Julieta Soria firma esta obra sobre el amor secreto del poeta Pedro Salinas con la profesora estadounidense Katherine Whitmore
En otras ocasiones, hemos contemplado sobre el escenario propuestas sobre escritores donde se intentaba poetizar el drama aprovechando recursos escenográficos y musicales. Así fue, por ejemplo, el caso de Lorca, la correspondencia personal. La cuestión es que, en el montaje dirigido por Ainhoa Amestoy, desde el punto de vista estético, nos quedamos entre dos aguas. Ni termina de ofrecerse un espectáculo sensorial definitivo que nos inocule el sentido profundo de la célebre trilogía del poeta (La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento), ni se contextualiza de manera consistente la relación amorosa del escritor con su alumna americana, precisamente porque apenas los distinguimos conviviendo o dialogando más allá del flirteo permanente. Saltamos en un visto y no visto de Madrid a Santa Pola y del Smith College en Northampton a Barcelona pasando por Alicante o Santander. Y es que, ante todo, más allá del interés de los filólogos por reinterpretar aquellos poemarios a la luz de las cartas que Katherine Whitmore había decidido donar en 1979 a Houghton Library de la Universidad de Harvard y que podrían leerse veinte años después, debemos pensar en el interés que este acontecimiento puede suscitar para crear una obra dramática. La propia dramaturga, Julieta Soria, de quien no dudo ha realizado un excelente trabajo de documentación, parece tener como motivación principal fundamentar cómo se creó la susodicha trilogía al hilo de su apasionamiento y decadencia amorosa. Planteado así, quizás podría llegar a ser atrayente; pero no me parece que se haya volcado en esta concepción de una manera radical. Quiero decir que, mirado más estrictamente, el personaje de Katherine, a falta de una especulación superior, se sigue manteniendo o en el misterio o en la poca significancia. ¿O de verdad se trasluce en esta obra que aquella relación secreta fue peculiar, cuando la mayor parte del tiempo fue epistolar? Terminamos por no acercarnos a la supuesta personalidad de esa poeta y profesora, de esas características que enamoraron a Salinas. Nos puede parecer que conocer a la inspiradora de carne y hueso no cambia las inspiraciones de Garcilaso, Bécquer o la «Razón feita d’amor» del siglo XIII. Es más, da la sensación de que casi en todo momento observamos a esa mujer desde la visión poética del propio autor, y eso produce una contradicción respecto del conocimiento fiable de las cartas. Entiendo que no se ha querido trabajar desde un genuino realismo, pero la poetización de las expresiones no evita la distancia del espectador respecto de los dos amantes. Lidia Navarro se bate con desigual potencia; pues al hacer de profesora mayor me parece estereotipada y cuando la imaginamos como estudiante contiene algunos tics coherentes, pero irritantes. La actriz demuestra gran apostura en la seriedad y en la contención, cuando le habla con más madurez a su amado; por ejemplo, para reconocerle que está saliendo con otro hombre, el que será su futuro marido. No obstante, quizás lo que más me haya impedido entrar en la función sea el exceso de entusiasmo que sostiene durante casi una hora Juan Cañas, a quien no se le puede negar su profesionalidad y su buen hacer, y que incluso toca la guitarra mientras su mujer entona una jarcha. Comprendo que es un hombre apasionado y que en sus cartas —según las vamos escuchando de su boca— expresa ese fervor; pero es que, en otras circunstancias, al principio con su mujer o en los primeros encuentros con Katherine, esa pulsión, esa vehemencia incesante me llega a parecer impostada y hasta cursi. No bajar de ese tono hasta la parte final, hace que el personaje se subsuma en sus prosas engolosadas sin dar tregua, como un adolescente encoñado. En ese estado no se puede escribir poesía, por muy romántica que sea. Valgan estas palabras de Guillermo de Torre para hacernos una idea de cómo era Pedro Salinas: «Apresurado, urgido, con ese mismo ritmo alacre, borboteante de sus poesías. Cordial, abierto, pero sin estridencias efusivas, guardador de distancias. Con esa mezcla de distinciones y campechanía que hacen al madrileño cabal. Señorito sin ‘señoritismo’ e intelectual sin manías de exclusividad». Qué necesario hubiera sido que se profundizara en «guardador de distancias». Aunque, seguramente, a quien se deba achacar este tono sea a la propia dramaturga (y también a la directora), pues ha incluido hasta 15 cartas; y eso produce un lenguaje sobre las tablas repleto de metáforas recargadas de amor. Desde luego, mejora el texto y el color de la propuesta, cuando, en alguna ocasión se fusionan varios tiempos y espacios provocando un juego dialogal muy persuasivo. Esto lo comprobamos en la antepenúltima escena, instante este en el que la Katherine de 1979 «conversa» con la Margarita de 1935. A Lidia Otón le ha tocado representar el papel de la esposa, y apenas cuenta con unas cuantas líneas para desenvolverse en la cotidianidad y en la sensación de ausencia. Por eso, el episodio de su intento de suicidio, cuando descubre las cartas de su marido, venga de improviso y no se desarrolle con la hondura que mereciera. Amor, amor, catástrofe, título recogido de un poema de La voz a ti debida, pretende transmitirnos el motor sentimental de la escritura más excelsa de Pedro Salinas; pero hemos de reconocer que es un poeta tan poco leído como la mayoría, situado en los planes de estudio unos escalones por debajo de Lorca o, incluso, de Vicente Aleixandre; y este es un hecho a tener en cuenta si se anhela provocar en el espectador habitual del Teatro Español (y los que vengan del estilo) una respuesta congraciadora.
Pedro Salinas entre dos mujeres
Texto: Julieta Soria
Dirección: Ainhoa Amestoy
Reparto: Juan Cañas, Lidia Navarro y Lidia Otón
Escenografía: Paula Castellano y Estival Producciones, sobre idea original de Elisa Sanz
Iluminación: Marta Graña
Vestuario: Sastrería Cornejo
Música y espacio sonoro: Blanca Trabalón (piano) y Juan Cañas (guitarra) sobre
composiciones de Fats Waller, Máximo Díaz de Quijano y otros.
Una producción de Ainhoa Amestoy y Alejandro de Juanes. Estival Producciones
Teatro Español (Madrid)
Hasta el 23 de mayo de 2021
Calificación: ♦♦
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3 comentarios en “Amor, amor, catástrofe”