ha diseñado una escenografía del todo funcional, centrando el punto de interés en un contenedor de madera que igual sirve de capilla donde honrar al hijo muerto, como de taberna o salón de fiestas donde celebrar los encuentros inesperados. También, nuevamente, se ha vuelto a rodear de un grupo de actores absolutamente inapelables, extraordinarios en dicción, expresión y movimiento escénico. Destaca Orlando James en su papel de Leontes, principalmente en el largo preámbulo, mientras le van transformando por dentro los celos, con la escena que Donnellan ha pergeñado a través de una premonitoria «congelación» escultórica de los personajes, mientras fuera del tiempo real se nos pone sobre aviso. También debemos hacer una mención especial a Ryan Donaldson, que da vida a Autólico, un personaje que revoluciona absolutamente toda la función, que le imprime un ritmo genial y que el actor interpreta con verdadero desparpajo con sus engaños, con sus metamorfosis y, sobre todo, como el cantante que anima toda la fiesta. Magnífico Peter Moreton como pastor viejo o Eleanor McLoughlin, como esplendorosa Perdita. Un elenco absolutamente sobresaliente. Al final, uno ya no sabe cuántas veces tuvieron que salir los intérpretes acompañados del director a saludar con todo el patio de butacas puesto en pie. Larga ovación que se recordará durante mucho tiempo.
Autor: William Shakespeare
Dirección: Declan Donnellan
Reparto: Grace Andrews, Joseph Black, Tom Cawte, Ryan Donaldson, Chris Gordon, Guy Hughes, Orlando James, Sam McArdle, Eleanor McLoughlin, Peter Moreton, Natalie Radmall-Quirke, Joy Richardson, Abubakar Salim y Edward Sayer
Escenografía: Nick Ormerod
Iluminación: Judith Greenwood
Composición musical: Paddy Cunneen
Coordinación de música en directo: Guy Hughes
Movimiento escénico: Jane Gibson
Ayudante de movimiento escénico: Elizabeth Ballinger
Ayudante de dirección: Marcus Roche
Fotos: Johan Persson
Diseño de cartel: Isidro Ferrer
Producción: Cheek by Jowl
Teatro María Guerrero (Madrid)
Hasta el 14 de febrero de 2016
Calificación: ♦♦♦♦♦
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