Ainhoa Amestoy plantea una adaptación de este esperpento de Valle-Inclán repleta de motivos grotescos aunando tiempos diversos

Enfrentarse a este esperpento de Valle-Inclán, incluido, como se sabe, en el ciclo Martes de Carnaval, publicado en su versión definitiva en 1930, no es tarea fácil, por mucho que el argumento sea tan polémico en estos momentos. Formalmente es un desafío, si uno se quiere hacerse cargo de sus diferentes niveles metateatrales, amén de un vocabulario expresionista que posee todas las características ingeniosas del dramaturgo. La mayor pega, sin duda, su extensión y, si acaso, recalcar demasiado las ideas principales. Anhela el autor enmarcar tanto su artefacto que no ceja hasta situar a cada quien como le corresponde. Sigue leyendo







