Los días perfectos

Leonardo Sbaraglia protagoniza esta adaptación demediada de Daniel Veronese sobre la novela de Jacobo Bergareche

Diseño sin título – 2

Está claro que una obra podemos juzgarla y apreciarla en su unicidad; pero también es verdad que difícilmente podremos obviar que, como ocurre en este caso, nos han usurpado demasiado del original. O sea, si usted ha leído novela de Jacobo Bergareche puede que se sienta estafado. Porque Daniel Veronese ha considerado que con la mitad le valía para montar el espectáculo. A mí me parece que le ha quedado un texto un tanto raquítico en la sustancia que se destila. Pongamos contexto: la susodicha obra está compuesta por dos extensas cartas de un tal Luis, una especie de álter ego del escritor (y de tantos otros cuarentañeros en crisis matrimonial). Sigue leyendo

Los amigos de ellos dos

Daniel Veronese dirige a Malena Alterio y David Lorente en esta dramedia sobre conflictos de pareja con ciertos tintes de absurdo

Los amigos de ellos dos - Foto de Sergio ParraPosee este espectáculo una contradictoria amalgama de sustancias dramáticas. Si me quedo con la experiencia directa, circunstancial, algo de tedio y de pretensiones consabidas surgen; porque el andamiaje discurre sobre el costumbrismo de nuestros días y las cuitas tan explotadas por la comedia (pequeño)burguesa que abarrota las salas comerciales. Si a eso le añadimos un discurrir moroso y, por momentos, insufrible; entonces, concluyo que es una obra más. Pero hete aquí que, una vez nos detenemos a recapacitar sobre lo acontecido, y apartamos todos esos aderezos humorísticos que, desde luego, divierten, podemos hallar rasgos de una pieza ingeniosa. Sigue leyendo

Experiencia II: Encuentros breves con hombres repulsivos

Daniel Veronese emprende un ejercicio teatral de gran distanciamiento para lanzarnos estos relatos de David Foster Wallace

Experiencia II - Encuentros breves con hombres repulsivos - Foto de Germán Romani
Foto de Germán Romani

David Foster Wallace sigue causando sensación. Es uno de los novelistas que sí ha logrado insertarse en el incipiente canon del siglo XXI. Convengamos en que su suicidio favoreció la construcción del mito. De su libro de relatos Entrevistas breves con hombres repulsivos (por lo visto, él también fue un hombre repulsivo, según Mary Karr, aparte de depresivo) ya tuvimos oportunidad de contemplar En lo alto para siempre, dirigido por Juan Navarro. Sigue leyendo

Retorno al hogar

Daniel Veronese ha intervenido uno de los más célebres textos de Harold Pinter para dotarlo de gestos incongruentes

Retorno al hogar - Foto
Foto de Omar Antuña

Es Harold Pinter un dramaturgo que lleva ya un tiempo muy asentado en la escena española. En los últimos años no han parado de adaptarse sus textos (Tierra de nadie, El cuidador, El amante o Traición) y no han faltado buenos montajes (Invernadero). Este Retorno al hogar ya tuvo una oscura versión de Ferrán Madico en 2009. Los de Tribueñe realizaron la suya desde un punto de vistas altamente grotesco y efectivo. Nada parecido a lo que ha pretendido Daniel Veronese, quien ha tomado una serie de decisiones dramatúrgicas que han propiciado unas distorsiones innecesarias para un texto que ya tiene sus propias distorsiones internas. Ya desde el inicio, el adaptador ha incluido un chiste que trastoca el propio comienzo. Un tono de comedia a latigazos, a ratos, forzado por unas risas enlatadas que se cuelan de manera aleatoria en la mayoría de los casos tras la intervención de Sam, el hermano, el tío que también vive en esa casa familiar, el chófer, un Alfonso Lara que termina por ser más interesante; porque parece más críptico en sus alusiones tan tremendas. Ese efecto no solo es raro, sino incongruente. No viene a cuento. Luego, además, encontraremos otros efectos. Por ejemplo, el brevísimo baile ­—Rellán llega donde llega, en menudo lío lo han metido— enfocado con onirismo. Son detalles que entorpecen. Puesto que, en general, este montaje no fuerza la brusquedad o la vulgaridad que serían esperables. Esa levedad es la que engaña a los espectadores más despistados que, por momentos, se creen ante un drama de Tennessee Williams. Sigue leyendo

