Las cartas de Cristián

Los Teatros del Canal dan cabida a la última propuesta de Antonio C. Guijosa, un drama sobre la ambición y el desencanto en un presentador de televisión

Foto de Pablo Lorente

Da la impresión de que Antonio C. Guijosa tenía en la cabeza ideas para escribir una novela; no obstante, que al plasmarlas en una pieza dramática los distintos asuntos o se desparraman o se quedan inconclusos. Por eso, la función se hace larga. Esto se evidencia en algunas subtramas, cuando descubrimos que el desarrollo de algunos personajes es insolvente, como ocurre con el papel de Cristina Bertol, quien hace de asistente personal de un jefazo y, a la vez, quiere emprender su carrera artística como cantante. Quizás se le da demasiados minutos a un carácter secundario dentro del argumento. Tal es así, que se siente forzada la inclusión de varios temas musicales. Uno escrito ex profeso por el propio dramaturgo y, luego, el «Halo», de Beyoncé. En fin, parece que tenemos dos obras en una. O una a medias.

Creo que es una pena que el autor no haya logrado centrarse en lo fundamental, y nos haya podido ofrecer un espectáculo más compacto, donde se pudiera indagar en la relación entre dos tipos con claras virtudes; pero, a la vez, con manifiestos déficits, y cómo ambos pueden complementarse. O sea, como hicieron, de alguna manera, Cyrano de Bergerac y Christian de Neuvilette (la inspiración ha partido de aquí). Pasa, sin embargo, que asistimos a una puesta en escena confusa, que va para aquí y para allá, que se demora en asuntos que, en realidad, ni nos van ni nos vienen.

La cuestión es que Cristián —hasta el preámbulo tormentoso ya me parece que sobra— nos introduce en su mundo televisivo. El éxito personal que logra a través de un late night de moderada repercusión, en una cadena en ascenso, que percibe que ese no es su camino, que su gracia, su soltura y sus chistes merecen algo más profundo e intenso. Y esto pinta bien, más allá del contexto a través del cual se nos vende. Interesa cómo pretende elaborar una serie que verdaderamente tenga enjundia y de la que sienta orgulloso. Es ahí cuando recurre a Máximo Reis, un reportero de guerra pasado de vueltas, que Chema Ruiz encarna con gran credibilidad. Entre sus archivos personales se encuentran documentos auténticamente controvertidos sobre, por ejemplo, la cárcel de Guantánamo, de la que partirá la idea de crear Clowntanamo para lanzarla en alguna plataforma. Que no se termine de explotar totalmente la relación entre estos dos hombres, que no se busque mucho más en esas «verdades» vitales que atesora este periodista experimentado (su locura cínica y sabia nos llevaría a El pabellón nº 6, de Chéjov o, incluso, a la película El rey pescador) es perder la oportunidad de que la propuesta diga mucho más de lo que al final sostiene. A este Reis no se le deja hablar suficiente y, sí, sin embargo, a otros personajes que poseen demasiadas líneas, como indicaba más arriba. Porque el jefe de Cristián, el productor que interpreta Rodrigo Poisón, resulta agotador. Un desfasado que habla a toda pastilla, diciendo flipadas (alucinando con los proyectos, con las audiencias) y mostrándose como un insensato colando términos en inglés para hacerse el guay. El actor lo hace estupendamente y resulta chocante; aunque realmente solo funciona cuando se relaja un poco. Y, luego, Ana Mayo hace de Maggie, una publicista melancólica, muy inteligente, que fue compañera de escuela de nuestro protagonista. Otro personaje al que se le quiere dar demasiado vuelo para rizar el rizo. Puesto que ya es ella bastante intensa, como para que se nos deje ver un enfrentamiento con Laura (la asistente-cantante), y encima, haya sido la esposa de Reis. Melodrama cargante y cursi por momentos, cuando ella y Cristián se ponen nostálgicos y romanticones. A este lo acoge Fael García para trazar un carácter muy bien equilibrado en escena. Alguien capaz de mostrar su ambición, pero también su humildad. Además de enseñarnos su lado oscuro, y esa mediocridad de quien no es tan brillante más allá de su negociado de chistes fáciles en su programa La barca de Caronte (título bien macabro para esas horas de la noche).

Esta vez, Monica Teijeiro, que es una excelente escenógrafa, creo que no ha estado acertada o que ha tenido que adaptarse a unas exigencias que respondan al barullo argumental. Porque se ha montado un armatoste bastante aparatoso al fondo, con una escalera que no se aprovecha demasiado, y una cortina que debe valer para ambientar el plató de televisión. Luego, una mesa, por un lado; una especie de módulos que nos deben hacer imaginar la terraza de un ático, por allá. En fin, el espacio está entre desangelado y caótico. Después, la iluminación de Carlos Cremades se diluye, excepto cuando se crean diferentes efectos espectaculares.

Las cartas de Cristián posee muchas ideas que podrían haber propiciado una función más fértil, más cohesionado, más coherente; aunque parece que esta vez (su anterior obra fue la exitosa Solo un metro de distancia) no ha pegado los tajos que debía ante tamaño desparrame. Esto no quita para el espectador puede hallar un disfrute e indagar en algunas de sus concepciones más incisivas.

Las cartas de Cristián

Texto y dirección: Antonio C. Guijosa

Reparto: Cristina Bertol, Fael García, Ana Mayo, Rodrigo Poisón y Chema Ruiz

Ayudante de dirección: Manuel De

Escenografía: Mónica Teijeiro

Ayudante de escenografía: Alexandra Moldovan

Diseño de iluminación: Carlos Cremades

Vestuario: Rafael Garrigós

Diseño de sonido: Mar Navarro G.

Canción original: Cinco notas

Música: Sara Rosique

Arreglos y piano: Ramón Grau

Letra: Antonio C. Guijosa

Prensa y comunicación: María Díaz

Distribución: GG Producción y distribución

Diseño de cartel: Manuel Vicente

Fotografía: Moisés Fernández Acosta

Producción: Serena Producciones, en coproducción con Saga Producciones y María Díaz Comunicación

Clowntánamo es un título original ideado por Javier Ortiz

Agradecimientos: a Esther Tablas, a Isaac Bargiela, a la Ventana Recursos Artísticos

Teatros del Canal (Madrid)

Hasta el 12 de febrero de 2023

Calificación: ♦♦

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