Darío Facal firma una comedia generacional que pretende dar cuenta de cómo unos personajes llenos de ignorancia y sin desarrollo vital posible ocupan su tiempo con distintas ocurrencias

Afirmar que esta obra se inspira en Bouvard y Pécuchet es mucho decir. Porque sí, aquellos personajes flaubertianos se conocieron de improviso y tuvieron el enamoramiento de la amistad. Eran unos ignorantes en multitud de materias y, movidos por una fuerza sobrevenida, se pusieron a investigar con afán de dominio; pero abocados al fracaso. Querían saber. No así nuestros Agustín y Mario, que Darío Facal los ha dibujado como a otros perdedores más que se suman a la lista de nuestra España. ¿Y de Erasmo de Rotterdam y su célebre ensayo? Pues únicamente el título; puesto que la ironía que se destila en este montaje va por vía naíf y no aspira a la crítica política.
Elogio de la estupidez es como esas comedias de situación que encapsulan a sus protagonistas en una especie de mundo aparte. Véase Friends —¿cómo pudimos admirar esa serie?—. Ahora que hemos vuelto a la ingenuidad, y muchos jóvenes prefieren quedarse en casa los fines de semana y renunciar al botellón, y se encierra uno muchísimo en la red social favorita hasta quedar ahíto, la función esta, al menos, sirve como ejemplo de la nadería contemporánea. Llamarla nihilista me parecería un piropo. Esto, definitivamente, no es Beavis and Butt-Head. Sigue leyendo





