Darío Facal firma una comedia generacional que pretende dar cuenta de cómo unos personajes llenos de ignorancia y sin desarrollo vital posible ocupan su tiempo con distintas ocurrencias

Afirmar que esta obra se inspira en Bouvard y Pécuchet es mucho decir. Porque sí, aquellos personajes flaubertianos se conocieron de improviso y tuvieron el enamoramiento de la amistad. Eran unos ignorantes en multitud de materias y, movidos por una fuerza sobrevenida, se pusieron a investigar con afán de dominio; pero abocados al fracaso. Querían saber. No así nuestros Agustín y Mario, que Darío Facal los ha dibujado como a otros perdedores más que se suman a la lista de nuestra España. ¿Y de Erasmo de Rotterdam y su célebre ensayo? Pues únicamente el título; puesto que la ironía que se destila en este montaje va por vía naíf y no aspira a la crítica política.
Elogio de la estupidez es como esas comedias de situación que encapsulan a sus protagonistas en una especie de mundo aparte. Véase Friends —¿cómo pudimos admirar esa serie?—. Ahora que hemos vuelto a la ingenuidad, y muchos jóvenes prefieren quedarse en casa los fines de semana y renunciar al botellón, y se encierra uno muchísimo en la red social favorita hasta quedar ahíto, la función esta, al menos, sirve como ejemplo de la nadería contemporánea. Llamarla nihilista me parecería un piropo. Esto, definitivamente, no es Beavis and Butt-Head.
Texto completo en la revista cultural de El Mundo La Lectura
Texto y dirección: Darío Facal
Con: Agus Ruiz, Bárbara Santa-Cruz, Mario Alonso y Ana Janer
Diseño de espacio escénico: Darío Facal
Diseño de iluminación y audiovisuales: Raquel Rodríguez
Diseño de vestuario: Gadea Barceló
Diseño de espacio sonoro y música: Álvaro Delgado
Ayudante de dirección: Andrea Casamitjana
Una producción de Teatro Español y Metatarso Producciones
En colaboración con Comunidad de Madrid
Naves del Español en Matadero (Madrid)
Hasta el 27 de noviembre de 2022
Calificación: ♦♦
Esta obra teatral no la he visto, pero qué grande «Bouvard y Pécuchet», qué infinita, ¡y ese diccionario!
Justo acabo de concluir «Salambó», qué magnanimidad la de Flaubert.
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Así es. Por me pareció que no le hacía justicia, aunque sea una alejada adaptación.
Un saludo.
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