7 años

Los Teatros del Canal acogen esta batalla dialéctica entre cuatro socios de una empresa con el fin de eludir la cárcel

Foto de Sergio Parra

Si hace poco más de un mes Daniel Veronese adaptaba y dirigía la película Todas las mujeres, ahora dispone lo propio con otro film que, desde luego, pedía versión teatral: 7 años. Además, coincide en la cartelera madrileña con otro éxito cinematográfico que pasa a las tablas como es Perfectos desconocidos. Ambos montajes poseen indudables puntos en común, entre otros, su atractivo para un público más inclinado hacia el teatro comercial y sus mecanismos medidos puestos al servicio de diálogos ágiles y propiciatorios destinados a desbrozar las intimidades. Aquí el engranaje se pone en funcionamiento enseguida y la premisa es bien sencilla: los cuatro responsables de una empresa dedicada a vender software y otras soluciones informáticas están a punto de ser investigados por Hacienda. Por lo visto, han estado desviando pasta a unas cuentas opacas en Suiza y los han pillado. Se enfrentan a la pena que refleja el título del espectáculo y han decidido que se coma el marrón uno de ellos. Para dirimir tan compleja decisión van a echar mano de un mediador. Serán ochenta minutos sin el más mínimo altibajo. Sigue leyendo

Todas las mujeres

En el Teatro Reina Victoria se representa esta comedia dramática sobre la inmadurez de un cuarentón en plena decadencia

Todas las mujeresEl director argentino Daniel Veronese lleva años cosechando elogios más que merecidos por su labor al frente de grandes éxitos. Es significativo que sepa moverse con soltura tanto con obras más efectistas como El método Grönholm, como en intervenciones dramatúrgicas mucho más hondas ―sirva el ejemplo de Espía a una mujer que se mata (a partir de Tío Vania)―. En este caso, al trasladar la cinta de 2013, Todas las mujeres, firmada por Mariano Barroso y por Alejandro Hernández, a las tablas, ha tomado una serie de decisiones estilísticas cuestionables que cualquiera que haya visto la película puede detectar. Sí, evidentemente, cada obra tiene su lenguaje; pero las comparaciones son necesarias para calificar los aciertos y los desaciertos de unos y de otros. Y aquí la clave está en el protagonista, en Nacho, un veterinario de cuyo carácter vamos a conocer hasta el último detalle. He de puntualizar que aquí la creación del actor resulta esencial. Si en el film Eduard Fernández volvía a estamparse con la realidad hasta que asume su propia decadencia (papel, que de otras maneras ha interpretado en el teatro como en la gran pantalla), aquí es Santi Molero, quien sustituye a Fele Martínez en algunas funciones (dos actores bien distintos; así que no sé hasta qué punto es relevante). Sigue leyendo

Espía a una mujer que se mata

Daniel Veronese plantea un Tío Vania propulsado por un elenco que lleva a límite su asfixia existencial

Foto de marcosGpunto

Quizás, cuando uno se adentra en el tedio, aceptando que Chejov es así, con su brillantez, pero también con su plomizo proceder, echa en falta algo más de ímpetu, del nerviosismo con el que hoy en día nos comunicamos. Pues Veronese nos lo concede y lleva a su máxima esencia esta obra hiperrepresentada (la temporada anterior el Vania, de Carles Alfaro). Si todo se redujera a la trama, a la observación de los deseos de cada uno y de cómo las piezas deben encajar, terminaría por ser un culebrón. Muy a la contra, es una oda nihilista que deja entrever fatuamente una esperanza existencial en la búsqueda de la belleza; ya sea en el arte o en la naturaleza o en las mujeres. Ahí tenemos, por ejemplo, la reiterada frase de Ostrovksy acerca de la lucha por liberar a «la belleza». La autoparodia irónica que el dramaturgo argentino pone en la boda de Serebriakov nada más empezar es toda una declaración de intenciones sobre su propuesta estética: «No querida, no… Empieza la función, y en un cuarto de tres paredes sucias, desangeladas, iluminado por una luz fría y artificial, ves a esos grandes talentos, a esos nuevos sacerdotes del arte sagrado, representando a la gente comiendo, hablando… Siempre los mismos, se repiten actores, no usan vestuario, los mismos decorados siempre… Y se creen que están haciendo un servicio a la humanidad». Sigue leyendo