Todas las mujeres

En el Teatro Reina Victoria se representa esta comedia dramática sobre la inmadurez de un cuarentón en plena decadencia

El director argentino Daniel Veronese lleva años cosechando elogios más que merecidos por su labor al frente de grandes éxitos. Es significativo que sepa moverse con soltura tanto con obras más efectistas como El método Grönholm, como en intervenciones dramatúrgicas mucho más hondas ―sirva el ejemplo de Espía a una mujer que se mata (a partir de Tío Vania)―. En este caso, al trasladar la cinta de 2013, Todas las mujeres, firmada por Mariano Barroso y por Alejandro Hernández, a las tablas, ha tomado una serie de decisiones estilísticas cuestionables que cualquiera que haya visto la película puede detectar. Sí, evidentemente, cada obra tiene su lenguaje; pero las comparaciones son necesarias para calificar los aciertos y los desaciertos de unos y de otros. Y aquí la clave está en el protagonista, en Nacho, un veterinario de cuyo carácter vamos a conocer hasta el último detalle. He de puntualizar que aquí la creación del actor resulta esencial. Si en el film Eduard Fernández volvía a estamparse con la realidad hasta que asume su propia decadencia (papel, que de otras maneras ha interpretado en el teatro como en la gran pantalla), aquí es Santi Molero, quien sustituye a Fele Martínez en algunas funciones (dos actores bien distintos; así que no sé hasta qué punto es relevante). La cuestión es que aquí el arco interpretativo con que se le ha dotado al protagonista es menor, es menos complejo, es, también, menos patético; pues, a cambio, se le quiere aproximar, levemente, hacia la comedia de situación, con algunos guiños humorísticos. Aspecto trascendental este, pues el hombre que se posiciona ante nosotros acaba deambulando hacia el patetismo; a pesar de que aún sostiene una especie de pundonor próxima a un donjuanismo irrefrenable. De esta forma, Molero toma el rol con un perfil más bajo de lo deseable y esto suaviza las tensiones, logrando una correcta disposición. Nos confiamos a él con la esperanza de que posteriormente renazca; aunque el tipo parece no tener remedio. La función apunta en su inicio a thriller; pero no es más que una excusa para psicoanalizarlo. Abandonado por su esposa, encoñado con una joven becaria ―interpretada por Lucía Barrado con la sensualidad y la astucia requeridas. Jovial y enérgica―, que lo embarca en un trapicheo que se va al traste enseguida. Cinco novillos robados a su suegro, para el que trabaja en una finca, que iban a ser vendidos por una cantidad realmente estimable en Portugal. Ahora necesita pasta para resarcirlo si no quiere ir a la cárcel. El asunto es que debería parecer de una gravedad considerable; a pesar de ello no terminamos de empaparnos con su sufrimiento. A su casa de campo acuden cuatro mujeres ―todas ellas bien elegantes y de aspecto firme, gracias al vestuario ideado por Marco Hernández―, como cuatro episodios de una deconstrucción que nos desvela a un cuarentón sin el fuste que debió blandir en otra época. Primeramente, su exnovia, Marga, una abogada de fuerte carácter y dominadora de la situación, que encarna Nuria González con su habitual poderío y fina ironía. No faltan los reproches y ya se va acentuado el perfil de nuestro «paciente». Un crapulilla, un rompecorazones que sabe aprovecharse de la debilidad de sus enamoradas. El claro caso de quien se refugia en jovencitas, porque las más maduras lo tienen calado. A continuación, llega su madre, a quien debe pedirle prestado el dinero. Lola Casamayor le da un buen repaso a su descastado vástago y, a la vez, demuestra su liberalidad al defender a su amante (y a la vez amigo de Nacho). Edipo se inmiscuye irremediablemente, además del machismo de un inmaduro bastante ridículo. Su interpretación mantiene claramente su consistencia expresiva, como así hemos podido comprobar en su reciente participación en Tiempo de silencio. Por lo tanto, seguimos enmarcando a este embustero incapaz de crecer emocionalmente. Para ir cerrando el círculo y recomponer el pasado, entra en acción, Carmen, su cuñada. El papel que acoge Mónica Regueiro es algo endeble en primera instancia, un poco tontorrón, y eso lastra a la actriz. Luego, al contrario, sabe ganar entereza para no dejarse engatusar. Finalmente, como último cartucho, nuestro antihéroe llama a una psicóloga para que le firme un documento que avale su supuesta incapacidad mental transitoria. Un despropósito que propende en el patetismo de un tío que ha entrado en barrena. Cristina Plazas lo deja en evidencia con su buena actuación, acotándolo con preguntas directas. El montaje posee una estructura sencilla que permite seguirlo sin dificultad. Es un espectáculo de buena factura visual. La escenografía de Ana Garay nos muestra parte de esa magnífica casa en plena naturaleza, con detalles sofisticados. La iluminación de Pedro Yagüe es la idónea. En conclusión, Todas las mujeres pretende desmontar la personalidad de algunos buscavidas, mentirosos y egoístas que, en otro tiempo, tenían más fácil supervivencia. Hoy, el impulso que han tomado las féminas las sitúa en una posición de igual a igual, y no conceden un ápice, ni una segunda oportunidad. Este tipo de perdedores debe hacerse cargo de sus incongruencias. Y aunque pienso que el público agradecería mayor dramatismo, también estoy seguro de que sacará bastante en claro.

Todas las mujeres

Texto original: Mariano Barroso y Alejandro Hernández

Dirección y adaptación: Daniel Veronese

Actores: Fele Martínez, Lucía Barrado, Nuria González, Lola Casamayor, Mónica Regueiro, Cristina Plazas y Santi Molero (en algunas funciones)

Ayudante de dirección: Maite Pérez-Astorga

Producción ejecutiva: Mónica Regueiro y Carles Roca

Producción: Alba Calvo

Administración: Andrea Quevedo

Productora asociada: Arte GB

Escenografía: Ana Garay

Vestuario: Marco Hernández

Iluminación: Pedro Yagüe

Espacio sonoro: Daniel Veronese

Fotografía: Sergio Parra

Diseño gráfico: Rubén Salgueiros

Regiduría: Ana Guarnizo

Jefa de prensa: Josi Cortés Comunicación

Relaciones con los medios: Transversal Comunicación

Distribución: Traspasos Kultur

Teatro Reina Victoria (Madrid)

Hasta el 16 de septiembre de 2018

Calificación: ♦♦♦

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